Un espacio mágico para la ópera

Opera La Bohème , de Giacomo Puccini en versión para orquesta reducida de Mario Parenti. Elenco: Mariana Schemper (Mimí), María Bugallo (Musetta) Carlos Duarte (Rodolfo), Luis Gaeta (Marcelo), Fernando Grassi (Schaunard), Walter Schwarz (Colline), Oscar Grassi (Benoit y Alcindoro), Sebastián Russo (Parpignol). Régie: Horacio Pigozzi. Escenografía: Facundo Lozano. Iluminación: Sandro Pujía. Vestuario: Martín Churba/Julieta Ascar. Coro de la Faculta de Derecho de la UBA. Director: Martín Palmieri. Coro de Niños: Directora: Rosana Bravo. Auspicio de la embajada de Italia. Sala de Ciudad Cultural Konex. Próxima función: hoy, a las 20.
Nuestra opinión: muy bueno

No es una representación convencional de la más difundida ópera de la historia del género. El mágico espacio crea una sensación desconocida. La antigua fábrica semiderruida permite el funcionamiento de dos o tres salas, en las que con acertado criterio se representan la obra de Puccini y el musical Rent , de Jonathan Larson. Y el resultado artístico es positivo. La música, la bohemia, el amor, la miseria, el dolor más profundo surgen respetuosamente, todo aparece como un colosal esfuerzo para no traicionar al creador de un auténtico teatro cantado. Por fortuna, la obra ayuda en sus dos primeras y en la última escena para un realismo bien logrado de la bohardilla y del Café Momus. No así cuando, en el tercero, hay que recurrir a un cuadro descarnado de frío helado y ventisca para hacer más dolorosa la realidad. La escena fija impide el cambio imprescindible y tampoco ayuda la iluminación. Aquí se debería aguzar el ingenio. Es sólo la música de Puccini y la imaginación de cada espectador las que completan las imágenes ausentes. Es el verdadero secreto del teatro.

Los cantantes transitan por la partitura sin mayores sobresaltos. Todos son avezados y consagrados cantantes nacionales y se los escucha de maravillas, porque el lugar posee una condición acústica insospechada. Pocas veces las voces desde un escenario se aprecian con tanta presencia y volumen. ¡Qué bueno hubiera sido que todos ellos aprovecharan para cantar sin esfuerzos en la emisión, para dar prioridad al decir y al fraseo delicado! Pero se observa con absoluta claridad actores consumados, como no es habitual en las representaciones líricas. Está la mano de un régista, que aporta ideas nuevas, pero todas ellas de una espontaneidad humana conmovedora. Es teatro, es un conjunto de seres humanos que viven un drama intenso y todos parecen no estar representando, sino que son sus personajes. Un detalle fue emotivo: observar a un padre con su hijo en la vida real, encarnado a personajes tan disímiles como Benoit, Alcindoro y Schaunard de modo admirable.

Y cómo no valorar los aportes de tantos niños y de un conjunto coral en la escena en el Barrio Latino de París, que también fueron pequeños actores. ¡Qué ejemplar actitud la de los coros, cuyos integrantes aman y aceptan actuar, caracterizarse, maquillarse y moverse con la mayor naturalidad! Eso es respeto al director de escena, pero más es amor a la magia del teatro.

Se anuncian funciones diversas a las 20 y a las 16.30 (la duración es de dos horas), pero creemos que tanto La Bohème como la comedia musical Rent podrían estar en cartel mucho más. Claro que no deja de ser atractivo El barbero de Sevilla , de Rossini, para niños, a las 11 de la mañana, a partir del 18 de mayo, ni Don Pasquale , de Donizetti, en agosto y en septiembre. Un menú que, además de gracioso, sirve para una contribución fundamental: acercar a nuevos públicos al arte complejo y único de la ópera.

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