
Inventó el punk, se hundió en montañas de drogas, llevó a la cama por lo menos a una generación entera de chicas. Ahora regresó.
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Cumplio 56 años. hace poco edito un nuevo disco (Skull Ring, que incluye temas grabados con Sum 41, Green Day, The Trolls, su última banda, y los Stooges, que se volvieron a juntar). Vive plácidamente entre viejas chotas y trolitos cool en Miami Beach. Hoy se pasea con mucha tranquilidad en su Rolls Royce Corniche modelo 81 descapotable, con el pelo largo flameando. Se lo ve escuálido, con la cara bastante demacrada y curtida, vestido con jeans y una camiseta hecha jirones (de Versace, que costará unos 500 dólares, una excentricidad absoluta que se empezó a deshilachar a los pocos días de nuestro primer encuentro). Por extraño que parezca, también tienen puesto un mocasín de suela delgada en el pie izquierdo y, en el derecho, una bota de suela gruesa. "Sí, ya sé, parezco un freak cualquiera", reconoce, con esa voz tenebrosa tan familiar. "Pero tengo una pierna más corta que la otra, y hace poco me dijeron que empezara a emparejar la cosa porque, si no, más adelante voy a quedar hecho mierda."
Eso implica, por supuesto, que ahora no está hecho mierda, y él confirma que, en efecto, así es. Hace veinte años que no se da con heroína, cuatro que no fuma porro ni toma cocaína, cinco que no disfruta un cigarrillo. Sacando el vaso de vino tinto que toma todas las noches y el exceso de café cubano fuerte, está limpio y lleva una vida muy normal. Si quiere amor, tiene a su novia escultural, voluminosa y supertierna, Nina Alu, mitad nigeriana y mitad irlandesa, veinticinco años menor que él; si quiere estar más calentito a la noche, tiene al perrito peludo de ambos, Lucky. Desayuna con tocino y dos huevos fritos casi todos los días, cena uno o dos bifes, y está fascinado con lo que pasan todas las noches en History Channel, Discovery Channel y [el canal de cable dedicado a cuestiones públicas] C-Span ("¡Me encanta C-Span!"). Va mucho a la playa, por lo que tiene un bronceado del color de un guante de béisbol.
Entre sus influencias de ayer y de hoy, dice, se cuentan los Sex Pistols, The Clash, los Ramones, Boy George, Nirvana, r.e.m., Sonic Youth, Snoop Dogg, Mudhoney, Good Charlotte, los White Stripes, los Hives, los Vines y David Bowie. Pero vive casi aislado. Aquí no tiene amigos, asegura; sólo conocidos, como Lamar, su jardinero; Harry, el empleado de la estación de servicio, y el del lavadero de autos. Es ermitaño. Y así lo prefiere.
Pero, de repente, es hora de promover un disco, y volvemos a tenerlo entre nosotros, otra vez con los Stooges -los hermanos Ron (guitarra) y Scott (batería) Asheton, a quienes Iggy describió varias veces en público como "un par de tarados"-, de gira por todos los Estados Unidos y presentando un premio en la entrega de los recientes mtv Video Music Awards. Y abriendo de par en par su bungalow de Miami a una manga de mediocres chismosos que se empeñan en averiguar qué estragos le causó la edad al monstruo primigenio del punk, qué conocimientos adquirió, qué significa que haya sobrevivido todo este tiempo y cada cuánto tiene sexo con Nina.
