Nostalgias con acento español

Algunos llevarán en el recuerdo la valseada melodía de "Violetas imperiales" asociada a la imagen de una radiante Carmen Sevilla en la corte de Napoleón III. Otros, los desbordes melodramáticos de Aurora Bautista en "Locura de amor" o "Agustina de Aragón". Habrá quien haya soltado alguna lágrima enternecida ante la límpida candidez de "Marcelino, pan y vino" y quien se haya quedado pensando entre risas después de asistir a las esperanzas frustradas de una España golpeada por la guerra en "Bienvenido míster Marshall". Y habrá en fin -cuestión de edades-, quien asocie el cine español con la pandilla adolescente de "Adiós, cigüeña, adiós", con el negro humor corrosivo de Rafael Azcona, con las ingeniosas y bienintencionadas chácharas radiales de José Sacristán o con las desfachateces de las chicas Almodóvar. Porque aun con altibajos, intermitencias y paréntesis que a veces se prolongaban más de lo aconsejable, el cine español supo mantener siempre cierta presencia en nuestras salas.

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Aun en las épocas en que la mordaza franquista sólo dejaba espacio a un cine popular en el que revoloteaba el canto y el baile de las fábulas folklóricas, siempre había estrellas del cine español que también brillaban en estos cielos. Y era ésa una popularidad que ya no se alimentaba solamente de la nostalgia de los muchos inmigrantes siempre atentos a las novedades del Gloria o el Gran Victoria, baluartes de la pantalla hispana. El éxito de "El último cuplé" y de toda la serie musical de Sarita Montiel y el del humor farsesco y cruel de "El verdugo" -por poner un par de ejemplos- demuestran que existía un público interesado que excedía largamente los límites de la colectividad.

El espectro se amplió muchísimo más cuando en las postrimerías del régimen franquista, empezaron a despuntar los films que daban un testimonio crítico de la realidad de España. El público local aprendió a estar atento a las tentativas de Carlos Saura -"La caza", "El jardín de las delicias", "La prima Angélica"-; se dejó cautivar por la magia de "El espíritu de la colmena" e incorporó a José Luis López Vázquez, Alfredo Landa, Ana Belén y José Sacristán a su álbum de rostros conocidos.

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Y pronto, con la muerte del generalísimo, el fenómeno alcanzó su momento cumbre. En la voz de los actores españoles, los argentinos escuchaban decir todo lo que aquí se les obligaba a callar. Y aunque la censura puso piedras en el camino, siempre algún soplo liberador lograba atravesar esas barreras cuando los cineastas españoles, que se habían puesto a examinar los traumas de su pasado, parecían hablar de abusos y cerrojos dolorosamente presentes de este lado del mar.

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Tan estrecha relación, sin embargo, parece haber naufragado últimamente en los caprichosos mares de una globalización cuyas corrientes apuntan en una sola dirección, con punto de partida en Hollywood. Uno se pregunta qué experiencia del cine español podrán tener los espectadores más jóvenes si, salvo Almodóvar que ya tiene marca registrada y circula por vías más internacionales, el contacto ha quedado prácticamente paralizado.

De modo que no cabe sino celebrar la revisión de "Hitos del cine español" que a partir del jueves propone la infatigable Cinemateca en la sala Lugones. Y también, con las debidas reservas, el desembarco de "Airbag", que tal vez opere el milagro de restablecer un vínculo que nunca debió interrumpirse.

Por Fernando López

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