Flor Jazmín Peña: de conquistar el Bailando y el streaming a su regreso a las tablas y su relación con Nico Occhiato
La bailarina y conductora habla de los obstáculos que superó a lo largo de su carrera, la dificultad de conectar con su deseo y el “equipo” que formó con su pareja
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“El movimiento es algo que concuerda con mi naturaleza. Cuando lo hago, todo se va alineando un poco más”, reflexiona Flor Jazmín Peña (30) sobre la influencia de la danza en su vida. Algo que parece natural y hasta obvio para cualquiera que la conoce o la ve en acción, pero que a ella le costó mucho trabajo aceptar. Oriunda de Lanús, ganó popularidad en las redes sociales con sus videos que combinaban baile y humor, y con los que llamó la atención de Nicolás Occhiato (hoy su pareja), quien decidió convocarla para ser su partenaire en el Súper Bailando 2019. Desde entonces, su carrera tomó un giro inesperado. Después de ganar el certamen comandado por Marcelo Tinelli, y con la llegada de la pandemia, Flor Jazmín dejó a un lado la danza y se convirtió en un peso fuerte del streaming. Pero hoy, cinco años después, decidió dar un paso al costado -al menos parcialmente- de ese éxito que es Nadie dice nada (por Luzu, ambas creaciones de Occhiato) para reconectar con su bailarina interior y dedicarse a lo que verdaderamente la hace feliz. “Estoy reencontrándome conmigo misma”, asegura en diálogo con LA NACION antes del estreno de La llamada, la comedia musical que hoy llega al Teatro Astros.

-¿Cómo se despertó esa bailarina que llevás dentro?
-Mi vieja escuchaba todo el día La 100 mientras limpiaba, y yo me ponía a bailar todas las canciones delante de un modular de vidrio que teníamos. Ella decía “Pobre, esta chica necesita atención” y me llevó a danza. Así fue como estudié 10 años seguidos, desde los ocho años.
-¿Siempre como hobby?
-Sí, siempre me dije a mí misma que era un hobby y siempre traté de bajarle un poco la espuma, intentando pensar racionalmente que no era más que eso. Y creo que me conté esa mentira tanto tiempo que yo misma me la creí. Me costó bastante admitir que me gustaba bailar y que quería dedicarme a eso, porque inconscientemente tenía la creencia de que valía menos que el resto de las carreras universitarias.

-¿En qué momento hiciste el clic?
-Cuando terminé el colegio me anoté en el CBC de la UBA, pero no sabía si seguir Psicología o Trabajo Social. Y también me anoté en el Profesorado de Educación Física en Villa Domínico. Al final arranqué esa carrera con la esperanza de poder meter en mis clases algo que tuviera que ver con la danza y el movimiento, que siempre me hizo mucho bien. Hice dos años y me iba bárbaro sin mucho esfuerzo, tenía mi grupo de amigos, la pasaba muy bien, pero aún así me sentía muy infeliz, vacía. Siento que la salud de mi hermana fue la que me hizo hacer el clic. Ella tiene una discapacidad por la cual siempre va a ser dependiente y no tiene la posibilidad de elegir. Me cayó la ficha y me di cuenta de que tenía que estar muy agradecida de tener salud y sobre todo de poder de elegir. Entonces, no sabía qué era lo que iba a pasar, pero por lo menos sabía que quería intentarlo.
Sé que suena muy cliché, pero todo lo que estoy contando fueron épocas de mucho dolor y mucha incertidumbre. Creo que tenía un contexto donde, sin culpar a nadie, la gente se resignaba, hubo que renunciar muchas veces al deseo para hacer lo que se tenía que hacer. Y, tal vez, mi creencia sobre la vida era simplemente eso, cumplir desde el deber y nunca pasarla bien. Pero había algo en mí que tenía la esperanza de que la vida podía ser un poquito más que eso.