a diferencia de ozzy osbourne, contemporaneo suyo y drogón legendario como él, Iggy jamás alcanzó la gloria ni tuvo un disco exitoso, ni siquiera un single que haya encabezado los rankings. Algunas de sus canciones pasaron a formar parte de la cultura popular: la grabación que hizo Bowie de "China Girl", compuesta entre ambos, fue un hit en 1983 (y le permitió a Iggy disfrutar por primera vez de cierta estabilidad financiera); y Trainspotting (Danny Boyle, 1996), la película escocesa sobre una un grupo de amigos desempleados consumidores de heroína, convirtió en fetiche el tema "Lust for Life" (que luego adoptaron los cruceros Royal Caribbean para publicitar sus divertidísimos viajes, aunque sin las referencias indecentes a las drogas y todo eso). Fragmentos de otras canciones de Iggy se infiltraron en películas tales como Laurel Canyon, Bedazzled, Casi famosos y School of Rock. Pero a menos que uno ya sea admirador de Iggy -y sepa, por ejemplo, que probablemente fue el primer artista que saltó del escenario y caminó sobre las manos alzadas de sus espectadores, y también el primero en arrojarse de la misma manera mientras la gente se dispersaba y lo dejaba caer al piso como un idiota total, como pasó en Nueva York en 1971-, difícilmente sepa que esas canciones le pertenecen.
Sus dos últimos discos, Avenue b (1999) y Beat ’Em Up (2001), vendieron apenas 20 mil copias cada uno, la misma cifra que alcanzaron sus primeros dos álbumes (The Stooges, 1969, y Fun House, 1970). Sin embargo, con el tiempo éstos llegaron a convertirse en clásicos gracias a que incluyen algunos de los mejores temas punk anteriores a la música punk: "1969", "No Fun", "Loose", "t.v. Eye", "Dirt" y el más conocido, "I Wanna Be Your Dog". En realidad, todas las canciones que integran ambos discos son geniales, y eso vale también para Raw Power (1973), su tercer álbum. Es sencillamente el rock de dos o tres acordes más agresivo y con más sonido a garaje que se haya hecho en la historia, sin el menor asomo de un tema emotivo y sentimental. En aquel entonces los críticos adoraban a Iggy y a los Stooges (a excepción, curiosamente, de esta revista, que los acusó de "vagos drogones que hacen música aburrida y poco lanzada"). Sin embargo, pese a las alabanzas, Iggy trabajó casi siempre en la semipenumbra. Y el público que tenía no era precisamente de lo más presentable, en especial al principio. "Era como los inicios del cristianismo", dijo él una vez. "Las chicas más feas y los tipos más analfabetos; gente con problemas dermatológicos, gente con problemas sexuales, con problemas de peso, con problemas de desempleo, con problemas mentales; lo que se te ocurra. Eran un desastre."
Es, en parte, cuestión de personalidad y de las circunstancias. Cuando Iggy Pop comenzó su carrera, en 1967, en el pequeño pueblo de Ann Arbor (Michigan), el verano del amor acababa de terminar. Nacido James Newell Osterberg Jr., criado en un lúgubre parque de casas rodantes, a los 20 años quería cualquier cosa menos eso. Despreciaba toda la cuestión del hippismo: lo consideraba una especie de farsa o artificio, creía que sus líderes estaban tan sedientos de dinero y de poder como "los dirigentes de la vieja guardia con todos sus chanchullos". "Además, ni siquiera tenía onda", comenta. "Digamos: ¿«Marrakesh Express»? ¿De qué estamos hablando? Es una de las peores canciones de la historia."
Y así funciona Iggy desde entonces: casi siempre permaneció desconectado del mainstream, como los visionarios, los genios y los retardados; en los tiempos en que estuvo drogado, hecho pelota, apenas mantuvo contacto con los bajos fondos, todo lo cual desembocó en esas historias raras, prodigiosas y chifladas que se cuentan de él.
