Casada desde hace tres meses con el polista Clemente Zavaleta, la joven italiana pasa sus días en la Argentina
Apenas abre la puerta muestra su mejor sonrisa que, dicho sea de paso, no desaparecerá en ningún momento de la charla. Isabelle Strom (26) saluda en perfecto español, aunque su marcado acento francés enseguida delata su origen. Jineta profesional y empresaria, tres meses atrás su casamiento de ensueño –en el Château Sainte Mesme, propiedad de su familia– con el polista Clemente Zavaleta (28) –el único heredero varón de la trilliza María Emilia Fernández Rousse– la puso en el mapa de la prensa local. Sin embargo, del otro lado del Atlántico, su familia y su apellido son muy conocidos: Isabelle es nieta del aristócrata y magnate francés Robert Zellinger de Balkany, gran amigo del rey Juan Carlos, y dueño de uno de los mayores imperios de centros comerciales del Viejo Continente.
Instalada en Pilar, alejada de sus afectos y de los trajines del jet set, Isabelle se anima a una charla íntima y se muestra muy ilusionada con su nueva vida de casada, que, por el trabajo de su marido, la lleva a ser "ciudadana del mundo", como ella dice. "Mi padre es noruego, mi mamá, franco-húngara, estoy casada con un argentino y vivo entre Palm Beach, Pilar y París. Es difícil decir quién soy, ¿no?", arranca ella misma, entre risas.
–¿Ya te acostumbraste al país?
–¡Por supuesto! Más allá de las veces que vine durante los tres años que estuve de novia, conocía muy bien porque en 2009, cuando estaba por terminar Administración de Empresas, hice un intercambio y me instalé seis meses con dos amigas. Vivíamos en el centro y fue muy divertido porque fuimos a las Cataratas del Iguazú, Cafayate y Ushuaia, entre otros lugares divinos. Por otra parte, mi padre [Birger] y mi hermano [Robert] juegan al polo, así que conocía a mucha gente. A mí me encanta viajar, y de hecho, con mi marido llevamos una vida un tanto nómada. Mis amigas me preguntan si extraño y les respondo que no porque mi hogar es donde esté Clemente.
–¿Cómo se conocieron?
–En una fiesta, cada uno estaba con un grupo. Apenas empezamos a hablar nos dimos cuenta de que estábamos ligados de toda una vida, aunque no lo sabíamos. Es que sus padres venían al campo de mi familia porque mi suegro jugaba allí al polo. O sea que él, a los 4 años, ya paraba en casa, en Sainte-Mesme. Al lugar lo llamaban "Zavaletaland" porque todos los hermanos de mi suegro jugaban en la zona. No había forma de que el casamiento no se celebrara allí. Además, en la misma iglesia se casaron mi abuelo, mis padres, mi tía, y me bautizaron. Calculo que para mis suegros también habrá sido muy emocionante volver a ese campo para ver casarse a su hijo.
–¿Qué es lo que más te enamoró de él?
–Es difícil decirlo… Me gusta todo. Sus ojos, su mirada… Pero, sobre todo, cómo me trata, me respeta y me escucha.
–¿Hubo una propuesta formal?
–Sí. Primero le preguntó a papá, que enseguida dijo que sí porque lo adora. Después pasamos tres meses acá, aunque yo me tuve que volver a Francia para seguir saltando y ocupándome de mi empresa. En marzo, cuando nos reencontramos, me dijo que no quería que estuviésemos más tiempo separados y fijamos fecha: 25 de julio.
–¿Cuál es tu mejor recuerdo de aquel día?
–Fue perfecto. No es fácil preparar una boda, pero tampoco hay que complicarse, tiene que ser el día más lindo de tu vida. Y así lo fue. Guendalina Litta, que es mi madrina y una gran ambientadora, se ocupó de todos los detalles porque llegué dos meses antes de la boda. Estoy muy agradecida con los amigos y familiares que viajaron para acompañarnos. En cuanto al vestido, era un sueño, y fue una creación de Gilles Neveu. El también me hizo el de compromiso, que celebramos a fin de año acá. Además, mis suegras, como les digo cariñosamente a Emilia y sus hermanas, cantaron en una cena previa que ofrecimos. Y en la fiesta estuvieron los Gipsy Kings. Había muy buena onda. Y mi padre y mis hermanos dieron discursos muy emotivos.
