Celina Rucci y Diego Casado Rubio, unidos por una historia de dolor y esperanza
La actriz, ganadora de una de las ediciones de Bailando por un sueño, superó un diagnóstico de leucemia y decidió plasmar su experiencia en una ficción escrita por el reconocido dramaturgo
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A veces, los caminos se bifurcan. En otros casos, se unen multiplicando sus sentidos. Algo de eso sucedió en el cruce de Celina Rucci -actriz, conductora y exvedette alejada del medio artístico- y el dramaturgo y director Diego Casado Rubio -responsable de joyitas escénicas como la pieza Millones de segundos-, quienes, a partir de la vivencia personal de Rucci, diagnosticada con leucemia en plena pandemia, entablaron un maridaje creativo que devino en la publicación de la novela La mujer que le hablaba al techo (Planeta), de reciente publicación.
La historia de esta confluencia creativa comienza así, Rucci había trabajado en teatro junto con el productor Juan Borraspardo, marido de Diego Casado Rubio. Allí se conocieron, pero sin que mediara ninguna intención laboral compartida. Sin embargo, la vida se encargó de unirlos, será por eso que el dramaturgo es consecuente en remarcar algunas señales significativas.
“Cumplimos años el mismo día, el 9 de octubre. El año pasado, un día antes de esa fecha, fui al cine a ver La habitación de al lado, la primera película que Pedro Almodóvar filmó en Nueva York. Tenía mucho interés en verla porque trata el tema de la eutanasia. En una de las escenas, se ve a los personajes de Tilda Swinton y Julianne Moore delante de un vidrio enorme y, detrás, la imagen de un atardecer en medio de una nevada. En ese momento, apareció en mí el rosto de Celina. Hacía tres años que no teníamos contacto directo, salvo en una oportunidad en la que había visitado Nueva York y ella fue anfitriona porque se encuentra radicada en los Estados Unidos”.
Aquella representación, casi un holograma de su imaginación, hizo que Casado Rubio lo decodificara como una señal para contar la situación de salud que venía atravesando la actriz. “Fue una especie de mandato, inmediatamente la llamé, le encantó la idea y fue muy clara en lo su deseo de no convertir el material en una autobiografía ni en un libro de autoayuda”.
-¿Por qué?
Celina Rucci: -Durante 2020, cuando tuve que estar mucho tiempo encerrada en mi casa y dentro de un hospital, mi terapeuta me había recomendado que escribiera.
-¿Escribiste?
Rucci: -Mucho, se fueron acumulando páginas enteras. No sabía si quería que todo eso se convirtiera en un libro, pero tenía muy claro que no iba a producir un material de autoayuda o plenamente autorreferencial. No tengo algo extraordinario para contar.
-Celina, ¿te parece que no tenés algo extraordinario para contar?
Rucci: -Mi historia es como la de millones que transitan cáncer. Uno, como artista, lo vive muy teatralmente, con intensidad y dramatismo, pero también con positivismo. Por supuesto, también hubo mucho dolor en el medio.
Diego Casado Rubio: -A mí, en cambio, siempre me pareció muy rica su historia. Hubo que poner en palabras cómo se le mueve el piso a una persona a la que le dicen que se va a morir a los 42 años.
-¿Te lo dijeron literalmente?
Rucci: -En los Estados Unidos, el sistema de salud tiene que ser muy transparente porque, si obviaron decirte algo, podés hacer un juicio. Los médicos tienen la obligación de decirte las cosas como son.
Casado Rubio: -Le dijeron que había un noventa y tres por ciento de posibilidades de muerte y que tenía solo el siete por ciento de posibilidades de sobrevivir.
Rucci: -Fue así, tenía solo el siete por ciento de posibilidades de sobrevivir.
Casado Rubio: -Cuando me contó eso, rápidamente entendí que no podía ser otra cosa que una novela.
Rucci: -Le fui clara, la novela debía tener inspiración en lo que a mí me había sucedido, pero atravesada con mucha ficción y entendiendo eso como un desafío para el lector, al no saber qué fue real y que es creación pura de la novela. Ese juego es lo más rico de este material.
Casado Rubio: -El libro habla de las creencias y de las señales. La película de Almodóvar fue una señal para mí.
-Diego, ¿por qué te volcaste a la novela y no a plasmar la experiencia a través de una pieza teatral?
Casado Rubio: -Ya había escrito una novela y tenía ganas de reincidir.
-Podría haber sido, quizás, un biodrama escénico...
Rucci: -No hago esto para volver al público que ya tenía o conquistar a los jóvenes. No busco que mi nombre vuelva a estar en una marquesina de teatro o regresar a la televisión.
Casado Rubio: -Hay un equilibrio entre su historia y la ficción, eso convierte el libro en una novela, en literatura.