Tenemos el incidente del Max’s Kansas City, en 1973. Iggy estaba dando un recital en el famoso local de Nueva York, con su habitual taparrabo, ante un público integrado por Lou Reed, Alice Cooper, [el guitarrista] Todd Rundgren, [la modelo y musa rocker] Bebe Buell y otros pesaditos de la época. El escenario estaba lleno de vidrios rotos e Iggy se retorcía sobre las astillas cortándose por todas partes, tal vez más de lo que se había propuesto. Le brotaba sangre de la cara y del cuerpo, y de abajo del taparrabo. Cuando habían pasado veinte minutos del comienzo del recital, su sonidista le preguntó si quería parar. No paró. Siguió trabajando, todo ensangrentado. Después del show dejó que Alice Cooper lo llevara a una guardia médica. Mientras salía, lo único que quiso saber Iggy fue: "¿Hay algún fotógrafo profesional presente?". Más adelante, Buell comentó: "Los puntos que le dieron nos parecieron muy seductores".
Tenemos, también, el día en que tocó con unos jeans desgarrados y las pelotas al aire; el día en que sacó el pene y lo apoyó arriba de un amplificador, haciéndolo vibrar para deleite de todos; el día en que una chica del público le hizo una fellatio en escena. En 1978, durante unos recitales en Londres, actuó vestido con una malla de baile negra y medias de red. Luego declaró: "Me puse eso porque me queda lindo. Me miro en el espejo y pienso: «¡Ah, qué hermoso que soy!» (...) Y bueno, me considero lo más grande que hay".
"Pero lo mejor es lo que pasó cuando tocó en el Whisky de Los Angeles", se ríe su amigo y primer manager, Danny Fields. "Era una noche llena de estrellas, con Jack [Nicholson], Anjelica [Huston] y Warren [Beatty]. Iggy estaba esperando que llegara su dealer para darse, con la intención de inyectarse heroína antes de salir a escena. Pero no tenía plata. Así que recorrió los palcos vip uno por uno para explicar la situación. Les dijo: «Miren: ustedes me vinieron a ver a mí, y no puedo salir hasta que llegue mi dealer, y él espera que le pague, así que denme plata para drogarme, y así tendrán su show»."
Le dieron más plata de la que necesitaba. Se fue al costado y se inyectó. Bajaron las luces, subió el volumen de la música, Iggy salió al escenario y se desmayó. Sin cantar una sola nota. Había tenido una sobredosis delante de todos. Y se lo tuvieron que llevar.
"Creo que fue una de las mejores performances que hizo en su vida", concluye Fields. "Fue, por lo menos, perfecta. Es algo que dice muchísimo."
Cuando recibe a un visitante en miami Beach, a Iggy nada le gusta más que evitar hablar de sí mismo; en cambio, disfruta de llevar a su huésped a recorrer la ciudad, pasando velozmente entre barcos colosales y edificios altísimos, deteniéndose cada tanto para ilustrar algún aspecto del recorrido y monologar con ademán de profesor de Historia.
-Este es uno de los puertos marítimos más grandes del país, y aquí pasan cosas importantes -explica-. Y allá, al lado, está el fucking Crucero Carnival, un barco de ensueño con forma de torta de casamiento. Y allá está Fisher Island, donde vivía [el hombre de finanzas] Bebe Rebozo. Y en este edificio tiene un departamento [el presidente de London Sire Records] Seymour Stein. Una vez fui: caro y muy cursi. Y ése es el Cameo, un teatro viejo donde toqué en el 89. Olía el pis. Y ahora es un bar hip-hop. Y ése... ése es el cabaret más hediondo y asqueroso del sur de Florida. Tiene un trono rojo y bien grande donde se sientan las chicas, vestidas con muy poca ropa, repugnantes. En esta ciudad hay una variedad del carajo. Me encanta vivir acá.
Divierte escuchar estas divagaciones de Iggy; es cálido, amistoso, apasionado, abierto y aparentemente equilibrado, cuando uno se imaginaba que sería cualquier cosa menos eso. Es lo que sienten casi todos cuando hablan por primera vez con él. "Yo estaba un poco nervioso al principio", dice Deryck Whibley, de Sum 41, que colaboró en "Little Know It All", el primer single del nuevo disco de Iggy. "No sabía qué esperar de él. Pero fue uno de los tipos más simpáticos del mundo. Fue como hablar con un viejo amigo."