–¿Es verdad que entre los invitados estaban Athina Onassis y Charlotte de Mónaco?
–Estaba la hermana de Athina, pero no ella. Julio es un mes complicado porque son plenas vacaciones y cada uno tiene sus compromisos. A las dos las conozco y solemos coincidir en las competencias de salto, aunque no participamos en las mismas categorías: Athina salta 1,60; yo, 1,45 y Charlotte, 1,30. Son muy buenas personas, buenas amigas.
–¿Cómo empezó tu pasión por la equitación?
–Fue natural, mamá es fanática y nos subió a un caballo antes de caminar. Ahora formo parte, además, de un equipo, Sens O Riel, con otras dos jinetas francesas. Yo soy su embajadora. Mientras estudiaba en la universidad, hacía en paralelo equitación. Pero al recibirme, y después de hacer una pasantía en L’Oréal, les dije a mis padres que mi gran pasión eran los caballos y no dudaron en apoyarme. Ahora que estoy casada, tengo mucha suerte porque donde vamos por el polo de Clemente, yo puedo saltar. Cuando estoy en Francia monto todos los días porque hay que ejercitarse. Después, cuando estuvimos en Wellington tenía dos caballos y ahora me van a llevar otros dos a Dubai.
–¿Dónde transcurrió tu infancia?
–En París, aunque nací en Milán y al año, hasta que cumplí 6, nos instalamos en Londres por el trabajo de mi padre, que siempre se dedicó al Real State de centros comerciales. En ese momento todavía no trabajaba con mi abuelo, con quien ya hace veinticinco años que trabaja.
–¿Cómo es la relación con él?
–Genial. Lo llamamos Ape, es una persona muy cariñosa, lo vemos mucho y es un superabuelo. A pesar de su trabajo, se hace tiempo para su familia. Pasamos fiestas y vacaciones juntos. Ayer me llamó, por ejemplo, a ver cómo nos estamos acomodando, porque recién nos vinimos hace dos semanas. Lo quiere mucho a Clemente, le encanta y hablan mucho. Yo también me llevo superbien con mi familia política y es muy lindo que así sea, porque los dos nos separamos de nuestros afectos mucho tiempo.
–¿El o tu padre te asesoraron cuando abriste My Fashion Lab?
–Nada. Las familias nos apoyan y alientan, pero esto es algo nuestro. Si nos equivocamos o acertamos es nuestra responsabilidad. Es un emprendimiento que me representa porque me encanta la moda, aunque no sigo a nadie en especial. Todo empezó en 2011. Con dos grandes amigas, Eleonore de Ganay y Astrid van Weddingen, concretamos esta empresa de bijou y accesorios creados por designers que son muy talentosos pero no conocidos. Al principio fue una tienda online con cinco diseñadores; hoy tenemos a cien, y vendemos, además, en dos locales: uno está en Rue de la Ponte y el otro en Rue Gonelle, que acaba de abrir. Lo lindo es que como se trata de ediciones limitadas, comprás algo que no todo el mundo va a tener. Yo aprovecho los viajes para conocer nuevos creadores.
–Con tantos viajes y compromisos, ¿tienen planes de ser padres pronto?
–Ahora nos vamos a Abu Dabi, donde Clemente va a jugar… No sabemos, somos jóvenes. Y yo quiero seguir compitiendo. Por el momento, lo importante es que somos muy felices juntos.
Texto: Lucila Olivera
Fotos: Soledad Rubio
Producción: Georgina Colzani
Maquillaje y peinado: Victoria Policcella, para Estudio Correa, con productos Lancôme