En una charla exclusiva con LA NACION, la cantante norteamericana que días atrás se presentó en Lollapalooza Argentina habla de Portals, su nuevo álbum
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Desde pequeña, Melanie Martinez se caracterizó por ser una persona extremadamente sensible y por darle un lugar especial a la expresión de sus emociones. Pero los primeros años de escolaridad y el bullying le hicieron creer que ese “sentir demasiado” era un símbolo negativo de vulnerabilidad y le dejaron asignado un apodo: “Cry Baby” (Llorona). A lo largo de los años descubrió que en lugar de un estigma, aquello era una fortaleza y decidió transformar esa humillación en una bandera para presumir orgullosa. Cry Baby se convertiría en un personaje que definiría su camino artístico y en el álter ego que la llevaría a ser una estrella de pop alternativo.
El préambulo para que todo eso suceda fue un inicio en la música bastante autodidacta, cantando en el sótano de su casa, escribiendo poesía y grabando sus propias canciones en videos caseros que luego subía a Youtube. Entre otras de las tantas aficiones de esta joven neoyorquina estuvo siempre la fotografía y la fascinación por narrar historias, lo cual unido a lo musical, daría como fruto un combo creativo clave en la formación de su visión artística. Su primer puntapié hacia la fama fue en 2012, cuando quedó seleccionada para participar en la edición norteamericana del reality The Voice como parte del equipo del cantante Adam Levine. Si bien no fue la ganadora, cautivó a todos y fue una de las “joyitas” que dejó huella en el concurso televisivo.
Sin embargo, Melanie tenía claro que quería ser reconocida como artista y no como la exconcursante de un talent show. Afortunadamente, lo consiguió. Construyó su identidad artística y con el tiempo tanto su música como su concepto estético la llevaron a destacar en una propuesta única y singular. Consiguió un contrato con Atlantic Records y en 2015 lanzó Cry Baby, su álbum debut, armado como un cuento de fantasía y basado en los traumas e inseguridades de un personaje con el mismo nombre que el disco. De estilo pop con tintes alternativos, encontró inspiración en sonidos de juguetes e imágenes de la infancia y compuso canciones sobre dramas de la vida real adulta desde una perspectiva añiñada. Con la intención de contar una historia a través de un trabajo conceptual y cohesivo, cada canción estuvo acompañada de un videoclip que ella misma ideó, dirigió y protagonizó. Para cada uno de ellos creó un universo de dualidades, teñido de colores pastel, peluches y muñecas con toques sombríos, oscuros e inquietantes, en un estilo alineado con Tim Burton.
K-12 se convirtió en su segundo álbum de estudio y fue acompañado por una película escrita y dirigida por ella misma. En clave de musical, el film siguió fiel a la estética creepy cute (con algunas reminiscencias a El Gran Hotel Budapest, de Wes Anderson) y fue la continuación de la historia de Cry Baby, esta vez en su paso por la escuela y sus años adolescentes. Si bien enmarcadas dentro de un universo fantasioso, las canciones y escenas fueron compuestas para retratar cuestiones como los trastornos alimenticios, los cambios en el cuerpo, el acoso escolar y el primer amor, así como también una crítica al sistema educativo y a los medios.
Luego de una pausa de un tiempo sin nueva música, en febrero de este año la cantante publicó en sus redes sociales un video en el que se ve un hongo que lleva grabado “R.I.P. Cry Baby” (Cry Baby descansa en paz). Y es que Melanie decidió enterrar esas etapas que la hicieron crecer para dar comienzo a la de Portals, su nuevo álbum, que si bien trae consigo una identidad visual distinta a las anteriores, sigue teniendo a la misma protagonista, más allá del plano terrenal.
“Portals exclama que la muerte es vida, es muerte y es vida, es muerte y es vida. Un bucle continuo. Un círculo”. Así presenta su era actual, con unos videos que se han vuelto virales en Tik Tok e Instagram, y en los que se ve la gestación de una criatura que podría ser una mezcla entre un alien y un ser mitológico, muy al estilo Björk. En una época en la que reinan los singles, sigue apostando por un trabajo conceptual, en el que a lo largo de trece canciones construye un recorrido que comienza con la muerte (el primer tema es “Death”) y termina con el nacimiento de la vida (el último track es “Womb”, que se traduce como útero). Si bien sigue fiel a crear universos surrealistas e imaginarios, se puede reconocer una madurez en sus letras, así como también una experimentación sonora con nuevos géneros, principalmente a través de la marcada presencia de beats y guitarras.
Durante su regreso a Lollapalooza Argentina, el 18 de marzo pasado (su primera visita fue en la edición de 2017), la artista presentó algunas de sus nuevas canciones en vivo por primera vez y habló con LA NACION sobre su actual proyecto discográfico.
-¿Qué pasó con Cry Baby?
-Si observan el final de K-12, hay un momento en el que ella está pensando si seguir la luz e irse para el otro lado del portón que se abre ante ella. Creo que ya se habrán dado cuenta de que decide atravesarla y finalmente ir para el otro lado.
