
La voz de la América perdida
Con 32 años, es una de las voces más personales del folklore actual
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Bruno Arias nació en el Carmen, el mismo pueblo jujeño donde surgió un ídolo popular del género, Jorge Cafrune. Una línea de continuidad parece haber entre ese patriarca y este cantor de 32 años, que es una de las figuras más ascendentes del folklore: tres discos editados, un fuerte mensaje social como su contemporáneo Raly Barrionuevo y una banda en vivo que te despeina, seas o no del palo folklórico. "Creo que está bueno poder tener un contenido fuerte en las letras y llegar a poder transmitir un mensaje en la música como Víctor Jara o Violeta Parra, que son mis referentes. Si bien sigo con la temática de reflejar mi identidad jujeña, me gusta despojar al folklore de todas las fronteras e incorporar diferentes ritmos. Por ahí rompo más mi voz y me vuelvo más rockero, pero siempre sin descuidar lo que uno mamó o conoció. Cada vez que canto algo busco que sea verdadero", se define este artista que se presenta en peñas, es figura en los festivales del folklore y que presentará hoy, a las 19, en Groove (Santa Fe 4389) su disco Kolla en la ciudad .
Jujeño y universal, este changuito power fue marcando con su fuerte personalidad cada disco, a partir de la búsqueda de repertorio de nuevos autores o de material olvidado de la quebrada y la puna jujeña. "Mi modelo fue el Coya Mercado, que dejó un legado para la historia de la música jujeña. El se dedicó a recopilar a todos los copleros y músicos anónimos de la Puna. Yo necesité hacer un viaje por toda esa región escuchando a la gente que el Coya ya había grabado 30 años atrás. Pero quería conocer más de mi lugar. Tenés que irte para darte cuenta de que en el lugar donde vivías tenías todo. Eso fue una etapa de construir un mensaje , de que todo lo que toque y cante tenga un fundamento, porque sé de dónde viene", argumenta el artista jujeño, que se vino a Buenos Aires en 2001.
Si en el primer álbum, Changuito volador (2005), Bruno revalorizaba la cadencia de un ritmo popular como el bailecito; y en el segundo, Atierrizaje (2007) se hacía notoria la identidad norteña; en su último trabajo, Kolla en la ciudad , el cantante encontró en las canciones propias y en el poder de los sikuris la fuerza para acompañar el mensaje de los pueblos originarios de toda América. "En este último tiempo compartí la lucha del pueblo qom con Felíx Diaz en Formosa y Martires López en el Chaco; y vi cómo se unieron por primera vez los wichi y los qom, y eso me marcó profundamente", confiesa emocionado. Será por eso que no pasa inadvertido cuando canta, como un grito de rebeldía y esperanza, el himno Jacha Malku: "Cinco siglos resistiendo, cinco siglos de coraje, manteniendo siempre la esencia. Es tu esencia y es semilla, y está dentro nuestro por siempre".