Y hasta es capaz de tratarte como lo haría un viejo amigo: te lleva a su casa, en North Bay Road, para mostrarte parte de su vida. Es una casa vieja de estilo mediterráneo, modesta pero rara, con onda. Durante un rato, Iggy se queda sentado en el patio delantero, separado de la calle y del fuerte sol de Florida por un bosque de ficus y por los restos de una palmera que alguna vez fue majestuosa. Aquí suele tomar su café por la mañana, a veces mientras conversa con Lamar. Dice que sin su jardinero no podría seguir adelante. Lo llama cuando se desata un huracán, cuando se inunda la cocina, cuando hay agua de la cloaca en la bañera.
Aparecen unos gatos.-Hola, Butchie. Hola, Betty -los saluda Iggy con ternura-. Estaban en la calle, pero ahora Nina los malcría como la mierda.
La historia de cómo Iggy Pop conoció a la estupenda Nina es interesante. Se divorció de Suchi, quien fue su esposa durante quince años, en 1998; se mudó de Nueva York a Miami, pasó por un par de relaciones y quedó soltero de nuevo. Una vez iba por South Beach en su Cadillac descapotable rojo, modelo 68. Detectó en la calle a dos mujeres llamativas, que se metieron en una pizzería, y se sentó en el local de al lado a espiarlas.
-Sí, las estaba tanteando mientras pensaba: "¿Qué carajo hago?" -recuerda-. No soy para nada bueno con los levantes. Soy un estúpido y no tengo parla. Nada más sirvo para algo si me conocen. Así que me quedo sentado y espero que alguien diga: "¿Vos no sos..?", y ahí arranco. Pero esa vez no pasaba nada. Así que al final me subí otra vez al auto, me acerqué adonde estaban ellas y les pregunté: "¿Quieren ir a pasear?". ¡Y quisieron! Así que empecé a salir con Nina.
Eso fue hace cuatro años, cuando ella todavía era azafata de us Airways y había decidido no dedicarse al periodismo radial, que era lo que había estudiado en la Universidad Howard, donde se recibió, como le gusta decir a Iggy, "con diploma de fucking honor, con perdón de la palabra".
Ahora viaja con él a todos lados y, en esencia, durante esos viajes toma la posta de Lamar: le hace la comida, paga sus numerosas multas de tránsito, prepara las valijas. "Hace todo lo que yo no puedo afrontar", dice él y luego asegura que la ama "totalmente, totalmente", y que jamás mira a otras mujeres.
En cierto sentido es asombroso que diga algo así, sobre todo atendiendo su largo y sórdido currículum sexual. Perdió la virginidad a los 20 años; y, entonces, emprendió una vorágine sexual que duró una década.
Tenía fascinación por las chicas que estaban entrando en la adolescencia: a los 21 años estuvo casado fugazmente con una de 14; a los 22, tuvo su único hijo (Eric, que ahora tiene 33) con otra adolescente; por esa misma época se entusiasmó con una chica de 13 llamada Betsy, de quien alguna vez dijo: "Me miró de manera penetrante. Supongo que se imaginarán lo que pasó después".
Cuando terminaba un recital, volvía a casa con alguna admiradora, se acostaba con ella y le pedía que desapareciera. "En cuanto al machismo, bueno… odio a las mujeres", dijo una vez. "O sea, ¿por qué se supone que tengo que tener un motivo? (...) Mis términos son simplemente éstos: las llamo, les digo que estén en tal o cual lugar a determinada hora, en buen estado físico, listas para coger. Y que después se vayan, carajo."
-No podía creer cómo las chicas se amontonaban alrededor de Iggy -cuenta Scott Asheton-. Una vez vi cómo se levantó cinco chicas, como siempre, y las tenía a todas rodeándolo: "Ay, Iggy. Ay, Iggy". De repente se sonó la nariz con la mano y se metió los mocos en la boca. Y ellas lo seguían mirando embobadas, como si no se hubieran dado cuenta.
