Ligia Piro: una voz enorme para el jazz, la música de Spinetta y hasta los clásicos de Brasil
Intérpretes: Ligia Piro (voz), Nahuel Bailo (piano, teclados), Miguel Tarzia (guitarras), Javier Martínez Vallejos (batería), Magdalena Barla (coros) y Fernando "Fefe" Botti (bajo, contrabajo, dirección musical). invitados: Ricardo Lew (guitarra), Rano Sarbach (guitarra), Juan Cruz de Urquiza (trompeta), Lito Vitale (piano) y Kevin Johansen (voz). Teatro: Coliseo. Nuestra opinión: muy bueno.
Del tango y del teatro que venía de sus padres al jazz que la convirtió en una artista independiente de su herencia. De la música afronorteamericana al folklore, la canción latinoamericana, el folklore argentino, el pop, el rock nacional y hasta –sólo muy eventualmente– el tango. Y ahora, un retorno al jazz clásico que no desdeña a Amy Winehouse o a Sting.
Así podría resumirse muy rápidamente la carrera de una mujer que ha madurado en todos los terrenos, que hace mucho que dejó de ser "la hija de", que se puede dar los gustos que quiera con los repertorios porque tiene expresividad, garganta y entrenamiento vocal de sobra y porque en simultáneo ha podido generar una convocatoria que le permite llenar teatros como el del Coliseo con un estilo que no es precisamente masivo.
Esta vez, Ligia Piro se subió al escenario con el principal objetivo de presentar su nuevo disco Love, apuntado fundamentalmente a varias de las canciones más conocidas de Cole Porter, George Gershwin, Bart Howard, Duke Ellington, Guy Wood o Carl Fisher, a las que sumó, como decíamos, composiciones más modernas que podemos asociar mucho más al pop o al rock que al jazz. De tal modo armó su espectáculo pensando en el álbum y lo organizó en tres partes bien diferenciadas: jazz y música sajona en el comienzo y en el final y un largo bloque intermedio con piezas de Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Jorge Fandermole y muchísimos samba y bossa nova promediando el show. El quinteto de base fue el mismo que participó del disco, con Nahuel Bailo en piano y teclados, un sorprendente Miguel Tarzia en las guitarras, Javier Martínez Vallejos en batería y Fefe Botti en los contrabajos y la dirección musical, más los coros de Magdalena Barla.
Hasta aquí, algo que puede ser considerado como una crónica, en una descripción que termina diciendo muy poco sobre lo muy bueno que fue el concierto de la Piro. Porque, como siempre, se hizo enorme en el jazz; y surge la tentación de decir que sigue siendo su mejor territorio. Ella misma bromea con que sus versiones son tan interesantes como las de Frank Sinatra, pero lo cierto es que adquiere una gran altura cuanto interpreta títulos como "I’m Beginning to See the Light", "They Can’t Take that Away from Me", "Fly Me to the Moon", "Summertime", "Love for Sale", "My One and Only Love", "Ain’t No Sunshine" (con Kevin Johansen en voz invitada) y, sobre todo, "The Man I Love o Cry Me a River", su brillante caballito de batalla, ya sobre el final de la noche. Pero entonces, aparecen piezas de estilos totalmente diferentes y también allí es muy interesante: cuando canta "Durazno sangrando" –con un excelente Juan Cruz de Urquiza en la trompeta– o "Barro tal vez", de Spinetta; cuando interpreta la "Canción del remanso", de Fandermole con Lito Vitale al piano; cuando hace clásicos brasileños sentada junto a sus músicos sobre el borde del escenario y en versiones semiacústicas. O cuando demuestra, en definitiva y a contramano de lo que marcaría la lógica comercial, que el mercado puede confundirse cuando se topa con grandes artistas.ß Ricardo Salton