La marca de guitarras Gibson sigue en la cuerda floja
El presente de la guitarra eléctrica es más tanguero que rockero. Porque mientras que la canción de Pedro y Pablo era optimista (La guitarra en el ropero ya no está colgada, ya no está colgada / Y si te copás al vuelo no te digo nada, no te digo nada. / Va tu mano cacheteándole sonido / y tu zapatilla rota masticando ritmo. / Una guitarra encendida te pone piel de gallina), el tango cantaba las cuarenta (Vieja viola garufera y vibradora, /de mis años de parranda y copetín. (...) Cómo estás de abandonada y silenciosa, / después que fuiste mi sueño de cantor...).
Hace exactamente un mes se conoció la noticia de los serios problemas financieros que atraviesa Gibson, una de las dos más importantes empresas que fabrican guitarras eléctricas. Algunos creen que va directamente a la quiebra, otros dicen que la cosa no es tan grave. Pero los números asustan. Para no entrar en un default está obligada a refinanciar sus deudas. El 23 de julio próximo es el límite para canjear 375 millones de dólares en bonos. Y a esto habría que sumar otros 145 millones de deuda bancaria si los resultados no son los esperados.
Así como el problema no tiene una única solución, tampoco hay un solo causante. Se supone que los responsables de Gibson hicieron malos negocios en lo últimos años. Pero no es ese el único factor. El menor interés por las guitarras es algo que no solo afecta a la gran empresa de donde salen las clásicas Les Paul y la furiosa SG del rock mundial. Los cambios de hábito también influyen.
Diseccionemos el tema. Gibson está en manos del argentino de origen polaco Henry Juszkiewicz, que con apenas 5 años se instaló con su familia en Rochester, Nueva York. Junto a otros socios, en 1986 adquirió Gibson -la antigua casa de guitarras fundada por Orville Gibson en 1894-.
Como actual CEO, se dice que sus intentos por ampliar el negocio a través de la creación de Gibson Brands fueron los que lo llevaron a la situación actual. Además de ser la fábrica de la famosa ES-335 Lucille de B. B. King, la endemoniada SG del AC/DC Angus Young o la Les Paul de mágicas sutilezas en manos de Robert Fripp, Gibson se convirtió en una marca relacionada con la música de manera más amplia. Hace cuatro años adquirió una línea de productos de la empresa de audio Onkyo y también sumó productos de Royal Philips y WOOX Innovations. Pero, al parecer, las inversiones no dieron los mejores frutos.
Quizás en un plazo no demasiado largo la firma quede en manos de sus acreedores o llegue algún gigante chino para salvarla. De hecho, Gibson creó un nuevo modelo de Les Paul inspirado en el año del perro, con leyendas en chino mandarín en el diapasón, maderas en rojo carmesí y herrajes dorados. Todo un guiño para potenciales compradores (de la empresa, no de la guitarra).
Claro que, seguramente, nadie moverá fichas hasta el segundo semestre de este año. No es lo mismo comprar hoy, cuando Gibson está en compás de espera, que después de agosto, si no supera el default. El precio no será el mismo. Tampoco el de la Les Paul del perro (por el momento se fabricaron 20 y se venden a 6699 dólares).
Sus instrumentos son tan buenos como costosos. Aunque suene contradictorio, eso atenta contra el futuro del negocio. Debe seguir haciendo guitarras de altísima calidad y apostar a las nuevas tecnologías (uno de sus últimos inventos es el GForce Tuning System, el clavijero autoafinable), pero también apuntar a los principiantes que comienzan con modelos más simples y menos costosos.
La marca Epiphone (competidora de Gibson hasta que fue absorbida por la empresa que hoy dirige Henry Juszkiewicz) fue una de esas alternativas con instrumentos más económicos, fabricados en países asiáticos. Pero a veces eso no alcanza.
Así como un vendedor de autos quiere que alguien que hoy sale con un coche de la agencia vuelva dentro de 3 años a comprar otro, algo similar sucede con las guitarras. La primera puede ser el regalo de cumpleaños para un adolescente o de Papá Noel para un chico. La segunda ya será el gran deseo de ese chico o adolescente que fue creciendo y madurando su relación con la música.
A fines de 2016 el titular de la fábrica de guitarras Fender, Andy Mooney, decía que el gran desafío era que una persona se comprometiera con la música (por lo tanto, con la compra de instrumentos) toda la vida. Los tiempos no son los mismos en los que Leo Fender, allá por 1946, en Arizona, vendía las primeras guitarras de su empresa; tampoco los años en los que Eric Clapton les sacaba chispas a las cuerdas del mítico modelo Stratocaster. "Un gran hito para alguien que adopta cualquier forma de instrumento es tocar una primera canción entera", explicaba Mooney.
Pero los hábitos cambiaron. Si bien hay muchos jóvenes que con una guitarra y un micrófono quieren hacerse famosos en YouTube, la realidad es que las guitarras pierden terreno a la hora del ocio, frente a las redes sociales en los celulares o las consolas de videojuegos. Como todo, la vida tiene ciclos. Un siglo atrás (o quizás un poco menos) en muchos hogares había un piano y personas que sabían tocarlo e, incluso, leer música. Pero el piano fue reemplazado por la radio y los discos de vinilo. Algo similar puede pasar con la guitarra.
En los Estados Unidos la estadística general no augura un futuro negro, aunque alerta sobre algunos temas. Según la consultora IBIS World, la industria de la guitarra eléctrica experimentó en los últimos cinco años (hasta diciembre de 2017) un crecimiento sostenido. Sin embargo, algunos lo leen apenas como una recuperación luego de la recesiva década pasada. Por otro lado, como el valor del dólar aumenta fuera de los Estados Unidos, las posibilidades de exportación son cada vez menores.
Además de mover las fichas correctas para no caer en default, el titular de Gibson deberá volver a su San Nicolás natal para rezar y poner en manos de la Virgen del Rosario sus tan preciadas guitarras.
Más leídas de Música
"Una forma de recordar a las seis millones de almas". Barbra Streisand volvió a grabar por una buena causa
¿Qué pasa con el Luna Park? Su programación llega hasta junio y cerraría sus puertas por reformas
Latin American Music Awards 2024. De Thalía a Anitta, todos los looks de la ceremonia que se realizó en Las Vegas