-¿A tus padres les costó aceptar tu decisión de ser bailarina?
-Me acuerdo que se los conté pero, como todo lo que tiene que ver con lo artístico, les generaba duda. Y, sobre todo, les parecía una sorpresa que yo quisiera dedicarme a bailar. Me dijeron: “¿Vos querés seguir esto? Está bien, pero vas a tener que trabajar para bancarte”. Y lo re agradezco porque después, estando en la cancha y viendo a todo lo que renuncié por este sueño, hasta me sorprendí de cuánto lo quería y de cuánto uno puede poner en juego por algo que quiere.
-¿Qué hiciste para independizarte?
-Los fines de semana era moza en un salón de fiestas de Lanús. Después, repartía panfletos en la estación y empecé a trabajar mucho de promotora. En un momento estaba en la Expo Ganadera, donde hacía buena plata, y un día me llamaron para un trabajo de danza, pero no me tenía fe y no quería fallarle a mi jefe. Dije que no y después me enteré de que era para bailar con Tini en el programa de Susana Giménez. Era uno de los primeros trabajos que me llamaban como bailarina y me lo perdí por estar haciendo la promo. Ahí fue que mi mamá me aconsejó que, si realmente quería dedicarme a la danza, iba a tener que priorizar eso en vez de la plata.
-¿Cómo llegaste al Bailando 2019?
-Antes de eso estuve a punto ser seleccionada como bailarina para una gira por Europa, pero quedé afuera en la última etapa del casting. Eso me generó una tristeza bárbara y me acuerdo de que para distraerme empecé a ponerle toda mi energía en mostrarme bailando en redes. Eso me hizo crecer un montón porque me abrió la posibilidad de dar seminarios en todo el país y afuera, pero me di cuenta de que el nicho que me consumía era solo el de la danza. Entonces, empecé a hacer videos de humor mezclados con baile y fui ganando más seguidores. A ese contenido llegó Nico Occhiato. Él solo me conocía por mis videos y de una vez que me había cruzado en el programa de Guido Kaczka [donde ella se presentó con un grupo de baile], pero nunca nos habíamos ni saludado. Cuando lo convocaron al Bailando, él quería una compañera que pudiera sumarle más allá del baile. Y es por eso que me convocó y se la recontra jugó porque yo nunca había estado en el certamen. Además, había ido dos años seguidos al casting abierto del Bailando y nunca había quedado. De hecho, ese año hacía decidido no presentarme al casting y fue cuando me llamó Nico.

-¿Cómo viviste esa exposición? Porque pasaste de cero a cien.
-Fue una locura porque para mí fue completamente inesperado que me dieran tanto lugar. Marcelo [Tinelli] abría el juego y me daba la posibilidad de entrar en esa conversación que él siempre genera en las previas. No sé cómo explicarlo, pero se me rompió la cabeza, porque además mi mundo era muy pequeño y de golpe estaba en un medio tan masivo y popular. Pero pude aprender muchísimas cosas en un tiempo muy acelerado y siempre agradezco muchísimo haberlo hecho con Nico, por más que hoy sea mi pareja y sea una obviedad, porque fue muy compañero y me ayudó a entender cómo funcionaban las cosas.
-En ese momento ya los relacionaban como pareja y te molestaba…
-Siempre fui tan independiente y de laburar tanto que me angustiaba mucho la idea de tener esa exposición y que se viera todo lo que yo venía trabajando, pero que quedara pegado a una pareja. ¡Me quería morir! Y además no pasaba nada.

-Vos venías de estar en pareja con Magalí Tajes. Alguna vez contaste que para vos fue un poco tabú, sobre todo por tu familia.
-Sí, yo terminé de salir del clóset en el programa. Fue muy intenso, pero me sirvió mucho porque pude alinear mi discurso, lo que yo era en comparación a cómo me mostraba con el resto. Generalmente, cuando tenés una pareja gay, no hablás de tu novio o tu novia sino que decís “pareja”; estás todo el tiempo disimulando para no entrar en detalles. Entonces, para mí fue un gran alivio. Creo que la mayor parte de mis pasiones o de las cosas que me pasaron o que sentía fuertes en un principio las quise negar porque tal vez no tenían que ver con mi contexto. Fue difícil en su momento con mis viejos. Después, todo con el tiempo se acomoda y agradezco haberme hecho cargo de lo que sentía. Creo que tanto la decisión de bailar como darme cuenta de que estaba enamorada de una mujer y hacerme cargo de eso fueron grandes actos de valentía. Sentí como si mi cuerpo, mi discurso, mi alma, todo, se hubiese alineado en ese momento. También me acuerdo que cuando le conté a mi mamá que estaba conociendo a una chica y no era en plan amistoso, no me daba cuenta de que eso lo cargaba como un peso. Sin embargo, después de decírselo sentí como si hubiera perdido diez kilos.
-Después del Bailando vino la pandemia y mutaste de profesión con el streaming y la creación de Luzu y el programa Nadie dice nada.
-Pienso lo que te voy a decir porque creo que nunca lo dije, pero fue tanta la exposición en el Bailando y me dijeron cosas tan lindas respecto a mi danza y a lo que yo hacía, que vino la pandemia y ese encierro generó que… No sé cómo explicarlo, porque tampoco lo tengo tan claro, debería trabajarlo en terapia, pero después del Bailando me alejé bastante de la danza y le puse toda mi energía al streaming. Yo trabajaba muchas horas, a veces de lunes a lunes, y ese ritmo no pude retomarlo hasta ahora.
-¿Te alejaste de la danza a nivel laboral o en general?
-Me alejé completamente. Me empecé a ocupar de otras cosas, me metí a estudiar otras cosas que me habían interesado. Pero la verdad es que nada me hace tan bien como cuando bailo. Nadie dice nada empezó a crecer un montón y a demandar ser la prioridad. Nosotros llegamos a convivir casi dos meses seguidos, nos fuimos 37 días a Qatar, volvimos, pasamos las fiestas cada uno con su familia y nos fuimos un mes a Pinamar. Y así todo el tiempo. Hicimos teatro en España y Uruguay. Por eso venía postergando este retorno al baile, estuve cinco años así, y este año decidí que tenía que dejar o bajar unos días [su participación en el programa] para volver a lo que a mí me hacía tan feliz. Es un año en el que estoy reencontrándome conmigo misma.

