León Gieco deslumbró al público francés
TOULOUSE.- Cuando León Gieco entonó la frase "Se nos abre la flor de la humedad", de su última canción dedicada a Buenos Aires, la audiencia, en su mayoría francesa, supo exactamente de qué estaba hablando.
Empapados hasta los huesos por una lluvia persistente, apretujados de pie, subidos a paredones y hasta sentados en las copas de los árboles, decenas de miles de personas siguieron el recital del hombre a quien un día antes el matutino Libération había dedicado la tapa completa de su sección cultural -algo nunca visto tratándose de un rockero- bajo los títulos de "rey León" y "Bob Dylan argentino".
Nadie se fue defraudado. De no ser por la intérprete contratada por los organizadores del Festival Río Garonne, que temían que la poesía contestataria de su invitado pasara inadvertida, y cuyos servicios fueron totalmente ignorados sobre el escenario.
La elocuencia mímica del cantautor, la virtuosa pasión de sus músicos (ejemplificada por el guitarrista que, tras romper una cuerda, afinó su instrumento en medio de una canción sin alterar el ritmo) y la mínima colaboración de la comunidad latina mezclada entre los asistentes tornaron todo perfectamente comprensible para el resto.
Así los espectadores pasaron del respeto inicial por el cantante extranjero a la admiración para desembocar aceleradamente en la devoción.
Las canciones de su último álbum, "Bandidos Rurales", que recuerdan irónicamente a los europeos que una vez "nos mandaron los barcos llenos" y denuncia que los "únicos ilegales son aquellos que dejaron libre a Pinochet" fueron aplaudidas con tanto fervor como el clásico pacifista "Sólo le pido a Dios", recientemente grabado aquí por Florent Pagny.
Dos horas de actuación, sin efectos especiales, atuendos multicolores o bailarinas exóticas que artificialmente cautivaran la atención, probaron ser insuficientes para convencer a la mojada audiencia a emprender a retirada, incluso al final. Pasada la medianoche, con un ciclo de cine argentino a la espera de iniciar sus funciones en el mismo parque ribereño de la Prairie des Filtres, la insistente tozudez del público obligó a Gieco a realizar no uno, ni dos, ni tres bises sino más de media docena.
"La gente de otros países se contagia de lo poco que saben de mi trabajo -explicó Gieco a LA NACION, con el ánimo exultante de un atleta al final de la maratón-. Por ahí no entienden la letra, pero sí el contenido. Y después tienen otros elementos como la música, el acompañamiento, que es un poco lo que nos pasa a nosotros cuando escuchamos, por ejemplo, la música de Pink Floyd. No todo el mundo habla inglés en la Argentina, pero su música es muy bien conocida."
"La alegría de bailar la chamarrita con las letras que expresan los problemas cotidianos es justamente el contraste que viven a diario los latinoamericanos. Tenemos un ritmo caliente y una tristeza atroz. Y eso se entiende fácilmente."
Gieco es el primero en admitir que la diáspora argentina provocada por la actual crisis ha redundado en algo positivo para su carrera. Ahora se encuentra en París firmando autógrafos en "Sur" el bar de la comunidad argentina en el boulevard St. Germain y por primera vez en 32 años de actuación, saldrá este mes en venta en España un álbum con una compilación de su obra.
"En la Argentina nosotros adoramos a los artistas españoles, pero en España prácticamente ningún argentino ha tenido éxito -destacó-. Y si ahora me atrevo a hacerlo es porque ahora hay mucha gente que allí presiona. Ahora que estamos en la nueva `dictadura de los préstamos´, muchos latinoamericanos no ya perseguidos, pero sí imposibilitados de ejercer sus profesiones y oficios han emigrado hacia Europa, Australia, los Estados Unidos. Ellos son en gran medida mi nueva audiencia."
Pero no hay peligro de perder a nuestro "Dylan" en medio del exilio porque sufre de "soledad" cuando está mucho tiempo fuera de casa. Y si hace el sacrificio es porque las giras lo enriquecen, no precisamente de dinero, sino musicalmente.
Su paso por Francia, por ejemplo, le ha permitido unir una vez más fuerzas creativas con su admirado Raúl Barboza, el mismo que horas antes puso Toulouse a la audiencia en trance con su chamamé tan tradicional como vanguardista.
"Son artistas como él, radicados aquí, y muchos otros que viven en la Argentina los que contribuyen a nuestro patrimonio. Porque, como digo en una de mis canciones, la cultura sigue siendo la sonrisa. Es lo único que nadie nos puede robar y lo único que llevará a nuestro país genuinas divisas", puntualizó Gieco.
"Contraflor al resto" (Manolo Juárez, Chango y Marian Farías Gómez) y el "ska" de Karamelo Santo tomaron aquí dignamente la posta haciendo frente a numerosos problemas técnicos.
Los mismos que debieron superar Liliana Herrero, la "aplanadora" de rock "Divididos" y los tangueros de la "Pequeña Orquesta de Reincidentes" y el electrónico "Gotan Project".
El festival concluirá hoy con el jazz del quinteto de Javier Malosetti y las últimas creaciones del disco número 33 de "El Flaco" Luis Spinetta.
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