
Strummer, uno de los grandes
En 1976, mientras los monstruos del rock progresivo agonizaban después de dominar la escena del rock por más de un lustro, en los oscuros rincones de Londres comenzaba a gestarse un culto que seleccionaba lo más crudo del rock: el punk. Influido por diversas asperezas como los Who, Peter Hammil y su Van Der Graaf Generator, el David Bowie espacial, Lou Reed y los incorregibles personajes de "La naranja mecánica" (el film de Kubrick), y contra toda la parafernalia que desplegaban las bandas líderes del momento, la juventud que se enrolaba en el punk quería tocar rock fuerte, muy fuerte. Combates a todo o nada desde el escenario y fuera de él. Ropa de cuero para los hijos de los desocupados de Inglaterra que cobraban su seguro social y lo invertían en instrumentos y equipos.
Ese año, John Graham Mellor, guitarrista y cantante de los 101´ers (cultores de un rhythm & blues salvaje), fue bautizado Joe Strummer (algo así como José Rasgueo), justamente por cómo apaleaba su guitarra en los shows. Una noche tuvieron como teloneros a un grupo que rompía con todo lo que se escuchaba en el under (y fuera de él). Eran los Sex Pistols. Desde entonces, Joe ya no quiso más R&B. Quería hacer eso. Y buscó los músicos para conseguirlo: se juntó con Mick Jones, Paul Simonon y Tory Crimes. Y empezó la historia de los Clash. Antes de que terminara el año ya estaban listos para salir en el Anarchy Tour junto con los Pistols y los Damned. No pudieron. Las autoridades municipales prohibieron la gira.
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Los Clash hicieron de la dinamita punk un compendio de músicas diversas y mensajes combativos que todavía hoy resultan desafiantes. "The Clash" (el debut), "London Calling" (álbum doble), "Sandinista" (triple LP) y "Black Market" (los singles) son testimonios de una de las bandas más poderosas y eclécticas que dio la historia del rock. Fueron más allá de la cuadratura punk; más allá de lo que se esperaba de los adolescentes gritones y rebeldes de los tardíos setenta, y más allá, incluso, de lo que exigía la moda.
A pesar de que el punk se convirtió en un constante generador de grupos que hoy continúan con fuerza esa línea estética, Strummer nunca quiso reunir a los Clash. Decía que no quería dar lástima ni llorar por aquello que habían sido. Hizo algunos álbumes como solista, tocó con los Pogues, grabó algunos temas para bandas sonoras. Según él, volvió a sentir aquella magia de los comienzos cuando formó a los Mezcaleros. Podía revivir la magia que había sentido con los Clash. Por fin, había regresado a esa excitación que supo contagiarles a las generaciones que le siguieron.
Strummer murió hace pocos días, antes de Navidad, a los 50 años. Fue uno de los grandes.
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