
Sensatez y sentimientos
Con dos Oscar y una versatilidad que merecería un tercero, la actriz británica ha construido su carrera sobre su capacidad de interpretar a gente común
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Sentido del humor. Sentido del absurdo. Capacidad de reírse de sí misma. Alguien que parte de esos lugares y es actriz tiene muchas chances de sorprender, de deslumbrar, de atraer. Incluso de recuperarse pronto de los errores. Si algo caracteriza a Emma Thompson es su solidez y convicción para volver a brillar.
Para algunos, los errores en la carrera de esta distinguida actriz británica serán sus participaciones en la serie de films infantiles de Harry Potter o en los de Nanny McPhee. Para otros, sorprendentemente, fue su aparición en Junior. Algunos de nosotros desconfiamos más de títulos como Carrington o la reciente El sueño de Walt Disney, esos momentos en los que había riesgo de que Thompson se convirtiera en una actriz afectada, tensa. Pero ella enseguida lo niega con cada comedia en la que confirma su sabiduría. A un cuarto de siglo de su debut en cine, como entonces, estrena una comedia: en este caso Love Punch, donde la acompaña Pierce Brosnan. Es decir, encanto multiplicado.
Aquí, como en buena parte de su carrera, Emma Thompson demuestra que sabe unas cuantas cosas.
En primer lugar, la importancia del humor físico. Su primera película fue The Tall Guy, aquí llamada Cuestión de tamaño, de 1989, año en que Emma cumplía los 30 y ya tenía una trayectoria televisiva. El protagonista: Jeff Goldblum. También estaba, en un papel odioso, Rowan Atkinson (Mr. Bean). Si hay algo que nunca supo Emma fue hacer de figurita decorativa, tiene demasiado sentido del humor como para eso. En Cuestión de tamaño también tiene una escena de sexo con muchos gags y mucho movimiento, y un clip para atesorar con música de Madness.
Hay una frase de Emma sobre su cuerpo, que la define. Thompson fue una de las decenas de actrices que estuvo en conversaciones para Bajos instintos de Paul Verhoeven -uno de esos roles que podrían haber cambiado su carrera y la historia del cine de los primeros noventa-: "según veo yo, en la escena de sexo de Sharon Stone en Bajos instintos moldearon su cuerpo en plastilina dura. Tenía sexo con Michael Douglas como una burra y no se le movía ni un centímetro de nada. Si hubiera sido yo habría habido cosas volando por todos lados y pegándome en el ojo."
Emma supo ganar Oscars y sigue sabiendo cómo brillar al agradecer. Poco después del debut, con una película de 1992, La Mansión Howard, de James Ivory y con Anthony Hopkins, ganaría el Oscar como actriz protagónica. Y nunca más lo volvió a ganar. De hecho, tuvo tres otras nominaciones bastante seguidas y nada más. Dos de ellas al año siguiente: como actriz protagónica por otra película junto a Hopkins y de Ivory, Lo que queda del día -actuación y película superiores a La mansión Howard-, y como actriz secundaria por En el nombre del padre. La última nominación hasta el momento fue por una película de 1995: Sensatez y sentimientos, dirigida por Ang Lee. Nunca más la volvieron a nominar como actriz. El Oscar a mejor actriz de ese año lo ganó Susan Sarandon por la monja de Mientras estés conmigo. Pero Thompson consiguió un Oscar por Sensatez y sentimientos: fue como guionista, al adaptar la novela de Jane Austen. Un guión que hacía honor al título y que ha convertido a Thompson en la única persona en ganar Oscars en las categorías de actuación y guion. Matt Damon o Ben Aflleck, que ya tienen un Oscar como guionistas por Good Will Hunting (Affleck también como productor de Argo, mejor película 2013), quizás algún día se le unan. Pero por ahora es ella sola. Ahora bien, que Thompson no haya sido nominada nunca más como actriz al Oscar -ya casi van 20 años- no deja de sorprender. Es cierto que Emma bajó el ritmo de trabajo como actriz desde que fue madre en 1999, pero aún así es extraña su ausencia de los premios más famosos. Pero ella sabe tomarse eso -y mucho más- con humor. Una vez, en su casa de verano de Escocia, apareció la policía a decirle que habían visto a un hombre desnudo por su jardín, y ella, divertida, contó que era ella misma que volvía de darse un baño en el río.
Emma sabe también que no quiere -o no le sale- el aire de super estrella.
