
Jóvenes, clásicos y prodigiosos
Tienen menos de 20 años y, en muchos casos, su talento como instrumentistas ya es admirado y subrayado en el exterior
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A simple vista, no hay nada que los diferencie de cualquier adolescente típico. Suelen preferir el jean y las zapatillas como vestimenta cotidiana y tienen la pose suelta y natural propia de los teenagers.
Sin embargo, chicos como el violinista Sami Merdinian, de 19 años, o el pianista Horacio Lavandera, de 16, exhiben una asombrosa madurez artística cada vez que se suben a un escenario para hacer música.
Y no están solos: varios instrumentistas jóvenes siguen los pasos de estas dos grandes promesas que tiene la Argentina para brillar en el competitivo campo de la música clásica de los próximos años. Un lugar en el que hoy se destacan Martha Argerich y Daniel Barenboim.
El de la interpretación musical es un camino del arte que está lejos de dar satisfacciones rápidas y sencillas, ya que implica para los que intentan transitarlo años de estudios continuos desde muy temprana edad. Y los resultados se hacen oír siempre sólo a largo plazo.
Por eso no deja de llamar la atención el surgimiento de nuevas promesas musicales que, a pesar de la crisis económica y la tendencia cortoplacista que domina cada vez más la vida cotidiana de nuestro país, pasan horas delante de sus instrumentos aprendiendo a tocar obras de Bach, Mozart, Beethoven o Bartok.
Horacio Lavandera acaba de cumplir el sueño de conocer a un ilustre colega, el italiano Maurizio Pollini, que lo tomó como el más joven de los pianistas que participaron en el curso que ofreció en la prestigiosa Accademia Chigiana de Siena, Italia.
Inmediatamente después viajó al sur de Francia para ofrecer un recital en el Festival Roque D´Antherton, en el que participa la crema de los pianistas del mundo.
Lavandera tocó en la misma jornada que la argentina Martha Argerich, su "madrina" en el mundo de la música. "Ella le dio al director del festival una grabación mía y me llamaron", cuenta sonriente Lavandera, ya de regreso en Buenos Aires, con más experiencia acumulada y una elogiosa nota del diario francés Le Monde, cuyo título lo dice todo: "Las manos de oro de un joven prodigio".
No parece casual que Horacio haya tenido una buena llegada a Pollini, uno de los más grandes pianistas del mundo. Además de sus dotes musicales, el joven pianista argentino se muestra como un intérprete realmente curioso que está construyendo un repertorio amplio, que llega hasta bien entrado el siglo XX. Justamente, para su curso Pollini pedía que los postulantes prepararan obras de Beethoven y Schumann y del vanguardista alemán Karlhein Stockhausen. Lavandera llegó allí con las "Klavierstucke 11", una pieza de construcción aleatoria y endiablada dificultad técnica. "A mí me gusta mucho lo que hace Pollini y comparto muchas de sus ideas, como la de hacer un repertorio lo más vasto posible", comenta Horacio, que viajó a Europa acompañado por su padre, también músico, y su maestro, Antonio de Raco.
Según cuenta, lo que más le gustó del modo de encarar el repertorio de Pollini fue su idea: "Es, en síntesis, respetar al máximo la partitura". Pollini le recomendó también que se encuentre con el septuagenario compositor alemán, "porque aseguró que le iba a gustar mi versión".
Ya en Francia, el pianista pudo disfrutar de la infraestructura que se pone al alcance de los artistas en el Primer Mundo: "El lugar era increíble. Me dieron cinco pianos distintos para probar, había salas de ensayos con todas las comodidades, incluida una heladerita", dice sonriendo.
Sin embargo, en el futuro inmediato de Lavandera Buenos Aires seguirá siendo su residencia fija. "Estoy muy cómodo con mi maestro y tengo que seguir estudiando y tocando", sostiene. En la Argentina lo espera una serie de conciertos en el interior y dos presentaciones en el Teatro Colón, una junto a la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo, para interpretar el Concierto N° 21 de Mozart en una función organizada por Festivales Musicales para el 6 de septiembre próximo, y otra en noviembre , para los abonados de la Asociación Wagneriana.
Un cordobés en Nueva York
Sami Merdinian, por su parte, se presentó anteanoche como solista en el concierto de la Sinfónica Nacional (ver crítica aparte) y terminó exitosamente su primer año en una de las escuelas de música más importantes y exigentes del mundo: la Juilliard, de Nueva York , en donde tiene como maestros a Dorothee DeLay e Itzhak Perlman, entre otros.
Sami, que comenzó a tocar el violín con sólo cuatro años en su Córdoba natal gracias al método Suzuki y se fogueó como concertino de la Sinfónica Juvenil de esa provincia, cuenta que pudo adaptarse al ritmo de trabajo de la escuela.
El nivel de exigencia que se les plantea a los alumnos de todo el mundo que ingresan en la Juilliard se entiende cuando Sami explica cómo es una semana normal de clases: "De lunes a viernes, me la pasaba todo el día allí, desde las 8 hasta las 23. Sólo volvía a mi casa para dormir". El cronograma incluye dos ensayos semanales en la orquesta de la Juilliard, dos de música de cámara "en la que semana a semana preparábamos un cuarteto de cuerdas diferente, como para conocer el repertorio. Empezamos por Haydn y llegamos hasta Bartok y Shostakovich", clases de historia y solfeo y, por supuesto, "las seis horas diarias de estudio del instrumento", explica, con su tonada cordobesa intacta.