Pero no sólo las chicas miraban embobadas a Iggy. Los tipos, también. En especial cuando llegó a Manhattan, en 1969, y pasó a ser parte del elenco estable del Max’s Kansas City, donde andaba con la troupe descarriada de Velvet Underground y Andy Warhol.
-Cuando apareció Iggy, tenía una onda sexual impresionante -dice el fotógrafo Mick Rock, testigo de la época-. Todos sabían que tenía un cuerpo increíble, un pedazo enorme. Todos se lo querían coger: chicos y chicas.
Pero todo esto pertenece al pasado, y son cosas que, al parecer, Nina conoce bien.
-Sí, se enteró de las historias de guerra -dice hoy Iggy, esbozando una sonrisa-. Se lo cuento todo. Me parece que es lo que tengo que hacer, porque uno quiere conocer a alguien y quiere sentir que ese alguien lo conoce a uno. O sea: el nivel de vergüenza viene bajando hace rato, y la diversión ingenua viene subiendo. Y, a medida que cambia la sociedad, lo que antes era inaceptable se vuelve entretenido, hasta lo del vidrio roto. Aunque en ese caso, claro, tiene algo de arquetípico… -Cambia de posición en su silla, revoleando hábilmente el pie de la bota mientras deja quieto el del mocasín. -Por eso de la sangre ¿no? -continúa.- Los cristianos usaron ese riff con Cristo. ¿Qué fue lo que hizo Cristo? Se juntó con pescadores que tomaban mucho. Y cuando le preguntaron "¿Por qué te juntás con prostitutas y con pescadores?", contestó: "Porque me necesitan". ¡Qué frase!, ¿no? Pero lo que quiere en realidad esta sociedad marcial es sangre. Necesitamos un poco de sangre. Necesitamos un poco de sufrimiento. Digamos, el individuo debe sufrir por el bien de la totalidad. Yo jugueteo con eso. Al principio no me fijaba en Jesucristo, no intentaba parecerme a él. Pero, al fin y al cabo, en cierto sentido, ambos estamos en el mundo del espectáculo.
Sonríe, se acaricia el mentón de una barba abundante, y entonces se para y entra renqueando en su casa.
Iggy parece estar absolutamente en paz consigo y con su pasado. Sin embargo, cuando se empieza a hablar de sí mismo como de "uno", también puede suceder lo contrario: tal vez Iggy no esté tan cómodo bajo su piel gruesa como quiere hacérnoslo creer.
"imaginate a los estados unidos en los años 50, con un montón de descampados", sugiere una noche. "Era en el Medio Oeste, una llanura aluvial. En las afueras de las afueras, entre dos pueblos: Ann Arbor e Ypsilanti. El campamento de casas rodantes se llamaba Coachville Gardens Mobile Park. Yo vivía en el lote 96. La primera casa rodante fue una Spirit, hasta que mi papá consiguió un trabajo mejor y pasamos a una New Moon. Eran 113 casas rodantes. Los únicos de todo el campamento de casas rodantes que habían ido a la universidad eran mi mamá y mi papá. Yo dormía en un estante que estaba arriba de la kitchenette."
Vivían en el parque de casas rodantes porque el padre de Iggy, Newell, pensaba que las casas rodantes tenían lógica. "Esta es la forma de vivir", decía. Enseñaba lengua en el colegio secundario de Ypsilanti, había sido muy buen jugador de béisbol semiprofesional y también había sido un gran cobrador de impuestos. Con respecto a su hijo, creía en el cinto y el palo -la madre, Louella, que era ama de casa y falleció en 1996, no le hacía frente a su esposo-, pero a Iggy no le importaba, quería a su padre con toda el alma: "Mi papá es copado, en serio", dice. Ahora tiene 82 años y vive muy cómodo en un complejo de Myrtle Beach, Carolina del Sur, atendido por un par de enfermeros y adonde Iggy va a visitarlo siempre que puede.
