Pata Villanueva: romances, amores y traiciones de una mujer sin tapujos
Si alguien vivió plenamente su vida afectiva es María del Carmen Raquel Villanueva. La exmodelo tuvo amores formales y de los otros con varias celebridades, estrellas del deporte y empresarios. Conoció la aventura, cumplió el papel de amante y también se entregó a la vida marital comprometida. Pata Villanueva, como todos la conocen, es una mujer auténtica que siempre hizo gala de la vida sibarita. Hoy, cuando pelea por su vida luego de un accidente doméstico en su casa de Punta del Este, mucha gente está pendiente de su salud, incluidos varios de aquellos hombres que compartieron la vida con ella.
Primer amor
Hija de una doctora en Filosofía y Letras y un odontólogo, Pata siempre fue la rebelde de los siete descendientes del matrimonio. De muy chica, supo que lo suyo no sería la universidad, aunque no tenía muy claro qué camino tomar hasta que llegó la oportunidad de subirse a una pasarela. Lo hizo porque le pagaban bien, le permitía conocer gente y alimentar su ego. Pertenece a la generación de próceres de la moda como Teté Coustarot, Patricia Miccio, Tini de Bucourt. Su cuerpo escultural desafiaba las normas del estilismo y su personalidad imponía un valor agregado a cada pasada con un diseño de los destacados modistos de la época. Pero Pata se hizo famosa por ser la chica de tapa de las revistas de actualidad que buscaban modelos para mostrar en sus portadas y por las publicidades en las que se imponía por sobre el resto con carisma y desfachatez.
En 1968, Pata era la cara de los cigarrillos 43 70 y Claudia Sánchez, la otra top de la época, de L&M. A comienzos de la década del setenta, Villanueva recibía ofrecimientos laborales de manera incesante. Era la mujer del momento que aún no conocía el sabor del escándalo.
Luego de algunos amoríos intrascendentes, a Pata le llegó el primer enamoramiento importante cuando conoció al empresario Héctor Cavallero y se enamoró perdidamente. Acaso ella más que él. En tres meses se casaron. La pasión atravesaba a la pareja; en poco tiempo, la modelo quedó embarazada y lo que tendría que haber sido un momento de plenitud, se comenzó a transformar en un tormento.
En esa época, Héctor Cavallero buscaba elenco para montar el musical Rocky Horror Show, el famoso musical. En la etapa de audiciones conoció a Valeria Lynch, quien lo deslumbró con sus condiciones vocales. Pata recordó, más de una vez, que su marido había quedado fascinado con Lynch, pero que ella le había objetado que “gritaba mucho”. Inmediatamente, Villanueva percibió la atracción que sintió el empresario por la cantante. En medio de ese océano de dudas, Pata quedó embarazada de Agostina, su primera hija.
Una vez que nació la beba, la modelo decidió agudizar su olfato y tratar de desentrañar si, efectivamente, su marido la engañaba. Fue en la oficina del empresario donde encontró rastros de la infidelidad: un corazón con una inscripción con la letra de Valeria habría sido la punta de ese iceberg. Cavallero no pudo negar la evidencia, pero le habría confesado que había mantenido un vínculo íntimo con Lynch en una sola oportunidad.
Villanueva no quedó conforme y se comunicó con la cantante. Se reunieron y Valeria confesó todo. Eran amantes. Pata llegó a su casa, le contó lo sucedido a su marido y lo echó de la casa. “Andate, ¿qué valija querés?”. Aquella frase de la modelo fue el final para un matrimonio breve, intenso y que a ambos los convirtió por primera vez en padres.
La venganza
Villanueva había quedado muy dolida por la traición cometida por Héctor Cavallero. A pesar de mostrarse como una mujer avasallante, en aquel tiempo soñaba con la posibilidad de formar una familia, de emular ese vínculo idílico de sus padres que duró toda la vida.
Entristecida por el fracaso matrimonial, decidió dejar al cuidado de su ex suegra a su beba de nueve meses y partir hacia Europa con una amiga para sanar sus heridas. El destino hizo que compartiera hotel con Carlos Monzón, quien la invitó a presenciar una pelea. Monzón celebró la ruptura de la modelo con Cavallero, dado que él había estado con Susana Giménez. La diva había compartido la vida con el empresario durante siete años, antes del vínculo con Villanueva.
En Montecarlo, Pata y el boxeador tuvieron un esporádico affaire. En cierta medida, ella decidió tener sexo con el deportista como forma de vengarse del padre de su hija. Lo que no tuvo en cuenta es que, en ese entonces, Monzón era la pareja de Susana Giménez. Ambas estuvieron enemistadas mucho tiempo, hasta que Pata decidió pedirle perdón.
