Historia de un amor apasionado
La española, que se presentará pasado mañana en el Gran Rex, grabó un tributo a Chavela Vargas; las dos artistas hablaron con LA NACION
A los noventa años y tras una vida a fondo, Chavela Vargas transita un estado de serenidad. Lo que se llamaría el reposo del guerrero. Chavela, la pitonisa de la canción, la que exorcizó el dolor del mundo en rancheras apasionadas, ahogadas en litros de alcohol y que dejaron su huella en este mundo raro, sostiene que no tiene deudas ni enemigos ni recuerdos, y que su equipaje es liviano. "Me siento bien, sin ninguna cosa que me perturbe, ni recuerdos ni nada. Todo exactamente tranquilo, en su justo lugar", cuenta Chavela Vargas a LA NACION con una suavidad enternecedora, lejos de ese personaje indomable que constituyó su leyenda. Quizá su tranquilidad reposa en haber encontrado al final del camino a Buika, una discípula de estirpe, con personalidad indómita y que sigue sus pasos en el tributo El último trago , un disco compuesto por las canciones emblemáticas del repertorio de Chavela, que presentará la española pasado mañana, en el Gran Rex.
Desde su casa en Tepoztlán, Chavela en persona bendice esta producción de la treintañera Buika, que contó con la colaboración del pianista cubano Chucho Valdés y el músico Javier Limón (productor artístico de Andrés Calamaro en El cantante y del inolvidable álbum Lágrimas n egras). "Me gustó el disco. ¡¿Cómo no?! La muchacha se metió en un enredo, pero lo resolvió maravillosamente. Me encanta eso", reconoce la mujer que hizo de sus conciertos verdaderas ceremonias apasionadas.
Vargas, que detuvo el mundo con sus rancheras inolvidables, enamoró a Diego Rivera y Frida Khalo, y tiene una vida para llenar varios libros; está orgullosa del coraje que demostró Buika para abordar una selección de temas memorables como "Un mundo raro", "Las ciudades", "Sombras", "Soledad", "Vámonos" y "Luz de luna", entre las trece canciones que integran El último trago . "Hay que tener muchos pulmones, mucho corazón y muchas ganas de hacerlo. No es fácil salir adelante con esas canciones a las que les di un sello personal", elogia la cantante con chapa de mito, desde el otro lado del teléfono.
En la otra punta de México, en la capital, mientras espera su aterrizaje en Buenos Aires, Buika disfruta de lo que le está pasando, con naturalidad. Y cuenta cómo comenzó el "romance" entre las dos. La historia dice que no todas fueron rosas al principio. Buika rememora: "Fui invitada a participar de un homenaje a Chavela en la residencia de estudiantes de Barcelona. Ella pidió que le cantara y yo le canté desde el miedo. Y claro: lo notó. Chavela odia la mentira en el arte, y entonces le dio rabia. Como no les debe nada a los buenos modos, simplemente me dijo: «¡Para de cantar!», y no me dejó subirme esa noche al escenario".
La escuela de la soledad
Como le aconsejó su maestra, Buika se hizo amiga de la soledad y capitalizó una infancia dura. "Canto desde la misma herida que Chavela, pero mi historia es distinta. Cuando era niña, mi padre se marchó y mi madre ponía estas rancheras para olvidarlo. Me impactó mucho porque veía que era una mujer que no tenía miedo de enfrentarse a la soledad", confiesa la artista, marcada en su estilo por esa infancia.
La fuerza de su madre y ese conocimiento amplio de las músicas, lo trasladó al arte de personificar un estilo en que el jazz, el soul y el desgarro del cante flamenco imprimen su personal huella. Pero fue su interpretación y una presencia magnética lo que despertó el interés del cineasta Pedro Almodóvar, que la declaró su musa inspiradora: "Escuchar a Buika me ha provocado desde la primera vez una conmoción parecida en intensidad, emoción y humedad a la que me provocaba Chavela", escribió en el prólogo del disco El último trago .
Fue cuestión de tiempo para que la pequeña leona de un metro cincuenta, de andar libre y declaraciones explosivas, tuviera su revancha con Chavela, después del primer desplante. "Yo vine a cantar a México y ella lo vio todo. Luego vino al camarín y me dijo que sería su hija la «negrita» y allí nos apasionamos las dos", cuenta Buika, todavía emocionada con ese encuentro.
El enamoramiento artístico entre la leyenda de 90 años y la promesa de 37 se resolvió en estas trece historias de amor que en la voz de Chavela hicieron escuela y en la voz de Buika encuentran la misma continuidad emocional.
"Estos son una serie de romances y trances maravillosos que Chavela fue repitiendo a lo largo de su vida, en la que se enfrentó con coraje a esos mismos demonios con distintas caretas. Yo sentía que esas canciones que hablan de nuestras pasiones y nuestros miedos tenían su sello, pero las historias ya son de todos. Los maestros como José Alfredo Jiménez se ganaron el don de la eternidad y pueden ser escuchados y transitados por muchas generaciones", dice la artista.
A pesar de que Chavela está más cerca del retiro y Buika empieza a ser una revelación de la escena musical, las dos están surcadas por las mismas cicatrices que deja la vida y las dos hacen de sus conciertos una ceremonia del amor desesperado.
Con sabiduría, Chavela encuentra la conexión entre los dos estilos: "En mis canciones, el argumento es haber vivido. Sabemos lo que se está cantando". Allí reside la magnífica verdad de su arte.
Para agendar
- El último trago , tributo a Chavela Vargas por la cantante Buika. Pasado mañana, a las 21.30.
- Teatro Gran Rex. Corrientes 857. Entradas desde 60 pesos.
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