Algunas súper estrellas tienen esa característica intocable, etérea, de ubicarse demasiado arriba como para ser alcanzadas, lo que las convierte en demasiado autosuficientes como para necesitar o amar a alguien. Completas en sí mismas, esas estrellas no son del todo creíbles cuando se enamoran en pantalla. No se necesita ser inseguro para hacer creíble un amor en la pantalla, pero es difícil creerle a alguien que exhibe demasiada perfección que quiere a otro ser: Thompson es una actriz a la que le creemos el deseo y el enamoramiento, porque sabemos que lo más probable es que si permanece varios segundos frente a un espejo sienta la necesidad de hacer alguna morisqueta o de sumar algún gesto que descontracture su imagen. De ahí los chistes que ha hecho al aceptar premios -esos momentos cruciales de construcción de una imagen pública- o el humor físico que ha exhibido en numerosas fotos de alfombra roja. Quizás sea por estas características que ha podido hacer de pareja de actores tan diversos como Hugh Grant, Arnold Schwarzenegger, el mencionado Goldblum, Kenneth Branagh, Jonathan Pryce (bueno, si vieron Carrington sabrán los detalles), John Travolta y más. A Emma Thompson uno le cree incluso cuando exagera su acento británico. Tal vez sea por su relación con la palabra, por esa capacidad para apelar el nonsense inglés, por esa convicción para imponer el chiste verbal allí donde hace falta.
Porque Thompson sabe hablar (sí, inglés, francés, y español). Pero no es la cantidad de idiomas lo que importa. Lo que sabe Thompson es acerca del valor de la palabra. Más allá de la pronunciación o el idioma, sabe cuánto vale en el cine en general y en la comedia en particular una frase bien dicha, una afirmación en su tiempo justo, unas palabras que laten al ritmo preciso. Lo vuelve a probar en Love Punch, película veloz en donde apenas hay tiempo para ver lo bien que le sientan los años mientras se la escucha hablar, se la admira en sus gestos faciales no adormecidos y se la disfruta en movimiento. Thompson corre, nada, escala y maneja rápido con una vitalidad y una gracia que dejan a Brosnan -que supo ser Bond- como el menos intrépido de la pareja.ß
En primer lugar, siempre supo la importancia del humor físico. Su primera película fue The Tall Guy, aquí llamada Cuestión de tamaño, de 1989, año en que Emma cumplía los 30 y ya tenía una trayectoria televisiva. El protagonista era Jeff Goldblum. También estaba, en un papel odioso, Rowan Atkinson (Mr. Bean). Si hay algo que nunca supo Emma fue hacer de figurita decorativa: tiene demasiado sentido del humor como para eso. En Cuestión de tamaño también tiene una escena de sexo con muchos gags y mucho movimiento, y un clip para atesorar con música de Madness.
Hay una frase de la actriz sobre su cuerpo que la define. Thompson fue una de las decenas de actrices que estuvo en conversaciones para Bajos instintos de Paul Verhoeven, uno de esos roles que podrían haber cambiado su carrera y la historia del cine de los años 90. "Según lo veo, en la escena de sexo de Sharon Stone moldearon su cuerpo en plastilina. Tenía sexo con Michael Douglas como una burra y no se le movía ni un centímetro de nada. Si hubiera sido yo habría habido cosas volando por todos lados y pegándome en el ojo", reflexionó.
Ganar y brillar
Emma supo ganar premios Oscar y sigue sabiendo cómo brillar al agradecer y hasta presentar (véase si no su introducción en los Globo de Oro de El sueño de Walt, que hizo dudar a todos de si se había pasado de copas o era otra de sus personajes cómicos).
Poco después de ese debut con Cuestión de tamaño, en 1992, con La mansión Howard, de James Ivory, ganaría el Oscar como actriz protagónica. Y tuvo tres otras nominaciones a ese premio bastante seguidas, dos de ellas al año siguiente, como actriz protagónica por otra película junto a Hopkins y de Ivory, Lo que queda del día -actuación y película superiores a La mansión Howard-, y como actriz secundaria por En el nombre del padre. Su última nominación como actriz hasta el momento fue por una película de 1995: Sensatez y sentimientos, dirigida por Ang Lee. Lo ganó Susan Sarandon por Mientras estés conmigo. Pero Thompson se llevó un Oscar por Sensatez y sentimientos, por su adaptación de la novela de Jane Austen. Era un guión que hacía honor al título y que ha convertido a Thompson en la única persona en ganar Oscar en las categorías de actuación y guión. Matt Damon o Ben Affleck, que ya tienen un Oscar como guionistas por Good Will Hunting (Affleck también como productor de Argo, mejor película 2013), quizás algún día se le unan. Pero por ahora es ella sola.
