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Guitarra y batería, de a dos contra el mundo y la idea del divague como escudo protector. La nube puede ser cósmica, frugal o urbana, pero siempre vuela y eso es lo importante. Hace unos años, Julieta Venegas ofició de hada madrina del dúo inclasificable y "Av. Corrientes", aquel hit clandestino, empezó a barrer fronteras y llegó hasta México. Pequeño triunfo para unos deshilachados que con su psicodelia de fácil contagio procesan influencias que van del rosarino Litto Nebbia a los indies neoyorquinos Yo la Tengo, y sin embargo nos se parecen a nadie. A cuatro años de aquel EP iniciático, Maxi Prietto y Mariano Castro se sacan todas las canciones que venían almacenando en su nave de Villa Crespo. Son 28 títulos que despiden una época de amores incurables, postales de lo ínfimo y crónicas de viajes astrales. La batería es kraut, seca y rutera, y la voz de Prietto, con esa erre alargada robada al idioma galo, parece un chiste perfecto sobre nuestra idea de rock colonizado. Como prueba de lirismo y audacia romántica basta escuchar la versión eléctrica de "Ey, esa no es forma de decir adiós". Hasta Leonard Cohen festejaría la empatía con el dandy pobre.
Por Oscar Jalil