-¿Qué fue lo que inspiró este nuevo álbum y esta nueva etapa en tu carrera?
-Durante varios años me dediqué a estudiar lo que se conoce como “Regresión a vidas pasadas” y leí bastantes libros de diferentes autores. Es una terapia que utiliza la hipnosis para llevarte a una vida pasada o a un estado en el que estuviste muerto básicamente, y a lo que pasó en ese estado de defunción. Estuve investigando sobre el tema por un largo tiempo, tratando de armar y conectar una historia de principio a fin, desde la muerte hasta la reencarnación. Todo el álbum va desde la muerte hasta el nacimiento y está basado en estos libros y en todo este concepto de que seguimos vivos como almas incluso cuando ya hemos muerto, de que nuestro paso por la tierra es temporal y para lograr nuestro crecimiento personal más alto. Superamos obstáculos para poder tener esas oportunidades de crecimiento y evolucionar como espíritus. Quería mostrar que Cry Baby es un alma y no sólo un ser humano. Hay más allá de ella como persona. Esta es ella en ese estado entre la muerte y la vida, y su viaje a través del cosmos.
-Eso explica un poco también el nombre que elegiste para el disco...
-Exacto. Portals (Portales) me pareció una buena representación de lo que significa moverse a través de diferentes dimensiones. Significa abrir una puerta y hace referencia a esa habilidad de trasladarse de una era del pasado a una totalmente nueva. Sentí que ese nombre transmitía muy bien la idea que venía trabajando.
-¿Ese volver de la muerte del que hablás en tus canciones es también un mensaje para tus fans?
-¡Sí! Si se presta atención a la letra de “Death”, la mayor parte está escrita desde un ida y vuelta con mis fans. Las primeras líneas son: “Están tallando mi nombre en la tumba otra vez / Las flores están frescas y sus rostros con lágrimas / Mi cuerpo ha muerto pero aún estoy viva / Mirá por encima de tu hombro, he vuelto de entre los muertos”. Esa soy yo hablándoles a mis fans. Luego hay una parte que dice: “Cuando no estás cerca, me hundo en el suelo / Trato de fingir que estoy más cerca tuyo”. Eso es desde la perspectiva de ellos, sobre todo en ese tiempo en el que no estuve muy activa en redes. Sé que fue muy duro para muchos porque sienten esa conexión conmigo, con mi música y con la interacción que he tenido con ellos a través de los años, pero es un recordatorio de que todos cambiamos, crecemos, evolucionamos, y de que ya no tengo 19, si no casi 28. Mi meta es seguir evolucionando y convertirme en una mejor persona y artista. Me encanta que mis fans hayan crecido junto a mí a lo largo de estos años. Es realmente hermoso poder vivir eso con la gente.
-¿Este álbum tendrá alguna narrativa visual como los anteriores?
-Sí, tengo en mente una película para este álbum, escribí el guión hace dos años. Estoy esperando reunir todos los fondos necesarios porque así funcionan las cosas, pero mientras estoy trabajando en algunos videoclips para poder crear una identidad visual que acompañe la música. Si consigo los fondos pronto, quizás podamos empezar a rodarla este año y luego lanzarla en algún momento el año que viene, pero obviamente no puedo prometer fechas porque eso está siempre fuera de mi control. Siempre trato de sacar la mayor cantidad de material posible, porque lo disfruto y es divertido para mí pero, a su vez, hacer una película no es fácil, estoy esperando esa oportunidad para crearla y mostrarla al mundo.
-¿Cuál de todos los procesos creativos que llevás adelante es el que más disfrutás?
-Son todos muy diferentes. Hacer música me lleva mucho más tiempo que hacer un videoclip, por ejemplo. Puedo idear el concepto del video en un día, pero hacer música conlleva mucha paciencia y hace que me frustre conmigo misma. Es más difícil crear todo un álbum que se conecte de principio a fin, que tenga todo un argumento y que sea parte de una trilogía como Cry Baby, K-12 y Portals. Hay muchos pensamientos e ideas, y luego hay que unir todas las piezas. Es como si tuviera dos pequeñas antenas en mi cabeza y cuando conectan puedo concretar un mensaje. Crear música es una experiencia extracorporal y es por eso que necesita más tiempo y paciencia, no lo podés forzar, hay que dejarlo fluir.
-¿Cómo sentís que ha evolucionado tu música desde tus comienzos hasta ahora?
-Cuando empecé a hacer música con Cry Baby me enfocaba mucho en tratar de crear una historia sobre otra persona, como si no se tratara realmente sobre mí o sobre lo que estaba atravesando. Con el correr de los años todo se volvió más personal porque sentí un deseo y una necesidad de expresarme desde un punto de vista más propio, según lo que siento. Muchas veces me puse barreras que me prohibían ser yo misma, pero ahora trato de pensar primero en cómo aquello que estoy haciendo se relaciona conmigo y cómo puedo expresarlo desde mi visión, en lugar de contar una historia cualquiera. Hoy siento que todo lo que hago es mucho más personal.
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