Que Thompson no haya sido nominada como actriz al Oscar en los últimos veinte años no deja de sorprender. Es cierto que bajó el ritmo de trabajo como actriz desde que fue madre, en 1999, pero aún así es extraña su ausencia. Pero ella sabe tomarse eso -y mucho más- con humor. Una vez, en su casa de verano de Escocia, apareció la policía a decirle que habían denunciado que había un hombre desnudo en su jardín. Ella, divertida, contó que la habían sorprendido volviendo de darse un baño en el río.
Thompson sabe también muy bien que no quiere -o no le sale- el aire de superestrella. Es que algunas de estas luminarias tienen esa característica etérea que las convierte en demasiado autosuficientes para su propio bien. Completas en sí mismas, esas estrellas no son del todo creíbles cuando deben enamorarse en pantalla. Thompson es una actriz a quien le creemos el deseo y el enamoramiento porque sabemos que lo más probable es que si permanece varios segundos frente a un espejo sienta la necesidad de hacer alguna morisqueta o de sumar algún gesto que descontracture su imagen. De ahí los chistes que ha hecho al aceptar premios -esos momentos cruciales de construcción de una imagen pública- o el humor físico que ha exhibido en numerosas fotos de alfombra roja.
Quizá sea por estas características que ha podido hacer de pareja de actores tan diversos como Hugh Grant, Arnold Schwarzenegger, el mencionado Goldblum, Kenneth Branagh, Jonathan Pryce (bueno, si vieron Carrington sabrán los detalles), John Travolta y más. A Emma Thompson uno le cree incluso cuando exagera su acento británico. Tal vez sea por su relación con la palabra, por esa capacidad para apelar el nonsense inglés, por esa convicción para imponer el chiste verbal allí donde hace falta.
Porque Thompson sabe hablar (sí, inglés, francés y español). Pero no es la cantidad de idiomas lo que importa. Lo que sabe Thompson es acerca del valor de la palabra. Más allá de la pronunciación o el idioma, sabe cuánto vale en el cine en general y en la comedia en particular una frase bien dicha, una afirmación en su tiempo justo, unas palabras que laten al ritmo preciso.
Lo vuelve a probar en Love Punch, película veloz en donde apenas hay tiempo para ver lo bien que le sientan los años mientras se la escucha hablar, se la admira en sus gestos faciales no adormecidos y se la disfruta en movimiento. Thompson corre, nada, escala y maneja rápido con una vitalidad y una gracia que dejan a Brosnan -que, no olvidemos, supo ser James Bond- como el menos intrépido de la pareja que conforman.
Cinco títulos para (re)descubrir
Junior
La comedia de Ivan Reitman con Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito integra el grupo de grandes comedias olvidadas de los 90, e inmerecidamente: Thompson demuestra allí que puede actuar en el estilo de las grandes comedias al estilo clásico estadounidense de los 30 y los 40.
Cuestión de tamaño
De Mel Smith. Difícil debutar en el cine, y Emma lo hacía junto a Jeff Goldblum no sólo con frescura en una comedia, sino que además probaba su fuerte identidad de actriz inglesa y su fuerte identidad individual. La idea de actriz intercambiable no era y no es para Thompson.
Tu última oportunidad
Del director de Love Punch, Joel Hopkins, y con Dustin Hoffman. Una película que aunque intenta dos o tres elementos más serios y disonantes, demuestra fehacientemente que la actriz puede agigantar una película poco lograda (como ocurría con Realmente amor).
Hombres de negro III
Su "agente O" en esta muy recomendable tercera entrega de estas comedias de ciencia ficción protagonizadas por Will Smith y Tommy Lee Jones es un personaje tremendamente seductor. Poco vista aquí a su estreno, es un gran error perderse a Thompson en ella.
Los amigos de Peter
No puede faltar este film en donde la dirigió su ex marido Kenneth Branagh (como en el éxito shakespeareano Mucho ruido y pocas nueces). Branagh también actúa allí, como lo hacen Hugh Laurie y Stephen Fry, que -como ella-- fueron parte del famoso Footlights Group de Cambridge.






