
Jorge Lavelli y la alegría de vivir
El director argentino enamoró a los parisinos con su nueva puesta de La viuda alegre
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PARIS.- Thomas Mann decía de La viuda alegre que era una obra capaz de contagiar la joie de vivre , "si esa expresión designa el sentimiento de delicioso dolor en el que se mezclan el deseo, la esperanza, la nostalgia?", precisaba.
Ninguna definición podría haber sido más adecuada para describir las emociones del público que asistió el miércoles de la semana pasada al estreno de la célebre opereta del austríaco Franz Léhar, puesta en escena por segunda vez por el argentino Jorge Lavelli en la Opera de París.
Deseo y esperanza de volver a ver aquella Viuda a legre que encantó a los amantes de la lírica en 1997, cuando la obra creada en 1905 entró por primera vez al palacio Garnier de la mano de Lavelli. Entonces, una maravillosa Karita Mattila interpretaba el papel de Hanna Glawari, la millonaria viuda enamorada de Danilo, actuado por el barítono danés Bo Shovhus.
Nostalgia de una ocasión perdida, pues, por razones de salud, la mezzo estadounidense Susan Graham debió ser reemplazada a último momento por Christina Dietzsch-Carvin que, sin dudas atenazada por el miedo, terminó interpretando a "una viuda más melancólica que alegre", según el lacónico comentario de un crítico francés.
Perfectamente cómodo en el papel fetiche que ha cantado 250 veces, Bo Shovhus hace todos los esfuerzos posibles -con resultados escasos- para comunicar un poco de energía positiva a la conocida cantante del Staastoper de Viena, prácticamente inaudible durante el primer acto.
El viernes, Dietzsch-Carvin fue reemplazada por Noemi Nadelmann. Más segura, más dinámica, la soprano suiza consiguió transmitir más joie de vivre a su personaje sin elevar, sin embargo, el nivel lírico del personaje.
La alegría por el contrario estuvo representada por Valencienne (interpretada por la soprano Ana Maria Labin) y Camille de Rosillon (por el tenor Daniel Behle). La pareja, que debuta en la Opera Garnier con esta producción, constituye la buena sorpresa del reparto: voces claras, timbres diáfanos y movimientos seguros.
También merecen una mención aparte el responsable del espléndido vestuario, Francesco Zito, y el jefe de la coreografía, Laurence Fanon.
"Si hay algo podrido en Dinamarca", como lo recuerda el personaje de Danilo, "también hay algo de polvoriento en la escena de la ópera Garnier", se lamenta, por su parte, Edouard Brane.
El especialista de música lírica detestó los decorados "formados por numerosas puertas (¿de cocina?) por las que entran y salen los personajes"; la producción de Lavelli, "que carece de frescura y contemporaneidad"; el nivel coreográfico, en el que "el kitsch es la regla" y la dirección musical de Asher Fisch, "que confirma su insipidez".
La particular severidad de los críticos franceses suele hacer eco a un público exigente y sin concesiones que esta vez, sin embargo, no pareció compartir ese punto de vista.
A pesar del contratiempo provocado por la deserción de Susan Graham, La viuda alegre versión 2012 de Jorge Lavelli provoca las delicias del público como hace 15 años. Maestro en el arte del espectáculo, el director argentino logra hacer olvidar los altibajos de la producción con un final particularmente exultante en el que mezcla un extraordinario french can can , una emotiva evocación al film Cabaret, de Bob Fosse, y unos inquietantes soldados directamente surgidos de La guerra de las galaxias.
Digno final de la deliciosa obra de Léhar. Al igual que el alemán Offenbach, el autor austríaco supo celebrar con desmesura la vida parisina, las mujeres ligeras y las fiestas en Maxim's. Su opereta está ambientada en un Pontevedro imaginario -patria de la bella Hanna Glawari-, y habitada por valses, polcas y mazurcas con un maravilloso perfume de mittleuropa .
Nacida en Viena, La viuda alegre procuró gloria a su autor y se transformó en un suceso mundial que la transportó a Hollywood, donde Erich von Stroheim y Ernt Lubitsch la llevaron al cine. Jorge Lavelli demostró nuevamente que la magia creada por Léhar sigue intacta, alimentada por su joie de vivre , así como de su nostalgia.
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