Rucci: -Más allá de los ficcional, tenía claro que quería ver reflejados mis escritos y mi forma. Le insistí mucho con el humor, sobre todo el humor negro, que fue una herramienta para transitar mi proceso de enfermedad, aunque nunca quise ser la voz narrativa.
-¿Por qué te embarcaste en esta aventura que, a priori, poco tiene que ver con tu recorrido artístico?
Rucci: -Esto tiene un solo fin, salir de mi zona de confort y la idea es dar un mensaje muy claro.
Casado Rubio, español que vivió muchos años en Buenos Aires y actualmente reside nuevamente en Madrid, fue el autor y director de La cápsula, pieza que se vio en nuestro país, protagonizada por Emiliano Dionisi, y que toca el tema de la eutanasia. La tensión entre la vida y la muerte ha aparecido en no pocos títulos de la carrera del realizador.
Diagnóstico
Rucci recién había comenzado su relación con el médico Federico Girardi cuando se instaló en los Estados Unidos, “pensando que también podría hacer corresponsalías para América TV desde Nueva York”. El acuerdo estaba sellado, trabajaría para el programa de Pamela David, su íntima amiga y quien le presentó a su actual pareja.
“Nos instalamos, en marzo de 2020 apareció la pandemia y en mayo me diagnosticaron leucemia”, rememora la actriz.
-¿Cómo das con el cuadro? ¿Qué síntomas tuviste?
Rucci: -Todos los meses de octubre me hago chequeos generales, por suerte, siempre tuve una salud maravillosa. En mi caso, y no hay que generalizar, un día me levanté y noté unos puntitos importantes en las manos.
Su marido le sopla la palabra “petequias”, que remite a esa suerte de sarpullido. “Pensé que me había quedado dormida sobre la mano y se me había marcado”.
-¿Qué dijo tu esposo?
Rucci: -Enseguida se dio cuenta que había algo más, le envió una foto a un colega hematólogo, quien le pidió que me acercara urgente para hacerme estudios de sangre. Me di cuenta que las cosas no andaban bien cuando me pidieron que los repitiera. No entendía qué se decían los médicos, pero el lenguaje corporal era claro. Me mandaron a mi casa y ahí mismo sentí que algo estaba muy mal. Unas horas más tarde, apareció Federico en casa, llorando, diciéndome que había que internarme urgente. En menos de veinticuatro horas tuve que asimilar que tenía leucemia, que mi cuadro era grave y que no se sabía cuándo saldría del hospital.
La primera certeza de estar transitando una leucemia devino en un tratamiento exitoso, pero, al tiempo, la enfermedad volvió a aparecer: “Cuando dejé de estar en remisión y recaí con nuevas células cancerígenas en mi médula, sí o sí, la opción era el trasplante. No había otro plan posible. Me venía tratando con quimioterapia, con efectos muy fuertes y un cuerpo muy débil, pero llegó un momento en el que la solución era trasplantarme, pero, si no aparecía el donante, quería significar que había llegado mi hora”.
Cruda. Sin medias tintas, quien fuera una “chica Sofovich” cuenta su experiencia. Conmueve y emociona, pero se la ve espléndida, con la belleza intacta con la que supo conquistar el teatro de revista y la comedia de puertas, y convertirse, gracias a su buena técnica, en una de las campeonas del ciclo Bailando por un sueño, conducido por Marcelo Tinelli, en una explosiva temporada 2007, con el formato al tope del rating.
Lo suyo, en gran medida, había sido la exposición del cuerpo y de su imponente porte. De hecho, protagonizó una audaz y sonada producción para una reconocida publicación vinculada al erotismo.

Ese mismo físico, pletórico de sensualidad, fue el que le puso un freno. Habló. Pasó facturas en torno a una vida que, en la intimidad, sorteó varios escollos de esos que duelen mucho.
La separación de Claudio Minnicelli, con quien había adoptado a dos niñas, la diezmó. Rucci ya era madre de un varón fruto de una relación anterior. Aquel matrimonio con el empresario apodado “Mono”, que parecía inquebrantable, duró poco más de una década. A ese dolor se sumó la decisión de sus hijas de vivir con su padre y no con ella.
-Celina, a pesar del diagnóstico extremo y desalentador, saliste adelante. Tomando tus términos anteriores, “no había sido tu hora”.
Rucci: -Podría haber sucedido. El trasplante de médula tiene sus características. El donante puede ser tu hermano, si es que tiene menos de cuarenta años y es compatible, pero yo soy hija única, así que mis datos genéticos ingresaron al banco universal de donantes.
-¿Temiste que no apareciera la posibilidad?
Rucci: -Tenía una tranquilidad total, me decía “soy argentina y los argentinos somos quejosos, pero solidarios”. Estaba convencida que, en nuestro país, iba a encontrar mi donante.
Toda esa elucubración surgió mientras transitaba su enfermedad en su residencia en los Estados Unidos, lugar al que se mudó cuando inició su relación con el cirujano Federico Girardi (se casaron el año pasado en una isla griega).
