
Con su nuevo disco, Arrebol, los jaivas se reinstalan en Chile y desempolvan, tras veinticinco años, su propia balada carcelaria.
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Esta historia es real. los Jaivas tenían el pelo largo; si había que viajar, subían todos juntos al mismo bus de colores; llevaban tres años viviendo en la Argentina cuando, en marzo de 1976, el golpe militar de Videla los sorprendió. La noticia sonó familiar: el grupo había abandonado Chile en 1973, pocos días después de que Pinochet diera por inaugurada su dictadura. La bota militar que el grupo no vio de cerca en su Chile natal se apareció de repente en la provincia de Buenos Aires: rumbo a un concierto y a la altura de Zárate (ciudad bonaerense adoptada como residencia en el exilio), una patrulla del Ejército detuvo a Los Jaivas y arrestó a Eduardo Parra, el mayor de los músicos del grupo.
"Debe haber sido porque no tenían nada preciso que reprocharnos; por eso tomaron al jefe", conjetura, un cuarto de siglo más tarde, el pianista del grupo y hermano de Eduardo, Claudio Parra. "Pero nunca nos dieron una explicación ni nada. Llegamos al centro de Zárate y era un verdadero campamento, con tanques y cañones antiaéreos en la plaza. Pasamos un mes sin tener noticias de Eduardo."
En esos días, el cantante de Los Jaivas, Gato Alquinta, escribió a su compañero la canción "En tus horas", que el grupo grabaría luego en el que sería su último disco argentino: Canción del sur (1977). Tras ese mes de prisión digno de Kafka, Eduardo Parra le respondió con una carta escrita en verso. "Nunca supimos de esa carta, porque Gato la recibió, la leyó y la guardó entre sus papeles", dice Claudio. "Hasta que, en diciembre del año pasado, en un cambio de casa, apareció."
Esa carta, titulada "Milonga carcelaria", es hoy una de las canciones del decimotercer disco de Los Jaivas: Arrebol. Eduardo Parra no hizo cambios en su texto, que sigue siendo una crónica casi naïve del cautiverio y una prueba elocuente de que ni las condiciones más críticas pueden contra esa mezcla de vida gregaria, ensoñación e inocencia que ha dado forma al espíritu jaiva. "El mismo Eduardo me dijo que para él era mejor olvidar o pensar en otros aspectos, como dónde calentar el agua para el mate, por ejemplo", dice Juanita Parra, baterista del grupo.
–Cualquiera habría hecho una canción de protesta.
–Claro, pero yo creo que todo eso está en el solo de Moog al final del disco: ahí está el exorcismo –sonríe Claudio.
–La visión es otra. Había un sueño. La prueba más grande son los volantes del concierto para el 14 de septiembre [de 1973] –agrega la baterista (para esa fecha el grupo había programado un recital que fue abortado por el golpe militar del 11 de septiembre del mismo año)–. Estaban fuera de todo, felices, pegando carteles de un concierto.
Episodios como éstos no han faltado en los 32 años de historia de Los Jaivas. Ya radicado en Francia, el grupo mostró la misma independencia frente a la escena de los artistas chilenos en su exilio europeo. "Recuerdo bien ese momento. Podríamos haber contado esta historia de Eduardo y habría sido muy redituable", dice Claudio. "Pero queríamos que nos quisieran por otra cosa: por la música que hacíamos."
Arrebol es el primer disco no temático de Los Jaivas en seis años, desde Hijos de la tierra (1995). Luego vinieron los antológicos Trilogía (1997) y En el bar restaurant "Lo que nunca se supo" (2000), y el orquestado Mamalluca (1999). Y esta vez se nota el regreso: de los cinco músicos del grupo, el bajista Mario Mutis y la baterista Juanita Parra viven de nuevo en Santiago, y el tecladista Eduardo Parra ha vuelto a Viña del Mar, ciudad natal de Los Jaivas. Sólo Gato Alquinta y Claudio Parra mantienen su doble domicilio entre Chile y Francia. "Hijos de la tierra fue hecho en Francia en un momento en que se estaban afiatando tantas cosas", evoca Juanita. Ocurre que ella se incorporó al grupo en el lugar de su padre, Gabriel Parra, baterista original de Los Jaivas que murió en 1989 en un infortunado accidente carretero en el Perú.
Chile se filtra por todos lados en el nuevo disco. Los Jaivas incorporan la versión de ‘‘Vamos por ancho camino’’ que grabaron en Tributo a Víctor Jara (1998); escriben crónicas urbanas... Una de ellas, titulada "Chile", es –nuevamente– cortesía del libro de aventuras de Eduardo Parra: esta vez relata su reciente encuentro, en un bar de Valparaíso, con un parroquiano que asegura llamarse Chile. "El disco también se iba a llamar así, pero hubo que frenar la chilenidad. Sin embargo, se siente el hecho de estar recorriendo estas ciudades", explica Claudio. "A pesar de que hay ciudades europeas increíbles donde da gusto caminar, al final uno está aquí", agrega Juanita.
Fieles a su vocación en parte latinoamericana y en parte progresiva, Los Jaivas siguen cultivando diversos ritmos de la región y largos pasajes instrumentales. A través de Arrebol, junto a cuatro cuecas y a la mencionada milonga, en "Alegría de mi amor" se oye el compás de 6/8 que el grupo aprendió del joropo; "Libre albedrío" arranca de un tinku, baile de combate de raíz andina, y también aparece el nortino, ritmo del zambo caporal también conocido como saya en Bolivia. Y el timbre rockero de la guitarra eléctrica de Gato Alquinta en "Vamos por ancho camino" abre además un vínculo directo con los experimentos que, antes de ser asesinado por militares en septiembre de 1973, Víctor Jara realizó con los Blops, grupo de rock chileno contemporáneo de Los Jaivas.
–En ese tiempo, [con Víctor Jara] andábamos dando vueltas por los mismo escenarios. A él le gustaba lo que hacíamos, porque era una cosa nueva y diferente –recuerda Claudio–. Eso nos llamaba la atención. En aquella época éramos criticados en cierta manera por la izquierda en Chile: supuestamente, hacer la música que hacíamos era ser inconsecuentes, era evadirse de la realidad.
–Además los acusaban de imperialistas por tocar guitarra eléctrica.
–¡Además! –dice Claudio riendo–. Pero Víctor Jara se acercó a nosotros amistosamente y hasta nos propuso hacer juntos un trabajo sobre Violeta Parra.
Tres décadas después de esos años iniciáticos, Los Jaivas están tocando ante una multitud congregada en el capitalino Parque Forestal. Es la noche de 12 de marzo de este año y en unos minutos más subirá al mismo escenario el presidente Ricardo Lagos, en el cierre de la Fiesta de la Cultura con que el gobierno chileno está celebrando su primer año de administración.
Tras ser acusados de escapistas y –al mismo tiempo– haber sido arrestados por gobiernos y dictaduras, hoy corren otros tiempos para Los Jaivas, tal como lo prueba la serie de canciones escritas con motivo de la última Cumbre de Presidentes celebrada en Chile o del aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Niño, y que aparecen compiladas en Arrebol.
–¿El espaldarazo oficial no pone en riesgo la independencia del grupo?
claudio: Nunca lo he sentido como un compromiso. Siento que nos invitan porque quieren que estemos presentes, no más. Yo creo que es el reconocimiento a un trabajo. Si miro ahora las críticas que recibíamos al comienzo, siento que, en realidad, lo que no queríamos era participar de un enfrentamiento. Buscábamos más el encuentro que el enfrentamiento. Y hoy seguimos en la misma postura.
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