Luciano Cáceres estrena su última película y habla sobre el fracaso, el perdón y la paternidad: “A veces el ego te juega en contra”
El actor habló con LA NACION sobre su carrera, la autogestión, su complicidad con su hija Amelia y los enfrentamientos con Gloria Carrá
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En medio del éxito teatral que atraviesa de la mano de Muerde, el unipersonal con el que está recorriendo el país y con el que cosechó numerosos premios, Luciano Cáceres (48) se muestra orgulloso por su primer protagónico en una película española. Se trata de Adiós Madrid, el nuevo film de Diego Corsini (Pasaje de vida, Solo el amor) que este jueves 28 se estrenó en las salas de Argentina después de haber recibido el Premio del Público en el Festival de Cine de Madrid y de haber estado en Competencia Oficial en los festivales de Mar del Plata y La Habana.
“La película es la historia de Ramiro, un tipo que desde los 10 años no ve a su padre porque se fue a liberarse y a vivir la movida madrileña cuando él era pequeño. 35 años después, recibe un llamado donde le dicen que su padre está internado en terapia intensiva con un coma irreversible y que su voluntad era ser desconectado, por lo que, como único familiar directo, tiene que viajar a España a autorizar el procedimiento. Él va con esa idea de hacer un trámite a pesar suyo, pero cuando llega experimenta un viaje de descenso a los infiernos en el que va a conectar con toda la historia de su padre y su propia historia en una noche muy larga en Madrid”, resume Cáceres, en diálogo con LA NACION este proyecto que nació en diciembre de 2022 y comenzó a filmarse en julio de 2023, en una pausa que pudo hacerse durante las grabaciones en Argentina de Buenos chicos, la última novela de Polka en eltrece.

“Es una historia muy sensible, un viaje de sanación muy potente. Creo que es una película que entretiene y emociona. También, habla de una generación rota. Mi personaje sufre un enojo y una negación muy fuerte por la ausencia de su padre, pero a su vez empieza a descubrir los puntos en común que tiene con él a pesar de no haber transitado su vida juntos”, explica el actor, que también se involucró en algunas decisiones del guion escrito por Corsini y su mujer, Mariana Cangas.
–Esto de la “generación rota” es algo que mencionaste en distintas oportunidades. ¿Qué significa para vos?
–En esta generación de los 40 hay algo de que te caen todas las fichas juntas porque tuviste un tiempo de formación, de armar tu familia, de hacer y cumplir con todo lo preestablecido y lo convencional, pero con poco espacio para lo que sentimos. Mi personaje, por ejemplo, no sabe surfear la ola emocional y se le viene todo encima.
–¿Le pasa algo al actor al entrar y salir de personajes e historias cargados de drama o es un mito?
–No sé, yo lo disfruto mucho. Las tres veces que vi Adiós Madrid me puse a llorar. Creo que hay algo de la memoria emotiva, de lo que me pasó haciendo la escena, que se refresca. Pero es liberador, no es que uno se queda con una carga pesada. Creo que sabemos que es un juego. Yo recuerdo que, de chico, a veces lloraba por algo, me miraba en el espejo y volvía a llorar más porque me gustaba ver esa situación de sufrimiento como un juego. Me regodeaba en esa sensación de decir “qué buena ésta máscara”. Después, hay algo de la convención que viene con el aplauso y la felicitación, el disfrute de la tarea cumplida.