Cuando todavía se llamaba Jim Osterberg (sus amigos íntimos y Nina le siguen diciendo "Jim"), Iggy tocó la batería en unas cuantas bandas del colegio secundario, entre ellas The Iguanas, de donde salió su apodo. En 1965 terminó el colegio y durante un cuatrimestre estudió antropología en la Universidad de Michigan. Después abandonó y decidió consagrarse a la música; se buscó un par de pajueranos bobos (o sea, los hermanos Asheton) a quienes pudiera moldear a su gusto, formó los Stooges y una noche de 1967 fue a ver actuar a los Doors.
-Jim Morrison tenía puestas unas botas puntiagudas, una remera grande y arrugada y un traje negro de cuerina: cuerina, no cuero -rememora-. Tenía los ojos como platos y el pelo igual de peinado, cortado y engrasado que el de Hedy Lamarr en Sansón y Dalila. Y entonces subió al escenario tambaleándose, y cada vez que su grupo empezaba un tema, se negaba a cantarlo. Iba hasta el micrófono y enseguida se alejaba. Y después, cuando por fin se ponía a cantar, cantaba como Betty Boop. Te lo juro. Yo lo vi. No miento. Fue graciosísimo, y en ese momento pensé: "¡Eh, qué copado!".
En consecuencia, Iggy se dispuso a superar a Morrison, para lo cual la idea básica era salir a escena y desatar sus impulsos íntimos más estrafalarios y enfurecidos. "¿Decís que parezco tonto? Muy bien. ¿Que es comedia? Genial. Bobo, sexy, estúpido o copado: mientras hablaran, no me importaba lo que pensaban los demás. "
Ese "algo" surgió casi completamente formado, sin necesidad de ninguna gran evolución, en el primer recital que dieron los Stooges, el 31 de octubre de 1967, cuando Iggy puso una licuadora y una aspiradora al micrófono mientras los hermanos Asheton seguían tocando su música más bien maquinal. "No tenía ritmo, no tenía onda, pero era algo poderoso", dijo uno de los presentes. Pronto firmó contrato con el sello de Morrison, Elektra; editó esos dos primeros discos grandiosos pero de pocas ventas; descubrió la heroína en 1970; quedó afuera de Elektra por la heroína; dejó de drogarse; se junto con la gente de Warhol en Nueva York; se apoderó de Nico, la superestrella alemana de Warhol, que le enseñó las virtudes del vino alemán, de la champaña francesa y del cunilingus; conoció a David Bowie en Nueva York en 1971; se llevó muy bien con Bowie, quien vio en Iggy al loco auténtico que él no era pero del que, con su astucia, podía apropiarse para terminar de desarrollar su propio personaje; tomó más drogas; le tiró mierda Lou Reed ("Iggy es estúpido. Muy dulce pero muy estúpido. Ni siquiera es una buena imitación de un mal Jim Morrison"); en 1975 se despertó una mañana en un edificio abandonado, vomitando "bilis verde, rara"; de inmediato fue a internarse en un hospital psiquiátrico de Los Angeles; le robó cocaína a Bowie mientras estaba internado; salió; anduvo tres años con Bowie en Berlín; dijo: "Bowie es un verdadero hombre y yo soy una verdadera mujer, igual que Catherine Deneuve"; en 1977 editó dos discos geniales producidos por Bowie, The Idiot y Lust for Life; fue adoptado por el movimiento punk; fue un alma en pena durante los estúpidos años de la música disco; cayó una vez más bajo el hechizo de la heroína; empezó a autoproclamarse "el olvidado del mundo"; se desintoxicó; fue contratado por A&M en 1986; sacó Blah Blah Blah, que llegó al puesto 75; recibió el nombre de "padrino del punk" (no está conforme con ese título: "¡Qué cursi!"); restableció su relación con su hijo; publicó unos álbumes no muy buenos en los 90; se fue de la Avenue b de Nueva York a Miami, y en la actualidad se lo ve de lo más bien, con el torso delgado y musculoso como hace treinta años y con arrugas y carne floja solamente en la cara, donde se notan su verdadera edad e historia.
