Linda Fiorentino, la actriz feminista que pudo conquistar Hollywood pero decidió huir
Julia Roberts tenía la sonrisa, Meg Ryan el ángel, Demi Moore la dulzura y Sharon Stone el desenfado. Todas eran estrellas, pero ninguna podía superar a Linda Fiorentino en cuestión de actitud. Y esa era la gran diferencia entre la actriz estadounidense de origen italiano y sus pares contemporáneas: ella no quería triunfar, solo quería que se la considerara una buena actriz.
Quizá por eso, muchas de las decisiones con las que fue cimentando su carrera fueron, a su vez, marcando el camino hacia una vida alejada de las cámaras y la fama. Es que, mucho antes de que un puñado de actrices se atreviera a denunciar mediática y judicialmente a Harvey Weintein, y mucho antes, también, de que Natalie Portman, Michelle Williams y Jennifer Lawrence hicieran público su encono por cobrar mucho menos que sus compañeros varones, los "desplantes" de Fiorentino -que hoy la hubiesen convertido en heroína- terminaron atrapándola en el casillero de "histérica".
Dueña de un talento reconocido por la crítica y de una belleza no edulcorada, Fiorentino se fue abriendo camino de a poco. Nacida en Pensilvania, desde pequeña se debatió entre dos pasiones: la defensa de los derechos de las minorías y la actuación. Por eso, luego de graduarse en Ciencias Políticas, decidió partir hacia Nueva York para poner a prueba su histrionismo. Allí, a principios de los años ochenta, compartió departamento con varios aspirantes a actores, entre ellos un desconocido Bruce Willis.
La gran promesa
La gran oportunidad no tardó en llegar. Los responsables de Flashdance, uno de los grandes éxitos de aquella década, pusieron sus ojos en ella y la transformaron en protagonista de la comedia Vision Quest. Todo indicaba que Fiorentino podría convertirse en la nueva Jennifer Beals, pero el film no igualó a aquella película ni en cuestión de taquilla ni de críticas. Además, a la producción no le resultó fácil promocionarla: cuando los publicistas fueron a buscarla al hotel para llevarla a la primera entrevista, se encontraron con la desagradable sorpresa de que la actriz se había ido sin dar explicaciones.
Ávida de nuevas experiencias, decidió dejar de lado por un tiempo la comedia y aceptó interpretar a la heroína de Gotcha! (1985). En esa oportunidad, la actriz sí se prestó a la rueda de entrevistas, pero una década después dejaría en claro que no había quedado conforme ni con su personaje ni con el film. "La presencia de personajes como el mío en este tipo de películas solo sirve para dejar en claro que el protagonista no es gay", expresó.
Mujer fatal
Inmediatamente después de Gotcha!, fue convocada por Martin Scorsese para formar parte del elenco de Después de hora y por Alan Rudolph, con quien filmó The Moderns. Pero por caprichos del destino (o de las preferencias culposas de los espectadores), la trascendencia que no logró trabajando a las órdenes de esos dos consagrados realizadores le llegó en 1988, cuando incursionó en el género que buscaba a gritos una mujer como ella: el trhiller erótico. Su voz rasposa, su actitud avasallante y cierta pizca de frialdad le vinieron como anillo al dedo para darle vida a la protagonista de Wildfire, la creación de Zalman King, el director de Nueve semanas y media y Seducción de dos lunas.
Allí, Fiorentino interpretaba a una madre de familia cuya apacible vida se veía amenazada por el regreso de un viejo novio que estaba dispuesto a todo para reconquistarla. Su actuación la llevó sin sobresaltos a protagonizar La última seducción, donde demostró que, sin dudas, formaba parte del grupo de las mejores actrices de la época.
Bajo las órdenes de Jack Dahl, Fiorentino compuso con maestría a una viuda negra amoral, tan próxima y posible como distante y compleja. Por su actuación, recibió el primer gran premio de su carrera, el Independent Spirit Award. Cuando todo indicaba que iba a ser nominada al Oscar, la Academia despejó los rumores aduciendo que la película había sido estrenada en HBO antes que en el cine y eso la dejaba fuera de competencia.
"No estoy tan segura de que me atraigan los roles de mujeres peligrosas, pero son los papeles para los que me eligen. Crecí en una familia numerosa, por lo que había mucha competencia para ser la mejor, la más bonita y la más inteligente. Entonces, probablemente allí aprendí todo lo que necesitaba para hacer lo que hago en las películas", le contó a The Guardian sobre aquella seguidilla de mujeres fatales a las que les prestó el cuerpo.
A un paso de conseguir ese estrellato no buscado, Fiorentino comenzó a tomar decisiones polémicas y ninguno de los films en los que participó en los siguientes años ayudaron a que su nombre fuera considerado por los estudios para sus producciones más prometedoras. La revancha llegaría en 1997, con Hombres de negro, la tercera película más taquillera de aquel año. Pero si bien el primer film de la saga terminaba con la incorporación del personaje de Fiorentino al equipo, en la segunda parte, sin que mediara explicación, ni la actriz ni la doctora Laurel Weaver fueron de la partida.
Apunten contra Linda
En 2000 volvió a las grandes ligas de la mano de -¿cuando no?- Harvey Weinstein y dos de sus muchachos favoritos: Ben Affleck y Matt Damon. Junto a ellos y Salma Hayek protagonizó Dogma, la confusa película en la que interpretó a la médica de una clínica en la que se practican abortos, que resulta ser, además, la última descendiente de Jesucristo.
