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María Laura Berch dio ese paso no exento de vértigo. De la aspiración por la actuación se mudó al mundo del cine. Y, ya instalada en ese ámbito, la semana pasada pudo conocerse La noche sin mí, su ópera prima -en codirección con Laura Chiabrando-, material protagonizado por Natalia Oreiro.
Berch es una de las más destacadas directoras de casting y coach actoral, ese rol poco conocido por el público pero de gravitación esencial en todo proyecto artístico del que se requiera el talento de los actores. En ese espacio creativo y ejecutivo, es para destacar su trabajo en la serie Menem: “Leo Sbaraglia y Griselda Siciliani son un encanto”, no duda en afirmar. Además, en su haber se destacan producciones como El fin del amor, El aroma del pasto recién cortado, Nahir y El robo del siglo, entre tantas otras.
“Me formé como actriz en la UNA (Universidad Nacional de las Artes) y cursé la carrera de Ciencias de la Educación, que no terminé, pero que transité con mucho placer y la aplico a diario. Mis maestros fueron Juan Carlos Gené, Julio Chávez, Rubén Szuchmacher, una formación dirigida al dispositivo teatral”.
Sin embargo, su otra pasión es lo audiovisual, universo en el que se adentró cuando Vera Fogwill le abrió una hendidura que sería luminosamente reveladora: “Me dijo ´leé este libro y fíjate qué películas viste´”. Aquel ejemplar fue El cine según Hitchcock, el indispensable volumen que condensa charlas entre el realizador de Los pájaros y el director francés François Truffaut. Sucedió la epifanía. La hoy realizadora rápidamente entendió el camino: “Acá hay un mundo por descubrir”.
“Gracias a Vera Fogwill y Las mantenidas sin sueño entré al lenguaje audiovisual del que nunca más salí. Cuando luego de un primer ensayo volví a mi casa, no dudé en decirme ‘de acá no me voy más y no actúo más’”. Aquel film dirigido por Fogwill y Martín Desalvo fue fundamental para el inicio de un camino. Un puntapié. Sin embargo, años después, se destacó como directora de casting del laureado film La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona. Uno de sus mojones más importantes en esta actividad.

Habla de “tu”. Aunque nacida en nuestro país en 1976, su vínculo con Montevideo es bien directo, un punto de contacto más con la protagonista de su flamante film, una uruguaya de pura cepa. “Soy argentina de una familia uruguaya, así que mi modo de hablar está impregnado por eso”. Y reconoce que a las zapatillas le dice “championes”.
-La temperatura de La noche sin mí aparece algo en torno al universo chejoviano, esos mundos a punto de implosionar y a un “tempo” donde los silencios también dicen mucho. ¿Lo percibís así?
-Cuando Laura (Chiabrando) trajo el guion, rápidamente percibí un material lleno de sensorialidad. Había que llevar eso a los cuerpos, algo que es parte de mi tarea habitual, me dedico a eso. El desafío fue ver cómo todos los lenguajes de lo audiovisual trabajaban con esa sensorialidad, así que fue fundamental la disponibilidad del cuerpo dramático de Natalia Oreiro.

El relato de La noche sin mí se convierte en una épica real, precisa, dolorosa y que espeja desde lo reconocible, aún cuando eso se silencie o se camufle. Una noche donde todo cambia a partir de un suceso inesperado. El cuerpo de una mujer sosteniendo ánimos y statu quo familiar. Sin embargo, algo está por estallar en ese mundo donde la tensión es la atmósfera y el universo femenino es interpelado. Una historia de familia y de una búsqueda donde el lente se para en la pulsión de una mujer que no claudica en su emancipación ante mandatos, aunque cueste.
-Interesante el concepto que esgrimís de “cuerpo dramático”.
-Cuando te vinculás con actrices como Nati (Natalia Oreiro), sentís que revelan al material, le dan capas y texturas desde donde es posible construir.
-Mencionaba la atmósfera chejoviana, pero también es plausible pensar el material desde el realismo ibseniano. Sin embargo, la presencia de una mascota permite disparar lo simbólico.
-La realidad la necesitamos para habilitar las extrañezas, darle entidad. Cinematográficamente hablando, Laura (Chiabrando) trajo mucha poesía desde la escritura.
-Pensando en el lugar de la mujer en la sociedad actual, el film muestra signos de violencia en el ámbito familiar que, a veces, persisten naturalizados. La mirada atenta encuentra que, debajo de lo cotidiano, puede habitar un mundo de dolor y abusos.
-Al estudiar el material pensamos mucho en las mujeres de nuestra generación, las que abrazamos la lucha de la reivindicación femenina, de permitirnos mirarnos colectivamente de una manera diferente, donde necesitamos darles voz a derechos oprimidos. Sabemos dar esa lucha colectiva, caminamos y marchamos, pero, como me dijo Laura (Chiabrando), después volvemos a casa y no sabemos gestionar, en lo individual, eso mismo que hacemos grupalmente. La culpa y la consecuencia estuvo en nuestra crianza.
La realizadora celebra poder abordar desde el lenguaje audiovisual estas cuestiones, en un momento donde las protagonistas femeninas tienen un lugar destacado y menciona films como Belén, dirigido y protagonizado por Dolores Fonzi, y La mujer de la fila, de Benjamín Ávila, donde también se desempeña Oreiro; materiales que, desde diverso prisma, espeja situaciones adversas en torno a la mujer. “Es reflexionarnos nosotras desde adentro”.
-¿Qué implicó, en el marco de una ópera prima, contar con el protagónico de Natalia Oreiro?
-Fue muy generosa, abrazó como artista el permitirnos hacernos la pregunta sin saber la respuesta sobre cuestiones que hacen a la mujer hoy y de qué manera queremos ser tratadas. Si el aceptar no es reproducir violencia.