Nuevo intento
A mediados de los ´70, Pata inició su romance con el futbolista Alberto Tarantini. Pareja ideal. El notable jugador, campeón del mundo en 1978, y la modelo más cotizada del país eran la comidilla de las revistas del corazón y de los programas vinculados a la farándula. Jóvenes, exitosos y bellos. La noche era de ellos, por eso era frecuente verlos en los boliches de moda como el legendario New York City en la avenida Álvarez Thomas.
Los contratos futbolísticos de Tarantini llevaron al matrimonio por diversos destinos, razón por la cual sus hijos nacieron en el exterior: Bernardita en Inglaterra y Robertino en España. Durante los 14 años que estuvieron juntos, Pata afianzó su perfil y no se privó de algún escándalo. Aún es recordado aquel episodio en el que fue acusada de llevarse prendas sin abonar de la sede de Harrods en Londres. Por aquella situación confusa e irregular debió pagar una multa de dos mil dólares.
En esos tiempos en el viejo continente, se la relacionó con Philip Junot, el exmarido de la princesa Carolina de Mónaco. Él era un playboy millonario que disfrutaba de las mujeres, los placeres mundanos y la falta de compromiso. Pata y Philip no se vieron mucho, lo suficiente para pasarla bien, ser fotografiados en Buenos Aires y hacer trizas el matrimonio de ella con Tarantini. En ese entonces, ella no se privaba de posar desnuda a cambio de un suculento cachet.
La hora del rock
Pareja extraña. El agua y el aceite. ¿O no? Si bien ella cantaba folklore por los pueblos de la provincia de Buenos Aires cuando tenía 20 años y hasta editó un disco que pasó inadvertido, la música, claramente, no era lo suyo. Cuando inició su romance con el rocker David Lebón, pocos apostaron por la pareja. Sin embargo, la cosa duró unos cuantos años.
Cuando el vínculo se afianzó, se fueron a vivir a una casa en la calle Manuel Ugarte del barrio de Belgrano que se convirtió en el refugio de la familia ensamblada. Entre los hijos de ella y los de él, conformaban un clan de diez personas.
Se llevaban bien, sin demasiados contratiempos. Pata, más madura, apostaba por una vida diferente, reposada. Luego de algunos años, la decisión de Lebón de radicarse en Mendoza detonó el distanciamiento. Villanueva no quiso alejarse de Buenos Aires ni de su finca en Punta del Este. Ya había viajado demasiado. Sin embargo, un nuevo amor la transportaría lejos de Argentina.
Lo que para Lebón significó una negativa, para el empresario Martín Bernt fue un rotundo sí. Pata intuyó que no podía dejar pasar a ese hombre caballero a más no poder y de buen pasar económico. La intuición no le falló, como cuando supuso el romance de Cavallero con Lynch o cuando se anticipó a la muerte de sus padres. Siempre tuvo razón.
El amor final
Villanueva y Bernt estuvieron juntos durante quince años. Cuando se conocieron, ella tenía 48 y él uno menos. Fue la única pareja a la que ella no engañó. Según comentó más de una vez, encontró en el empresario la madurez y caballerosidad que no había hallado en sus hombres anteriores. Uno de los secretos de la incondicionalidad fue el momento de madurez de sus vidas en el que la vida los vinculó. Además, los habían vivido con intensidad, no tenían cuentas pendientes. Habían disfrutado de la vida, conocido el mundo, sin privarse de meterse en la cama con quien tuvieran ganas.
Los tres últimos años, la salud de él comenzó a jugarle malas pasadas. Una enfermedad terminal fue minando su físico. Pata no lo abandonó jamás. Lo cuidó y le brindó el afecto y la contención ante la desgarradora situación. En 2011, Martín Bernt falleció en la residencia que compartían en México. Ella no soportó quedarse y al día siguiente partió hacia Buenos Aires. Jamás regresó, ni siquiera para desarmar la casa. Fue el último gran amor de una mujer que no se privó de nada. Acaso el amor verdadero.
Pata hizo lo que quiso. Y en ese hacer también estarían el tenista francés Yannick Noah, el tenista paraguayo Víctor Pecci, Luciano Castro y Juan Martín del Potro. Algunos de estos nombres, fue Pata quien los mencionó; otros, en cambio, forman parte de esa mitología con atisbos de veracidad.
Hoy, a los 69, Pata Villanueva lucha por su vida en Punta del Este. Cuesta creer que la mujer desfachatada y de sonrisa generosa se encuentre en el momento más crítico de su existencia.
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