Schubert y la revelación del amor

Han pasado exactamente doscientos años desde que surge una de las páginas más extraordinarias del Lied alemán, el género del cual la historia reconoce como auténtica fecha de nacimiento justamente aquellos días de octubre de 1814, cuando Franz Schubert da a luz su Gretchen am Spinnrade (Margarita en la rueca).

Es manifiesto que, a pesar de los dos siglos transcurridos, aún hoy el mundo de la música se pregunta cuál es el misterio de aquel adolescente de diecisiete años, tímido hijo de un maestro, que ha sido capaz de penetrar la psicología de un hombre enamorado, apropiarse de tal manera de su pasión, de su delirio carnal, de ese poder maléfico del amor, de la experiencia del abandono? Un amor a través del cual Schubert va a reflejar la patética evolución de la tragedia de Goethe.

De ahí que sean numerosos los escritores que se han planteado el interrogante de por qué cuando este jovencito elige el Fausto, de Goethe, como punto de partida para una creación personal, se aventura con ese texto, en lugar de abordar al poeta y a su obra de una manera infinitamente más simple y mejor adaptada seguramente a su edad, como podría haber sido La canción de la pulga, que otros grandes autores no desdeñaron ponerla en música, como fue el caso de Beethoven, y posteriormente de Wagner, Berlioz o Mussorgsky.

La sospecha de que el joven compositor se haya sentido atraído en ese mismo momento por la cantante Teresa Grob, unos meses menor que él y su intérprete tanto en la Misa en Fa, que estrenó en esos mismos días, como en Margarita en la rueca, no ha sido descartada. Sin embargo, no parecen quedar dudas respecto de que Schubert ha vivido en el interior de él mismo, al margen de Teresa, una arrasadora experiencia, muy personal, aquel 19 de octubre en que la concibió.

Es que, en esos días tan particulares, Schubert se encontraba al parecer sensibilizado por la imagen de la Margarita de Goethe, completamente apartado del hecho de que toda la ciudad -la ciudad de toda su vida- vibrara ante la próxima apertura solemne del Congreso de Viena con la consiguiente llegada a la capital austríaca de grandes personalidades extranjeras. La originalidad insondable de esta creación ha conducido a los historiadores a considerar que representa una inquietante luz que se eleva sobre el misterio de las profundidades de la creación schubertiana. Porque es en sí uno de los logros más perfectos de su obra y, en resumen, la que define su propio genio.

Por Pola Suárez Urtubey

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