"El cuerpo no le cambió. Lo tiene perfecto", confirma un amigo. "Si lo mirás de atrás, parece de quince años. Pero se da vuelta y parece la momia que encontraron enterrada en los Alpes."
Tanto como el cuerpo, el pene de Iggy también se destaca, como lo aseguran todos los que lo vieron de cerca. No hace tanto, la artista inclasificable que conocemos como Peaches fue al refugio de Iggy en Miami Beach. Lo filmó en video, así podía acompañarla en sus actuaciones cantando a dúo con ella aunque no estuviera presente.
Peaches recuerda la impresión que tuvo cuando lo conoció. Iggy abrió la puerta y saludó. "Apareció sin remera, con los pantalones más ajustados que te puedas imaginar, y se le notaba el paquete", cuenta ella. "Y después, en el video que filmamos, se le ve. Cada vez que alguien mira el video por primera vez, dice: «¡que es eso que tiene entre las piernas!»."
A la mayoría de nosotros, si queremos ver qué es exactamente lo que tiene entre las piernas, no nos queda otra que comprar un ejemplar de la excelente autobiografía que publicó Iggy en 1982, I Need More, abrir el libro en la página 83 y contemplar boquiabiertos el desnudo en blanco y negro que le sacó Gerard Malanga, en 1971. Está apoyado, mitad en sombras y mitad a la luz, contra una pared blanca, el pelo mojado, el labio inferior salido para adelante, un brazo en reposo al costado y el otro escondiendo la mando detrás de la espalda.
Y ahí está. Es un flor de pedazo, sin duda, pero lo que sucede cuando se lo ve así, sin ropa, de la cabeza a los muslos, es que se aprehenden varias cosas de Iggy al mismo tiempo, porque el impacto es súbito y profundo: no es justamente sexual sino estético, lo cual es un placer inesperado.
En 1999, a propósito de la edición de un documental sobre su vida para [la señal] vh1, señaló Iggy: "Este es el principal malentendido que hubo siempre en torno de mí. Todas las mierdas esas que dijeron que hice (...) las hice sólo porque pensaba que ponía precisamente la música adecuada para reflejar ese momento y ese lugar. Para ser sincero, siempre me consideré totalmente inocente".
Son palabras difíciles de creer. Pero, mirando la foto, le creés; es verdad que parece un verdadero inocente y, para tu sorpresa, el tamaño del pene contribuye a esa imagen de inocencia. De todas maneras, esa imagen se tomó a la mañana y no capta más que un momento; cuando caía la noche, vaya uno a saber en qué andaba el ex Jim Osterberg de las llanuras aluviales.
En realidad, Iggy siempre tuvo una relación de amor-odio, profundamente conflictiva, con el miembro en cuestión.
-Tengo que reconocer que, cada tanto, en algún momento, quizás al principio, lo disfrutaba -dice una tarde-. Pensaba: "¡Uy, sí, epa! ¡Mirá esto!". Y, cada tanto, todavía me pasa un poco. Pero hubo momentos de la vida en los que estuve en cero. Muchas veces, y hace poco, durante todos los 80 y los 90, en las que no podía para nada. Estaba preocupadísimo. En esa época tenía novias, pero duraban poco. Es feo no poder para nada.
Toma un poco más de café, apoya la taza, escucha, mueve la cabeza negativamente, vuelve a moverla y por último se resigna a responder al mediocre entrevistador de qué se trata:
-A veces uno no tiene suerte con las mujeres y no la moja, pero otras veces... -dice al fin-. Bueno, con Nina lo hacemos diez veces por semana, pero no cuando estoy trabajando tanto como ahora. Qué vergüenza. Pero, al menos, una vez por semana. Entonces, entre una y diez. Cuando estamos de gira subo mucho, por los nervios, y cuando no estás haciendo lo tuyo estás mucho en la cama.
