Spinetta brilló en Francia
TOULOUSE.- Con las manos en plegaria y la mirada elevada al cielo, Luis Alberto Spinetta lanzó desde el escenario lo que pareció ser un grito ahogado: "Yo debí haber cometido algún pecado serio recientemente. ¿Por qué, si no, esto? Tiene que ser un castigo de Dios". Sus palabras apenas podían ser escuchadas por la multitudinaria audiencia empapada sobre el césped de la Prairie des Filtres por un chaparrón que había cortado en su mejor momento el concierto de "jazz blanco con corazón negro", de Javier Malosetti, y acababa de convencer a las autoridades de Toulouse de la necesidad de cancelar por adelantado el Festival Rio Garonne. Y con ello el debut de El Flaco en Europa. Los intentos del fundador de Pescado Rabioso por satisfacer al público sólo con su guitarra acústica y hasta cantando a capella se vieron frustrados por la decisión de los técnicos de no habilitar "por razones de seguridad" ni un solo micrófono.
La calamidad del Cono Sur pareció por un momento haberse aliado con los obstáculos del Primer Mundo para arruinarles a todos la noche. Pero el tozudo fervor de los espectadores, muchos de los cuales habían viajado más de 500 kilómetros para escuchar al "poeta del rock argentino", aunado con la buena voluntad de los organizadores y de los artistas, tornaría el desastre en una de las mejores veladas del festival.
Media docena de llamadas telefónicas, varias idas y venidas y, finalmente, el concierto previsto para las 22.30 se concretaría a la una de la madrugada de ayer en Puerto Habana, un café-concert de salsa y música latina del otro lado de la ciudad, de pronto invadido por un aluvión de franceses y rioplatenses. "¿Este señor es latinoamericano?", preguntó al barrista uno de los habitués, acostumbrado sólo a los ritmos calientes de la rumba y la cumbia, al escuchar los primeros acordes de la guitarra del argentino que a él le sonaban "casi, casi, como la de un Eric Clapton".
Las letras que hablaban en criollo del amor en la ciudad, del valor del amor y de la paz en las relaciones humanas respondieron de inmediato la inquietud sobre la nacionalidad aun cuando El Flaco proclamó sobre el escenario: "La música es universal".
Tres décadas de talento encerrado "más por accidente que por intención" en nuestras fronteras fueron descorchadas con singular maestría ante una audiencia que, a las 3.30, pedía más y más. "¿Pero ustedes no tienen que ir a trabajar?", terminó por preguntar en perfecto francés un desconcertado Spinetta. "Mais, non! Mais, non!", fue la respuesta. Con todas las canciones de su último álbum, "Silver sorgo", en el haber, otras tantas de Fito Páez y el recuerdo de un concierto en Barcelona en apenas 16 horas, lo único que le quedó al grupo (Malosetti en bajo; Daniel Wirtz, con una ensordecedora batería; Claudio Cardone, en teclados; Martín García Reinoso, en guitarra) fue entonar "Ana no duerme" haciendo con las manos gesto de almohada.
"Nunca imaginé que mi debut en Francia sería así -señaló a LA NACION Spinetta cambiando la guitarra por una lapicera para firmar autógrafos-. Estoy aliviado artísticamente y muerto físicamente. Fue una gran experiencia." Apenas comenzada su primera gira por el Viejo Continente, el autor de "Fina ropa blanca" ya está pensando en nuevas composiciones. "Está por salir un disco que grabamos en vivo en diciembre último y estoy preparando un disco en estudio con temas nuevos -comentó-. De ser posible lo sacaré este año, de modo de redoblar mi esfuerzo, porque dada la situación en la que está el país yo creo que el canto de los poetas se tiene que alzar."
"Tengo unas canciones bastante lindas, pero aún las estoy trabajando. Las más viejas son del año pasado. No tengo demo, ni siquiera notas de ellas. Las llevo dentro de mí y con la guitarra acústica las estoy sacando ahora con el mejor sentimiento que les puedo poner." Spinetta dio aquí lección de poesía frente a la adversidad. Y lo hizo ante un público que vino a descubrirlo y se fue con ganas de idolatrarlo. Muchos de ellos eran jóvenes músicos que aprovecharon para pedirle consejo. El maestro les sugirió "atreverse a volar".
"Hay mucha música comercial rondando, alguna detestable, y es por eso importante que no se dejen fijar en sus cabezas el objetivo único del éxito limitando así su frontera musical", sugirió. Mejores palabras no podrían haberse escogido para poner punto final a un festival que en seis días resumió lo mejor en materia artística del Río de la Plata. Y lo hizo con tanto éxito como para persuadir al alcalde de Toulouse, Philippe Douste-Blazy, a cambiarle tanto el nombre como el sentido. A partir del año próximo se llamará simplemente Festival Río Loco y dejará de rendir pleitecía a regiones de ríos tan famosos como exóticos para abocarse exclusivamente al arte del mundo latino.
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