-¿Cómo llegó La llamada en este contexto?
-Todavía no les había contado a mis compañeros que solo iba a estar dos veces por semana en el programa [se emite de lunes a viernes de 10 a 12.30], y la noche anterior a contárselos me llegó la propuesta de hacer teatro. Como cuando movés fichas internas y de alguna manera eso se ve reflejado en el afuera. Y el mensaje de la obra está buenísimo y siento que está superalineado con este momento que estoy transitando. Habla precisamente de eso, del llamado interno de esa divinidad o esa intuición que te hace tomar decisiones que después entendés por qué las tomaste y por qué te llevaron a donde te llevaron.
-Ya habías hecho teatro, pero es la primera vez que te toca actuar, bailar y cantar a la vez.
-Sí, por primera vez voy a cantar en público. Cantar me parece algo tan íntimo que de verdad es un gran desafío para mí y estoy supercontenta de estar tomándolo. Y el equipo es espectacular, estoy disfrutando y aprendiendo mucho. Soy muy exigente y a veces me cuesta vivir los procesos con alegría porque estoy muy preocupada de que el resultado esté a la altura de mis expectativas y de las del resto. Pero ahora, a diferencia de todos los procesos anteriores, lo estoy viviendo con liviandad y alegría. No sé si son los 30 [se ríe], pero me tiene muy contenta. Y también voy a estar como artista invitada en Fuerza Bruta.


-¿Cómo se acompañan con Nico Occhiato en este momento en que están los dos con mucho trabajo?
-Nos apoyamos un montón. Con Nico hace siete años que somos equipo, desde que él me llamó para el Bailando. Proyecto de trabajo que tuvo, proyecto en el que me llamó. Lo conozco mucho y lo entiendo mucho para apoyarlo como él necesita, y él es igual conmigo. Entonces, es hermoso porque siento que desde mundos muy distintos y desde lugares muy distintos los dos crecemos y por ende nos podemos complementar.
-¿En qué etapa de la pareja están ahora?
-Creo que estamos disfrutando de algo que es recontra nuevo para nosotros, que es juntarnos con toda la familia, la de él y la mía. Pasamos Año Nuevo juntos, por ejemplo, o ahora él tuvo un viaje de trabajo y antes de que se fuera cenamos todos en mi casa con su familia. Ese tipo de cosas son súper nuevas y nos sorprende. Estamos disfrutando de lo que acontece y acompañándonos en el trabajo y también en pequeños momentos, como después de trabajar toda la semana, que no damos más, y nos juntamos, ponemos la tele y nos quedamos dormidos. Por suerte somos muy parecidos en ese sentido. Incluso, hace poco pasó que yo había ensayado todo el día y él creo que había grabado, estábamos recansados y le dije: “Che, ¿y si mejor nos vemos mañana y cada uno duerme en su departamento?”. Sabemos que vivir separados es un privilegio, pero coincidimos en que para estar bien necesitamos ese espacio individual.
Para agendar
La llamada. Con César “Banana” Pueyrredón, Flor Jazmín Peña, Juli Castro, Leticia Siciliani y Mariano Saborido. Funciones: martes a las 20. Sala: Teatro Astros (Avenida Corrientes 746).
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