Suelta una risita, revolea los ojos y hace unos ruidos guturales roncos, lo cual es una delicia: después de toda el agua que corrió bajo el puente, cabe pensar que sería imposible avergonzarlo, pero ahí lo tenés, ruborizado, inquieto y tímido. Y, sin embargo, ésa siempre fue una de las cualidades redentoras de Iggy: su vulnerabilidad. Incluso en la cúspide de su egocentrismo tiene un toque tierno que, si bien nunca se entrometió en su música, sus más allegados reconocen desde hace tiempo.
Un amigo opinó en una oportunidad: "Es maltrecho, brillante, frágil pero de acero, desequilibrado, demente". Mientras que Iggy dijo de sí mismo: "Nadie me entiende. Soy muy sensible. Todos piensan que tendría que estar contentísimo por cogerme a todas las chicas y por todas las drogas y por ser una estrella. Pero sufro. Y me siento solo".
Iggy y los stooges matan en coachella, matan en Nueva York (The New York Times: "El señor Pop (...) hizo quedar a sus innumerables imitadores recientes como presumidos") y están listos para matar en Detroit, cuando de pronto se corta la luz en todo el Nordeste. Así que, esa noche, en vez de salir volando del escenario y caer sobre el público, en cueros y todo transpirado, chillando y ladrando de viva voz, sacándole la lengua a la gente, sacudiendo la cadera a lo Elvis pero con más sordidez, con su Nina mirando desde el costado con el perro Lucky en brazos, come un par de sándwiches de carne en el comedor del hotel y se hace problema por la decisión de suspender el recital, sobre todo por si de repente vuelve la luz. En ese caso, ¿cómo quedarían los poderosos Stooges? "Vamos a quedar como unos maricones de mierda", se lamenta. "Voy a estar sentado acá pensando: «¡Pero qué pedazo de idiota!»."
Pese a eso, su impaciente cerebro no tarda en desacelerar. Iggy dice unas palabras sobre la música moderna:
-El rock de ahora es vergonzoso. Es fucking horrible. Son pibes blancos que se dieron con glutamato de monosodio, ¿viste?, y piensan: «Vamos a aplastar a la oposición con nuestra lluvia de productos». Si lo reducís un poco, el metal básico es vulgaridad y estupefacción. Pienso en estas cosas... -Dice unas palabras sobre Britney Spears y Justin Timberlake-: Siempre me parecieron interesantes. Tienen esas habilidades de la televisión: mucha facilidad para entretener, y me gusta ver cómo trabajan. Sobre todo Justin. Es un muchacho muy centrado.
Entonces termina diciendo más que unas palabras sobre su relación prolongada y a veces difícil y penosa con David Bowie; se refiere al hecho de que, al parecer, muchos ignorantes crean que Iggy fue no sólo el perrito faldero de Bowie, sino también su creación, cuando en verdad los dos se beneficiaron conociéndose, quizá Bowie más que Iggy. Primero apareció Iggy con guantes de vestir de lamé plateado, y con el pelo corto teñido de rojo. Después apareció Bowie haciendo de (Z)iggy Stardust, con el pelo corto y teñido, también, y con un traje de lamé plateado. La genialidad de Iggy estuvo en la creación, y la de Bowie en la astuta asimilación y comercialización de esa imagen.
-Tengo la suficiente lucidez para enterrar todo lo que siento al respecto, así que no sale a la superficie directamente -explica Iggy-. Pero me sorprendía a mí mismo... Por ahí estábamos cenando con el futuro rey de España, y yo estaba de mal humor, pensando: "¿Qué hacemos acá, juntándonos con esta gente?". Y en seguida me daba cuenta: "Viejo, le tenés
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