A pesar de su fe en la solidaridad de los argentinos, rápidamente se enteró que la “Argentina es uno de los países con menos donantes voluntarios, pero eso no dice que los argentinos seamos egoístas, sino que carecemos de información”.
Rucci grafica la crudeza de la falta de conocimiento con una anécdota: “Caminando por la playa en Río de Janeiro, mi papá me dijo ´hija, no te molestes, pero, ¿me mostrarías la cicatriz? ´. Eso habla de lo poco que sabemos porque el trasplante de médula ósea no requiere ninguna incisión, es una transfusión. Si mi padre, que me acompañó día a día, creía que me habían hecho una cirugía, qué podemos esperar de quien está alejado del tema. La gente debe pensar que es como que te sacan un pulmón o un riñón. Para donar médula ni siquiera tenés que pedirte el día de trabajo, hay que educar a los pibes para que entiendan que tienen un gran poder en sus manos y que el trámite es muy sencillo”.
Finalmente, el trasplante llegó de parte de una mujer francesa. “No nos conocemos, pero le agradezco el amor. En el libro, le escribí una carta a ese ser imaginario para mí, pero que existe”.
Rucci ha sido donante, un hábito del que hoy hace otra lectura: “Cuando me hacían las transfusiones sentía mucha paz, pensaba cómo estaba volviendo toda esa sangre que había donado a través de los años”.
Acaso por eso, el libro tiene en la actriz la misión de educar, “sobre todo a los jóvenes, en la última hoja hay un código QR que te lleva a la página de Incucai (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante)”.
-Diego Casado Rubio cree hasta en los signos de la nieve, vos, ¿en qué creés?
Rucci: -Siempre me costó entender a la humanidad y sus dolores y las ausencias, en muchos casos, de las religiones. Creo que, cuando la mano humana toca la divinidad, le deforma la bondad, pero creo que hay un Dios todopoderoso que nos ama y tiene un propósito y que hay un mundo con hechos mágicos, pero desconfío de las instituciones.
-Sos resiliente en cuanto a tu salud, pero también en torno a aspectos de tu vida personal y familiar.
Rucci: -Es la vida que me tocó, no me puedo comparar con otras personas. Hubiese elegido que fuese mucho más tranquila, pero también entiendo que todo eso, mi fortaleza, se forjó a partir de todo lo que pasé. Durante mucho tiempo sentí soledad, pero, a modo de crítica, debo decir que me puse una gran coraza y me costó mucho amigarme con mi sensibilidad, con llorar en público. Jamás me imaginé llorando frente a una cámara.
-¿Hoy también?
Rucci: -Agradecé que, en este momento, no estoy llorando desconsoladamente.
Casado Rubio: -Está llorando todo lo que no lloró antes.
Rucci: -Me lo permito.
El humor va y viene entre ambos. Un buen camino para plantear los dolores más insondables. Mientras, Casado Rubio reconoce que “ella no me entendía al principio, porque me involucro mucho con las historias, pero mi emoción no es sufrimiento, sino empatía”.
A un costado, Federico Girardi observa la escena, como husmeando en un universo muy desconocido por él: “Cuando me la presentaron no sabía quién era, no consumo nada que tenga que ver con la farándula”.
Proceso de escritura
El 3 de enero de este año, hace casi doce meses, Diego Casado Rubio viajó a Nueva York, donde se encuentra radicada la actriz, para recorrer las calles de la zona donde vive, visitar el hospital donde se atiende, conversar con su círculo más reducido. “Estuve un mes conviviendo con ella, charlando, entendiendo”.
Durante el primer encuentro compartido, una nueva señal inquietó al dramaturgo: “Estábamos tumbados conversando en un piso 33, frente al edificio Chrysler, era un día de invierno con pleno sol, pero, de pronto, comenzó a nevar. Era la misma imagen de la película de Almodóvar. Nevaba con sol”.
“Él cree en todo, pero yo, para creer en algo tengo que haber barajado mil opciones y ahí concluir en un ´puede ser´”, reconoce Rucci. En esa diferencia se dio la posibilidad del amalgamiento entre ambos. “Ella transitó la enfermedad y tiene un poder de transmisión de sensaciones muy fuerte”, afirma el escritor.
-Celina, ¿tuviste miedo?
Rucci: -Aún hoy tengo miedo, pero la saqué barata. Ya pasé por todos los estados anímicos de un paciente oncológico. No soy la misma persona que entró, por primera vez, con su bolsito a un hospital. Por la gente que vi partir al lado mío y por los que esperan un donante, la divulgación es mi misión, es lo mínimo que puedo hacer.
Agradecimiento Novotel Buenos Aires (Av. Corrientes 1334, CABA).
Datos útiles
Incucai (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante). Ramsay 2250, CABA. Tel. (54 11) 4788.8300 | 0800.555.4628 Mail: contacto@incucai.gov.ar
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