La realeza celebró en Estocolmo el final feliz de un romántico noviazgo, el de un hijo de un Rey con otra “cenicienta”
Los novios de Suecia no se conformaban con una boda real perfecta. Querían, además, un casamiento personal, desde el corazón, y no escatimaron tiempo ni esfuerzo a la hora de implicarse en la organización. Fue un proceso que vivieron con nervios hasta el último momento. Especialmente el príncipe Carlos Felipe, quien tuvo que contenerse para no derramar una lágrima mientras esperaba a la novia en el altar.
Sofía entró en la capilla del Palacio Real del brazo de su padre, Erik Hellqvist, mientras sonaba "Father in Heaven", de Enya. Vestía un diseño de Ida Sjöstedt confeccionado en crêpe de seda, con aplicaciones bordadas a mano de encaje del español José María Ruiz, proveedor de telas de alta costura para los mejores ateliers. El traje, ceñido, tenía mangas largas y escote en pico, y dejaba ver a la altura de su moño su tatuaje del sol. A punto de convertirse en princesa de Suecia, avanzó por el pasillo mientras saludaba con una sonrisa a los invitados –que se pusieron de pie para recibirla– y con la mirada puesta en el altar, donde su prometido la esperaba junto a su best-man, su amigo Jan-Åke Hansson, al que conoció durante su época de estudiante en el internado Lundsbergs.
AL ALTAR CON EL PRINCIPE
Carlos Felipe salió al encuentro de su prometida, quien se inclinó para hacer una reverencia protocolar a los Reyes. En el pasillo central de la capilla, el padre de la novia entregó su hija a su futuro marido. Estelle de Suecia, sobrina y ahijada del novio, formó parte del cortejo nupcial junto con las gemelas Chloé y Anais, hijas de Patrick Sommerlath –primo de los príncipes Victoria, Magdalena y Carlos Felipe–, y Tiara, ahijada de Sofía.
Lars-Göran Lönnermark, capellán del Rey y obispo emérito, ofició la ceremonia junto con Michael Bjerkhagen, predicador de la congregación de la corte sueca. La princesa Victoria, muy emocionada, se acercó al altar para leer la Primera Carta a los Corintios: "El amor es paciente, es bueno; el amor no tiene envidia, no se jacta, no se envanece; no se comporta indebidamente, no busca lo suyo, no se enfada, no piensa mal…", leyó. Las dos hermanas de Sofía, Lina y Sara Hellqvist, se encargaron del resto de las lecturas.
Desde los tiempos de Magnus Ladulås, a finales del siglo III, siempre hubo una capilla en el Palacio de Estocolmo. La actual fue inaugurada en 1754 y se la conoció en sus orígenes como Tres Coronas. Como tal, es la iglesia de la corte sueca, un lugar recogido y en consonancia con el rango de la boda.
En sintonía con la liturgia luterana, que incluye la bendición de los anillos y el intercambio de alianzas, Carlos Felipe, expresó: "Yo te tomo a ti ahora como mi esposa para compartir la felicidad y la tristeza y para serte fiel hasta que la muerte nos separe". La novia repitió sus palabras y se intercambiaron los anillos mientras Salem Al Fakir cantaba "Fix You", de Coldplay.
UN DESFILE IMPRESIONANTE
Dos horas antes del inicio de la ceremonia, fueron llegando por orden de preferencia príncipes y princesas, nobles y aristócratas de todo el mundo. Y es que, con el permiso de los novios de Suecia y de la familia real, los representantes de las Casas Reales fueron los otros protagonistas del enlace: la impresionante reina de Holanda, Matilde de Bélgica, Nicolás y Tatiana de Grecia, la princesa Takamado de Japón, los condes de Wessex… También las monarquías escandinavas. La familia real danesa fue casi en su totalidad: Margarita de Dinamarca, sus dos hijos, los príncipes Federico y Joaquín, y sus respectivas mujeres, las princesas Mary –madrina de la princesa Estelle– y Marie. Sólo faltó el príncipe Henrik, marido de la soberana, y aún se desconoce el motivo de su ausencia. La corte noruega estuvo representada por la reina Sofía, los príncipes Haakon y Mette-Marit y la princesa Marta Luisa con su marido, Ari Behn. El rey Harald tampoco pudo asistir, ya que tenía otro compromiso.
Terminada la celebración, los novios abandonaron la capilla mientras Samuel Ljungblahd cantaba con un coro "Joyful, Joyful", basada en la parte final de la Sinfonía Nº 9 de Beethoven. Desde las instalaciones militares de Skeppsholmen se dispararon veintiuna salvas de cañón con intervalos de cinco segundos y, minutos después, los recién casados salieron a la explanada de palacio para saludar, mientras Suecia estallaba en vítores y redobles de campanas.
UN CARRUAJE HISTORICO
En un coche tirado por caballos, Carlos Felipe y Sofía recorrieron el centro de Estocolmo saludando a la gente. Se trató del mismo carruaje fabricado por L.V. Nylund, que eligieron para su paseo nupcial los reyes de Suecia en 1976, la heredera del trono, Victoria, en 2010, y la princesa Magdalena en 2013. Miles de ciudadanos los esperaron para tirarles pétalos de rosas y saludarlos con banderas y coronas de fantasía y de cartón. Para asegurar el cumplimiento del programa nupcial, los acompañaron el Batallón Dragón de la Guardia Real –cuyos integrantes antiguamente eran conocidos como los Jinetes de las Tierras Altas–, los Dragones de la Vida –con casco de plata y plumas blancas–, que montaron sus caballos con el nombre del Rey en sus charreteras, los Guardias Reales –de uniforme azul oscuro–, los Granaderos, la élite de soldados de la tropa con sus sombreros de piel de oso y la bandera de la compañía del Rey bordada por la reina Luisa, y los Guardaespaldas de Gustavo Vasa, además de un impresionante despliegue policial.