En la edición en DVD del film, el director Kevin Smith dejó en claro que lo suyo no era la caballerosidad. "El peor dolor de c... fue trabajar con Linda Fiorentino", expresó, y se lamentó de no haber elegido a Janeane Garofalo para ese rol. En esa especie de entrevista exclusiva, Smith aseguraba que la actriz se quejaba constantemente de tener muchas escenas y que, por eso, debía permanecer instalada cerca de set -ubicado en Pittsburgh- mientras que sus compañeros podían viajar diariamente a sus casas. Otra versión, sin embargo, indica que los problemas surgieron cuando Fiorentino tomó conciencia de cómo los papeles de Damon y Affleck iban sumando escenas y protagonismo en desmedro del suyo.
Hayek, su compañera en aquel film, fue la única del elenco que salió en su defensa: "Realmente me acerqué mucho a Linda durante la filmación. Ella es una mujer muy fuerte y por eso, de alguna manera, se ha convertido en mi mentora", expresó.
Nunca se sabrá qué fue lo que ocurrió en aquel set que, además, era frecuentado nada menos que por Weinstein, pero la misma Fiorentino expresaría años después: "Hollywood es muy machista. El control y el poder de decisión siempre lo tienen los hombres. Ellos eligen y moldean a su gusto mujeres a las que puedan dominar, mejor dicho, controlar. Como a mí no me gusta estar callada, tuve bastantes encontronazos con los ejecutivos de la industria".
Doble de cuerpo
El ataque de Smith no se limitó a aquellas palabras. En una entrevista a TV Guide, el director fue más allá: "Cuando Linda vio el afiche promocional se volvió loca. Habían puesto su cabeza sobre otro cuerpo porque ella nunca participó de la sesión de fotos. La dueña de ese cuerpo tenía más busto que ella y por eso se enojó y no hizo la promoción de la película", contó. Claro, aquel enojo que la conducía otra vez al casillero de "intratable" ocurrió después de que Julia Roberts posara sonriente junto al afiche de Mujer Bonita en el que se veía a Vivian, su personaje, luciendo sus largas piernas. Unas largas piernas que no eran de la actriz. También, un tiempo después de que el afiche de El Guardaespaldas mostrara a Kevin Costner llevando en andas a una Whitney Houston que no era Whitney Houston.
Esa maniobra de agrandar los pechos, alargar las piernas y agrandar o achicar las curvas de los cuerpos femeninos era moneda corriente en Hollywood. Y si bien, seguramente, muchas lo consideraban un recurso sexista, recién en 2004 se escuchó la primera protesta cuando Keira Knightley puso el grito en el cielo al ver la fotografía promocional de El Rey Arturo y no reconocer su propio cuerpo.
Mucho tiempo después de sus desafortunadas declaraciones, en 2014, un "deconstruido" Smith le pediría disculpas, pero el daño ya estaba hecho. La carrera de esa legítima heredera de Gena Rowlands y Lauren Bacall nunca más pudo despegar.
La despedida
En las contadas entrevistas que la actriz concedió, se tomó su tiempo para dejar en claro que quería formar parte de la industria, pero no estaba dispuesta a ser una pieza más en el gran tablero de egos e hipocresía sobre el que se monta Hollywood. "Me encanta lo que mi profesión me brindó en términos de experiencias y dinero. He trabajado con personas increíbles, pero también me crucé con muchas otras que son crueles, poco interesantes y vanidosas. Por eso, prefiero considerar que este es mi trabajo, no mi vida", le explicó en The Morning Call, en la cima de su carrera.
Quizá allí se encuentra la clave de su decisión de desaparecer de los medios. Sin embargo, en rigor, cabe destacar que aquella premisa de no convertirse e estrella sino una gran actriz también terminó jugándole en contra. Mientras aceptaba papeles en películas que no convencían ni a la crítica ni al público, Fiorentino descartaba proyectos que terminaban de catapultar a sus compañeras. Le dijo que no a Bajos instintos y a No somos ángeles. También se bajó de Top Gun y le gritó en la cara a un ascendente Tom Cruise que la película era un entretenimiento para tontos y que la historia estaba muy mal contada.
En 2001, Fiorentino iba a protagonizar junto a Ben Kingsley una película basada en la vida de la pintora estadounidense Georgia O’Keefe. El proyecto quedó en la nada cuando Linda se negó a rodar las escenas de desnudos porque las consideró excesivas e innecesarias. Por eso, fue demandada por el productor alemán del film, pero la demanda fue retirada un año después. En ese momento, la actriz explicó: "Tenés derechos como artista y como mujer. No es que no estuviera de acuerdo con filmar escenas de desnudez, pero cruzaron la línea. Era una cuestión de integridad".
Misteriosa, como toda diva
Como toda femme fatale, su vida privada siempre fue un misterio. Mientras los pormenores de la relación de Demi Moore y Willis llenaban las páginas de las revistas y cada romance frustrado de Julia Roberts era motivo de charla a nivel mundial, sobre la vida de Linda poco y nada podía saberse. Y no era por falta de interés de los medios o del público; simplemente ella prefería que así fuera y se mantenía hermética ante cada embestida.
Solo se sabe lo que quedó asentado en los registros: pasó por el altar solo una vez, en 1992, junto al realizador John Byrum, pero terminarían divorciándose al año siguiente.
Desde su retiro, en 2009, Linda volvió a su otra gran pasión: realiza distintas acciones humanitarias destinadas a la defensa de los derechos de las minorías y encabeza campañas contra la discriminación a los inmigrantes italianos y sus descendientes.
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