En su primer año, Sami dice que ya ha notado los cambios. "Estoy bárbaro, me siento cómodo, porque ha sido un gran cambio para bien y se nota en mi ejecución. Ya noto la mano de mis profesores, que están puliendo todo..."
El cordobés, que se perfeccionó en Buenos Aires con Rafael Gintoli, está feliz con su notable trío de maestros actuales: "Mis profes siempre me sorprenden con lo que tienen para decirme en cada clase. Hablamos de cuestiones técnicas musicales y de cómo será la vida profesional que me espera", comenta entusiasmado.
Y no es para menos: los que pasan por la Juilliard tienen una carta de presentación valiosísima para abrirse paso en la carrera profesional como solista, que es a lo que apunta el joven cordobés, que se radicó en Nueva York junto a sus dos hermanos y su madre, mientras que su padre, según cuenta, la pelea en Córdoba en un negocio de indumentaria. Ya para su segundo año, que empezará en dos semanas, Sami se prepara para presentarse en un par de concursos internacionales de primer nivel.
Los maestros de música
Las historias de Sami Merdinian y Horacio Lavandera son los ejemplos más avanzados de un nutrido grupo de adolescentes talentosos que año tras año intentan desarrollarse como músicos en la Argentina. Tres factores -además del talento- son claves para lograrlo: el apoyo de la familia, encontrar a tiempo el maestro adecuado y contar con la posibilidad material de concentrarse en el estudio.
El violinista Rafael Gintoli, maestro de Sami y de otros dos teenagers en ascenso (la cordobesa María Belén Almada y Javier González) cuenta: "Los italianos dicen de nosotros que somos una olla a vapor en constante ebullición. Aquí los que se dedican a la música buena, los que encuentran el camino como para hacerlo bien, sienten esa necesidad de proyectarse y de hacerlo con esfuerzo y a pesar de todo", explica a LA NACION.
Según Gintoli, lo que caracteriza a estos chicos es "su gran fuerza motriz interior. Y en el momento en que encuentran un maestro que los incentiva, tienen una rápida vía para expresar lo que quieren y sentir el apoyo por hacer una carrera". La adversidad, según el violinista, los forja para enfrentar la dureza de la carrera musical. "En un medio bastante hostil, ellos tienen la perseverancia, la paciencia. Los maestros les enseñamos a tenerla y eso implica una gran concentración. En ese aspecto, la música ofrece para quien la estudia bien la oportunidad de llegar a una gran concentración y vida interior propia."
El pianista Antonio de Raco, el orgulloso maestro de Horacio Lavandera y docente "por vocación, y desde hace muchísimos años", como se ocupa de destacar, concuerda con la idea de que al talento hay que ayudarlo. "Creo que el talento de Horacio es de nacimiento, pero necesita ponerse en ejecución a través de gente que sabe. Hace cuatro años recién empezaba con el piano y su talento estaba latente. En el trabajo con un profesor, logró hacer en cuatro años lo que antes podía haberle llevado diez", sostiene.
En este sentido, tanto Gintoli como De Raco coinciden en que sólo el trabajo duro es garantía de éxito. De Raco sostiene que Lavandera "pasó de ser un chico a un gran pianista, porque se dedica a estudiar ocho horas por día y además de las clases conmigo toma clases de teoría con una pedagoga". También despotrica contra la dispersión de las instituciones oficiales, que no permiten concentrarse en el estudio del instrumento.
La pianista Alicia Belleville, docente de música de cámara, también tiene contacto con jóvenes promesas que le llegan a sus clases , enviadas por el legendario violinista Ljerko Spiller. Ella puso su experiencia y su tiempo en la organización previa de las clases magistrales de Alberto Lysy hasta el año último, y asegura: "Talentos surgen siempre, el tema es la formación. Hay muchas cosas que los distraen. La formación tendría que ser más continua y deberían poder dedicarse a estudiar bien su instrumento antes de ponerse a tocar para trabajar".
Becas y concursos
Hay una tercera pata crucial para sostener el desarrollo de la carrera musical de los jóvenes: el apoyo concreto, esto es económico, para que pueden dedicarse al estudio full time. En este sentido, y a caballo de la crisis económica que afecta a las familias de los chicos, se torna crucial la posibilidad de contar con becas de estudio.
El Fondo Nacional de las Artes y, ya en el campo privado, la Fundación Antorchas, son las entidades que ofrecen anualmente mayor cantidad de becas de estudio en el país y en el extranjero para jóvenes músicos.
Existen otras becas tradicionales, como la Gruneisen, del Mozarteum Argentino, que además tiene un fondo para sostener los estudios de los más chicos; la Beca Drago Mitre, y también concursos de estímulo como los de la Bienal Shell, que organiza Festivales Musicales, entre otros varios emprendimientos.
Ante la retirada progresiva del Estado, sólo así parece posible que talentos como los de Merdinian y Lavandera puedan seguir floreciendo. en la Argentina.
Promesas que asoman
Detrás de Lavandera y Merdinian ya asoman nuevas promesas, como la flautista María Cecilia Muñoz, de 16 años, que viajó becada a la Academia Menuhin de Suiza por la Fundación Bank Boston, o los violinistas María Belén Almada y Javier González, ganadores del premio-beca de la institución argentino-italiana El Sonido y el Tiempo. De Raco comenta que siempre surgen jóvenes promisorios. "En este caso coincidió el hecho de que tengo a varios... Además de Lavandera, está Ivan Rutkauskas, que tiene 11 años, y Nahuel Clerici, de 12". Estos son sólo algunos ejemplos de cómo, gracias a esfuerzos mayormente privados, algunos futuros Martha Argerich o Daniel Barenboim hacen hoy sus primeras armas.
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