-¿Por qué Natalia Oreiro?
-En esta primera experiencia como directoras necesitábamos una actriz que implicase una aventura, un desafío. Y que fuese un deseo compartido con ella, que estuviera dispuesta a naufragar en equipo.
María Laura Berch y Natalia Oreiro son amigas desde hace mucho tiempo y ya han compartido varios proyectos teniendo a la realizadora como directora de casting y coach actoral.
“Cuando le dije que me habían ofrecido dirigir me dijo ´voy contigo´”. Las tres saltamos al vacío, de hecho, ella es coproductora de la película. La alenté a que diera ese paso, tiene una mirada muy particular, es fascinante trabajar con ella. Acompañarla en los procesos creativos es maravilloso, es una enorme artista, pero, además, es una gran trabajadora, una combinación espectacular para poder dar el primer paso en la dirección".
Berch y Oreiro se conocieron en el trabajo de rodaje de Infancia clandestina. El cine y el Río de la Plata las une.

Berch y Laura Chiabrando tienen una historia en común. Hace tiempo, Berch fue coach actoral de Matilde Creimer Chiabrando y Teo Inama Chiabrando, los hijos de su coequiper en la dirección de La noche sin mí, quienes también forman parte del elenco junto con el actor Pablo Cura.
Como directora de casting y coach actoral, su función es esencial, aunque no visible de manera literal por los espectadores: “Mi trabajo es que no se sepa tanto cuál es mi tarea, hablando contigo estoy dando un paso al frente”, dice con pudor y extrañeza.
Ese mismo prurito pone de manifiesto cuando se le pregunta a qué figura le dio un gran espaldarazo a través de su ojo bien entrenado para ver talentos y darles oportunidades: “Me muero de vergüenza de decir eso”.
-Por lo menos te pido un nombre.
-Como comencé en el mundo de las infancias, Maite Lanata era muy chiquita cuando empezó en Mía, película de Javier van de Couter. Luego llegó la televisión y su camino increíble con una gran formación.
Con una sensibilidad bien entrenada, la directora reconoce: “También me interesan mucho los proyectos donde incluyo a personas que nada tienen que ver con lo artístico y que nunca soñaron con actuar, pero que son muy efectivos”.
-¿Cómo llegás a ellos? ¿Cómo vislumbrás un cuerpo dramático disponible en alguien que no se dedica a la actuación?
-Tanto en el mundo del casting como del coach actoral, primero aparece el proyecto. Entiendo la tarea en lo colectivo, en comunicación con el resto de las áreas. Ir al encuentro de esas personas es algo que me fascina. La charla me convoca. Se trata de detectar fortalezas y cómo eso se proyecta en rodaje. La instancia del casting no llega para resolver la película, sino para que pueda ser funcional en un contexto de set. Una entrena cómo estar atenta a esos encuentros. Mucha gente explora la actuación desde su experiencia más humana y personal y eso te genera una gran responsabilidad en el proceso. Cuando se trata de trabajar con las infancias siempre se te revela algo.
-¿Utilizás como recurso la historia personal de cada intérprete?
-Sólo como punto de partida. La historia está impresa en la persona, pero no utilizo un recuerdo para potenciarlo emocionalmente. Como coach tengo que hacer entrar y salir de una manera responsable. Hay una responsabilidad en cómo vuelve a casa ese cuerpo dramático.
-¿Te suena mucho el teléfono con pedidos de trabajo o de, al menos, una posibilidad?
-Tanto en la Argentina como en Uruguay existe tanto talento que no llegamos a producir en la medida suficiente para satisfacer eso, para que una mayoría pueda hacer su práctica audiovisual, que es donde se hace experiencia, se gana el expertise. Desde el deseo de la práctica es donde más suena el teléfono.
-El trabajo no abunda.
-Es un tiempo difícil, donde se ha perdido la voz de la diversidad y de las temáticas complejas, como lo es nuestra película.
En la televisión, María Laura Brech se lució con su trabajo detrás de cámara en Amas de casa desesperadas, un primer paso hacia la pantalla chica. “No hice tanta publicidad”, reflexiona, haciendo un balance de su trayectoria.
-Definimos tu trabajo.
-No estoy para moldear a nadie, sino para vehiculizar fortalezas.
