Música del Renacimiento
Como "recital escénico" se define el espectáculo "¡Oh, ciegos amadores!", que ofrecerá hoy, a las 19.30, en el auditorio San Rafael (Ramallo 2606), el sexteto vocal Cantabile.
Hay varias razones para calificar de original a este encuentro. En primer lugar, se trata de seis varones que cantan con los registros propios de los coros mixtos, incluyendo por cierto las voces de soprano y contralto, gracias a que cuenta con dos contratenores (es decir: la tesitura más aguda), a los que se agregan dos tenores y dos bajos. En segundo lugar, por tratarse de una dramatización del nudo argumental de las canciones, cuya temática gira en torno del amor; es decir, con desplazamiento escénico de los muchachos del sexteto para expresar ya las penas de amor, ya la picardía del juego amoroso. En tercer lugar, se trata de obras (sobre todo villancicos y madrigales) del Renacimiento español, recogidas de los añejos Cancioneros de Palacio, de Upsala, de Medinacelli, más sonetos y villancicos a cuatro y cinco voces de Juan Vázquez y, en el final, como para olvidar esos avatares del corazón, la conocida "ensalada" de Mateo Flecha "La bomba".
Los protagonistas, a quienes guía la mano maestra de Betty Rodríguez, son los cantantes Cristian Haberstroh y Juan Federico Gercovich (contratenores), Facundo Rodríguez y Lucas Gattinoni (tenores), Alfredo Gómez y Nicolás Gattinoni (bajos), a los que se sumará, en algunos tramos del concierto, la guitarra española de Adrián Ramírez, en calidad de invitado.
El prestigio de Betty Rodríguez como directora de coros y grupos de cámara creció al fundar en 1991 el Vocal del Angel, antológico grupo de unos dieciocho jóvenes cantantes que significó un brillante mojón en la música coral interpretada por argentinos. No solamente nos dejó lecciones de musicalidad con obras de los románticos alemanes, sino que dio alas a magníficos arreglos de emblemáticas obras de la música folklórica argentina, de tangos de Troilo y la Serie del Angel, de Piazzolla. El grupo se disolvió al cabo de diez años, cuando Betty debió radicarse en Londres por razones laborales de su marido.
Raíces argentinas
-Le asigné particular importancia a la música argentina porque me di cuenta de que no la incluía la mayoría de los coros argentinos -dice Betty-. Pero la cuidaba como si fuera Brahms. Además del ajuste, la afinación, el color, la frescura, me propuse reflejar el paisaje, los lugares. Esto tiene que ver con mi amor por nuestra música, que me conmueve, y nos permite redescubrirla a cada momento en fraseos, acentos y mil detalles. Por cierto que también cantamos obras de Guastavino, Caamaño, Balzanelli. Y me entusiasmaron los arreglos de Mario Wittis, Eduardo Ferraudi, Camilo Matta, Hugo de la Vega, Ricardo Mansilla y Liliana Cangiano. Recuerdo que la primera que hice fue "Por un viejo muerto", de Damián Sánchez. El Vocal no fue popular. Participamos en encuentros corales, en centros culturales, iglesias. No supe desempeñarme como manager, ni tuve un representante.
-¿Cómo se te ocurrió acometer ahora solamente obras del Renacimiento español y con un grupo vocal masculino?
-Me lo sugirió mi guitarrista Francisco Gato, que en el disco que editamos toca guitarra renacentista, vihuela y percusión. Me dijo: "A estos muchachos les caería bien el Renacimiento". Todos integraron el Vocal del Angel y tienen alrededor de 25 años. Unos desde su fundación, y otros, incluso, de mi Coro de Niños. El vocal del Angel fue una etapa. No pude refundarlo porque varios siguieron distintas carreras profesionales. La pérdida era muy grande como para recuperarla. Y estos muchachos decidieron seguir conmigo. Este concierto lo hemos bautizado "¡Oh, ciegos amadores!, título de un madrigal de Guerrero, que sintetiza la temática del amor en el Renacimiento. Lo venimos preparando desde 2001, tanto técnica vocal como repertorio. La búsqueda fue difícil por las exigencias técnicas y estilísticas. Por ejemplo, encontrar durante nuestros ensayos en la iglesia de Martínez- las posibilidades del registro agudo en los dos contratenores, de los que uno es tenor y el otro barítono. Empezamos a probar con varias obras de ese cancionero español. No sólo debíamos ser fieles al espíritu de cada obra, sino desatar las posibilidades de juegos e improvisación que ellas encierran. Yo había regresado de Londres en 1999 y entonces retomé el Vocal del Angel. Traía discos de allá para compartir con ellos. Por ejemplo, de King´s Singers, que habían empezado con música antigua, luego romántica y finalmente muy buenos arreglos de Los Beatles. Siempre había soñado con dirigir un grupo de varones. Al preparar estas obras de Juan del Encina, Juan Vázquez, Francisco Guerrero, Mateo Flecha y otros, percibí -sin que los contratenores recurrieran al falsete- nuevos y fascinantes timbres; diría de un cálido "color masculino".
-¿Será ésta la única presentación de este repertorio?
-Por ahora sí. En otras dos fechas ofreceremos obras de Palestrina, Victoria, Durufle, Rheinberger, Poulenc, Tallis y nuestro Fernando Moruja, música sacra a capella. El primero, el 8 de junio, a las 20, en la iglesia Santa Teresita, de Martínez, y el segundo el 12 de julio, en la iglesia Metodista Central, de Rivadavia al 4000.
-Tu prestigio es altísimo, sobre todo entre tus colegas directores.
-Traté de capacitarme todo el tiempo. Empecé en Córdoba, desde los 8 años hasta los 13, cantando en el coro de niños de Herbert Diehl. El me inculcó el amor por la música y la alegría de cantarla. En mi adolescencia canté en la Iglesia Metodista Central obras del repertorio universal con Rodolfo van der Meulen; luego con el grupo Música para Todos (un repertorio de clásicos y populares), con Pablo Sosa. Hice un curso de Renacimiento español con Néstor Zadoff, que fue lo que más me entusiasmó para encarar este desafiante repertorio, y sigo profundizando el estudio de las obras del Romanticismo con Néstor Andrenacci. Pero quien signó mi trayectoria como directora de coro fue Oscar Castro, mi primer profesor de dirección coral en el Collegium Musicum. Fue con el coro de Oscar que descubrí el placer y la pasión de dirigir. Aprendí muchísimo de todos ellos y les agradezco profundamente.
Obviamente, entre las mayores virtudes de Betty Rodríguez, que la distingue entre los directores argentinos de coros, amén de la musicalidad, el rigor, la calidad y las empatías estilísticas, se destaca la de haber acogido siempre en su repertorio la música clásica y la popular.
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