–¿El ego?
–No sé si lo tengo. Yo tengo tan en claro que es un laburo en equipo. Quizás, algunas veces el ego te juega en contra porque pensás que una cosa va a funcionar y no funciona. Pero, igual, sé que el éxito está en el hacer, en poder pararme ahí todas las funciones o poder ir a un set.
-¿Qué te pasa con el fracaso?
-Siempre tiro para adelante y pienso en el otro. Me acuerdo que a mis 18 o 19 años hacía un infantil en un teatro independiente en microcentro. Un día, ya teníamos todo armado y el de la boletería nos dice: “Hay solo dos personas y son adultos”. Hicimos la función igual y fue dificilísimo, pero justo eran una directora y una maestra de lengua, y gracias a eso nos salieron otras funciones. Uno nunca sabe dónde se va a abrir una puerta o dónde va a estar la posibilidad del laburo siguiente.
–Siempre hablás de la importancia de la autogestión.
–El poder de la autogestión es clave. Si hay algo que me caracteriza es el hacer, el juntarse y saber que no hay que estar esperando a que te llamen. Hay muchas posibilidades de hacer cosas y mucho talento en nuestro país. Como decía, nunca sabés qué te va a deparar el laburo, y sobre todo para estos momentos en donde la actividad audiovisual en la Argentina está tan parada y las posibilidades casi dependen o de la movida independiente o de las plataformas.
–Volviendo a Adiós Madrid, tu personaje intenta evadir ese trauma que tiene en torno al abandono de su padre. ¿Cómo sos vos a la hora de afrontar un problema?
–Soy más de ir al grano y con el tiempo adquirí esta conciencia de que hay que estar lo más liviano posible. Hay que hacerse cargo porque sino, después la bola es peor. Por más doloroso que sea, hay que habitar ese dolor y ocuparse.
–También lo vemos muy preocupado por no hacer gastos innecesarios en su viaje a España. ¿Sos de cuidarte con la plata?
–Siempre, pero porque vengo de una casa donde hubo poco y nosotros tenemos un laburo con muchos altibajos e incertidumbre. La profesión tiene ese abismo, pero da mucha felicidad cuando uno va por un proyecto propio. Yo soy una persona recontra sencilla, de jeans y remera todo el año, con más o menos abrigo, y la verdad es que no necesito mucho. Mi comida favorita es la polenta con mucho tuco y mucho queso. Y, después, me gusta una buena charla, una buena compañía y el cariño genuino.
–Otro eje temático de la película es el perdón. ¿Creés en las segundas oportunidades?
–De alguna manera, para poder seguir hay que perdonar, sino es una piedra en el zapato recontra dura. Por eso hablo de estar liviano. Yo hice un tiempo terapia. Lo voy contar muy simplificado. Había algo que se me trababa alrededor de la culpa. Hice un poco de biodescodificación y de golpe esa culpa se volvió responsabilidad. O sea, es saber que eso ocurre, asumirlo y ver qué hacés a partir de eso, sobre todo por la carga que uno genera. En mi caso, que soy padre, pienso en liberarle lo más posible el camino a mi hija porque de alguna manera creo en eso del sufrimiento acumulado por generaciones.
–¿Hiciste terapia tradicional?
–Hace mucho que no hago. Creo que todo es bueno y cuando lo necesitás, tenés que hacerlo, desde poner el cuerpo y hacer una actividad para entrenar y que eso te libere, o meditar, hacer un curso o aprender algo nuevo. A mí me hace muy bien ver el laburo de los colegas, leer mucho teatro y estar muy conectado con mi hija Amelia, con sus necesidades y su visión del mundo, acompañar su crecimiento y su formación, y estar cerca de todos los pibes que la rodean, saber con quién se junta.

“Amelia es la más sabia de todas”
–¿Estás muy pendiente de ella?
–Estoy recontrapresente y soy cómplice de esa situación, mi casa es un lugar de encuentro para sus amigos.
–¿Tenés temores como padre de una adolescente?
–Todo el tiempo. Pero al mismo tiempo ella la tiene superclara. Obviamente, tiene su vida privada y sus cosas, pero sabe que ahí estoy y compartimos mucho. También, hay una premisa que me propuse, que no piense que el enojo es lo primero que va a haber ante una cagada que se mande. Que sepa que puede contar conmigo antes de ver cómo lo arreglamos.
–¿Sos celoso como papá?
–No soy celoso para nada. Si hay un poco de celos es lo justito, como diciendo: “Hey, acá estoy”.
–¿Y ella con vos?
–No, creo que no. Amelia es la más sabia de todas, es la perfección absoluta, defensora de todas las causas justas, muy amiga de sus amigos, ama a su familia, está muy presente, es recontra pasional y responsable con lo que elige hacer. Es un orgullo total.

¿Seguís en pareja con Belén Riva Roy? [La excronista televisiva que alguna vez lo había entrevistado y con quien se reencontró durante la pandemia como su instructora de yoga].
–Sí, es una gran compañera, una persona muy sana, muy íntegra, muy completa. Estoy muy agradecido de que haya aparecido Belén en mi vida.
–¿Seguís haciendo yoga con ella?
–Poco, pero mucho de ese aprendizaje, como las respiraciones, los movimientos y la meditación, lo tengo incorporado al calentamiento antes de la obra. También, en momentos de tensión agarro el yoga mat para bajar.
–¿Cómo manejás las cuestiones mediáticas que tuvieron con Gloria Carrá, la mamá de Amelia?
–La prioridad absoluta es Amelia, siempre, para los dos. Yo no sé cómo se maneja eso [lo mediático] ni me interesa. Sí me interesa mi laburo, mi hija, mi vida. Lo vivo con mucha tranquilidad, no tengo que darle explicaciones a nadie por fuera.
–De los temas judiciales en torno a su separación de Gloria, tanto por la manutención de Amelia como la repartición de bienes, ¿cuáles siguen vigentes?
–Prefiero no hablar de eso, sobre todo por Amelia, porque no le gusta, no quiere eso. En lo personal, yo lo cumplo.
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