EN EL BALCON DEL LEON
Desde la fortaleza militar de Skeppsholmen, se dispararon de nuevo veintiuna salvas que anunciaban la llegada de los novios a palacio, donde los recibieron con besos y abrazos los Reyes y sus hermanos. Carlos Felipe se dirigió por primera vez a sus conciudadanos desde el soleado balcón –Lejonbacken (‘colina de león’)– ya como un hombre casado. "Permítanme que les presente a mi querida esposa, la princesa Sofía. Quiero darles las gracias humildemente por haber elegido venir y compartir nuestra alegría". Tras la intervención de su hijo, el Rey tomó la palabra y agradeció a los ciudadanos su presencia. Después, se quitó la gorra de almirante y promovió una ronda de aplausos y ¡hurras! para los novios, que se besaron una, dos y hasta tres veces.
EL REY SE DECLARA FELIZ
Tras la tradicional foto familiar, el Rey dio la bienvenida oficial a los invitados con un "Skål!" y tomó la palabra antes del primer brindis. Mientras se dirigía a los recién casados, declaró lo feliz que estaba de celebrar la boda de su hijo en el mismo lugar que lo vio nacer y les recordó que desde ahora serán "uno solo". Después, enumeró las virtudes de Carlos Felipe –tanto las deportivas como para el diseño, su pasión por el medio ambiente o la gran carrera militar que desarrolló–, y le dio la bienvenida a la nueva princesa de Suecia, de quien destacó su labor humanitaria y aseguró que están muy orgullosos de ella. Lo más emocionante fue, sin dudas, cuando habló del amor. "Carlos Felipe y yo tenemos algo en común: tuvimos éxito en la búsqueda de la mujer perfecta, alguien fantástico con quien compartir nuestras vidas. Realmente es sorprendente la felicidad y la unión que encontraron el uno en el otro. Es agradable ver cómo sacan lo mejor de cada uno, cómo se complementan". Por su parte, Carlos Felipe, aseguró: "No exagero cuando digo que te amo, Sofía. Nuestro amor lo vence todo".
UN PALACIO DE SIETE PISOS Y SEISCIENTAS HABITACIONES
El banquete nupcial tuvo lugar en Vita Havet, el salón Mar Blanco. Esta combinación de residencia real, lugar de trabajo y monumento histórico-cultural convierte el Palacio Real de Estocolmo en único entre las residencias reales de Europa. Construido en estilo barroco por el arquitecto Nicodemus Tessin, este impresionante edificio tiene siete plantas y más de seiscientas habitaciones. Entre ellas, la biblioteca Bernadotte, con la colección de cien mil libros y medio millón de fotografías que pertenecieron a los reyes y reinas Bernadotte a lo largo de casi dos siglos, y las dependencias de la Cámara del Tesoro, que contiene las insignias reales y emblemas del reino. Aquí se puede ver la espada de Estado de Gustav Vasa, la corona, el cetro y el orbe de Erik XIV, así como la corona de Luisa Ulrica.
EN HONOR A LA PRINCESA
Las mesas, vestidas para la ocasión con la mantelería adamascada de Klässbolsde, de más de un siglo de antigüedad, albergaron un festival de sabores, de colores, de texturas... Y de vajillas con el emblema sueco de las tres coronas, cristalerías y cuberterías bañadas en oro. El menú fue elaborado pensando en la princesa Sofia: el primer guiño a la novia fueron unos espárragos blancos "Princesa Sofía", cocinados en jugo de flor de sauco con huevas de Älvdalen –una pequeña localidad en la que pasó su niñez– y emulsión de ciboulette. Después, se sirvieron langostinos cocidos a fuego lento con cilantro y vieiras aderezadas con mandioca y arvejas partidas. El plato principal fue la perca del lago sueco Hjälmaren, con verduras caramelizadas con "crème fraîche" y manteca ahumada. De postre se sirvieron tartaletas de durazno y frambuesa con sorbete de chocolate blanco, champagne y durazno. Todo ello maridado con dos tipos de espumante, vinos de las regiones francesas de Alsacia y Sauternes y un Pinot Noir de la región vinícola sudafricana de Elgin, en consideración otra vez a la novia, muy comprometida con las causas sociales en Africa. El final del banquete nupcial fue la torta de bodas, compuesta por doce pasteles iluminados con adornos florales. Y después… el baile, que se celebró en la galería de Carlos XI, inspirada en la sala de los Espejos del Palacio de Versalles. Los novios abrieron la pista con "El vals de Sofía", escrito por Pelle Arhio e interpretado por Per Bredhammar. Una pieza que, aunque fue compuesta para otra Sofía, que se casó en 2012, los novios eligieron por llevar el nombre de la nueva princesa de Suecia y por su letra, que dice: "Amada, el año difícil ha pasado; amada, has superado la prueba"…
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