
Torres y Schneider: brillante versión de "La bella molinera"
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Quinto concierto del ciclo anual organizado por Ars Nobilis. Recital de canto con la actuación del barítono Víctor Torres y la pianista Diana Schneider. Programa: "Die schöne Müllerin" ("La bella molinera"), de Franz Schubert, con textos poéticos de Wilhelm Müller. En el Auditorio Ameghino.
Nuestra opinión: excelente.
Imposible resulta sustraerse al encanto de este ciclo de canciones, eminentemente lírico, que Schubert compuso a los 26 años, cuando su genio atisbaba una proyección sustancial en su estilo de creación e insospechadamente en el de las grandes formas musicales. Esa seducción que aún hoy ejercen sobre el oyente las canciones de "La bella molinera" cobró nueva vigencia en esta oportunidad gracias a dos traductores altamente compenetrados del espíritu de su música, como lo son Víctor Torres y Diana Schneider.
Si bien Schubert, obviamente, no inventó el lied, junto a la aparente ingenuidad acompañada de tenue nostalgia -tan sólo uno de sus rasgos- le infundió toda la fuerza de un nuevo estilo en el que aquel candor corre parejo con un carácter a veces enérgico, potente y aun punzante. Claro está que quizás esto es más perceptible en el "Winterreise" ("Viaje de invierno") o en otras páginas posteriores, que poseen un sesgo trágico.
"La bella molinera" no es una excepción, pese a haber sido el primero de los ciclos que compuso; nunca se desdibujan los rasgos de su fraseología, pero se insinúan nuevos horizontes para la gran forma sinfónica, utilizando como módulo estructural la canción, a la que colma de potencia lírica.
Provisto del hilo conductor de los poemas de Müller, el compositor sigue las alternativas emocionales del poeta, sus ansiedades e incertidumbres, temores y esperanzas, su permanente recurrencia al arroyo,insustituible metáfora que refleja las alternativas de su anhelo amoroso y también la constante mutación de la vida misma.
Un original ensamble
El texto poético se une a la música gracias a la compenetración que Schubert logra con la escritura pianística, creando el clima emocional que servirá de base para el canto. En este aspecto, la labor de Schneider fue significativa, siguiendo en todo momento la línea vocal de Torres, de expresión siempre cálida, con esa mezcla de frescura juvenil y espontaneidad que mejor conviene al carácter de los lieder y a la expresión romántica. El fraseo del piano y la voz siguieron un concepto unificado y el balance se mantuvo constante en toda la obra, que fue ofrecida sin solución de continuidad y con gran unidad de sentido. El cuidado puesto por Torres en la dicción alemana, en el matiz emocional de cada palabra y la expresión musical dio óptimos resultados en "Wohin" ("¿Adónde?") y en "Danksagung an den Bach" ("Gratitud al arroyo"), con notable fluidez. También su timbre tuvo significativos acentos en "Am Feierabend" ("En el atardecer"), y el fraseo adquirió sutileza en "Der Neugierige" ("El curioso"). Sin duda como expresión del más apasionado romanticismo, fue en "Ungeduld" ("Impaciencia") donde la fusión del clima sonoro y la expresión cantada alcanzaron un empinado logro con la reiteración del vehemente estribillo ("Dein ist mein Herz...").
Un arte inefable
Una expresión de la intraducible Gemütlichkeit que la música de Schubert refleja como pocas fue la versión de "Morgengruss" ("Saludo matutino") por la plácida serenidad,la nostalgia y el grato sentimiento de comunión con la naturaleza a flor de piel que se inicia con "¡Buenos días, bella molinera!". El intimismo se destacó en "TrŠnenregen" ("Lluvia de lágrimas").
La exaltación pasional fervorosa alcanzó otra de sus máximas expresiones en "¡Mein!" ("¡Mía!"), sobre un vivo ritmo pianístico al que la voz de Torres confirió vigorosos acentos; el inteligente trabajo pianístico alcanzó un clima especial en "Eifersucht und Stoltz" ("Celos y orgullo"), así como el fraseo expresivo en "Die liebe Farbe" ("El color amado") tuvo lúgubres acentos en los pasajes finales, apenas insinuados, como el dolor escondido del joven peregrino. Aquí, el vibrante final -con voz bien sostenida- produjo un crescendo admirable, con aire marcial, en el número siguiente "Die bšse Farbe" ("El color odiado").
La apelación romántica a la muerte, siempre subyacente en Schubert, tuvo expresión cadenciosa, con finos matices y vibrantes acentos, en "Trockne Blumen" ("Flores secas"). Otro momento magníficamente situado antes del cierre del ciclo fue "Der Müller und der Bach" ("El molinero y el arroyo"), con un logrado efecto de diálogo y alternancia entre los modos menor y mayor, una suerte de meditación elegíaca previa al descanso final junto al arroyuelo, y a la vez, parábola de todo viajero en su retorno, que Torres y Schneider tradujeron con notable grado de tierna penetración emocional en el número final de la serie: la "Canción de cuna del arroyo".
El ciclo de "La bella molinera" que estos intérpretes ofrecieron en Ars Nobilis hizo patente, una vez más, el elevado nivel de los músicos locales cuando se abre para ellos un espacio auspicioso.
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