En la ficción disponible en Paramount+, el actor de Rocky interpreta a un mafioso exiliado lejos de Nueva York, que sale de cumplir una condena de 25 años de prisión
En una industria como la de Hollywood, convertirse en una estrella taquillera y premiada parece ser el último escalón para alcanzar el Olimpo. Solo unos pocos consiguen ir un paso más allá, hacia ese club exclusivo en el que las estrellas se convierten en leyenda. Y es allí donde reside Sylvester Stallone hace más de cuatro décadas. Una de las figuras más reconocibles del cine a nivel global desde que se calzó los guantes de Rocky Balboa en 1976, personaje que creó y que cambió su vida y su carrera para siempre.
Con el paso de los años, tanto Rocky como Rambo –su siguiente gran éxito– lo encasillaron en el rubro de héroe de acción, un lugar en el que se sintió cómodo durante mucho tiempo y que aparentaba encajar de maravillas con su dicción balbuceante. Más allá de haber disfrutado de aquellos films, la desventaja para el público fue que le permitió olvidar al gran actor que se escondía detrás de los músculos, la voz ronca y el gesto torcido. Eso, hasta que mostró su mejor versión en las dos entregas de Creed, un Rocky golpeado pero no vencido por las batallas perdidas. Ese mismo espíritu, aunque con una dosis de humor tan inesperada como bienvenida, es lo que ofrece Tulsa King, la serie de Paramount+ en la que por fin, a los 76 años, la leyenda demuestra que es un gran actor.
1. Dwight Manfredi, otro personaje inolvidable. Lo primero que los espectadores conocen del protagonista es su voz, con permanente carraspeo. Él narra su propia historia, que comienza en la prisión en la que pasó los últimos 25 años. Dwight “Cinque Stelle” Manfredi es un capo de una familia de Nueva York que conserva los mismos códigos de conducta y lealtad de la Cosa Nostra de su juventud. Cumplida su condena, Dwight –que lleva el nombre del general Eisenhower, admirado por sus padres inmigrantes italianos– regresa a una Gran Manzana que ya no se parece en nada a la que dejó. Y si en principio la edad, el paso del tiempo y los muchos libros que leyó durante su reclusión parecen haberle otorgado algo de la sabiduría, rápidamente demuestra que mantiene intacta su capacidad de reacción, que su puño conserva la efectividad de antaño. Cuando el líder interino de la familia mafiosa le informa que Nueva York ya no tiene nada que ofrecerle, le propone es enviarlo a conquistar el Oeste, más precisamente la ciudad de Tulsa, en Oklahoma, tan ajena para el protagonista como si le estuvieran ofreciendo un viaje a Marte. Las reacciones de Dwight en un lugar que no conoce, en una época con códigos que lo desconciertan y cargando un pasado que lo atormenta encajan como anillo al dedo con el estilo de interpretación de Stallone, una alquimia creada con un altísimo porcentaje de carisma que en este caso marca el ritmo de la trama y funciona como el perfecto polo de atracción, y a veces de rechazo, de todo el resto de los personajes que habitan la esfera del rey de Tulsa.
2. Taylor Sheridan y Terence Winter, dos reyes del drama. En una entrevista con The Hollywood Reporter Terence Winter, el talentoso guionista formado en Los Soprano y responsable de la historia de Boardwalk Empire, contó qué fue lo que lo decidió a aceptar el ofrecimiento de ser el showrunner de otro cuento de mafiosos. Según explicó el escritor todas sus dudas se despejaron luego de leer el guion de Taylor Sheridan, creador de algunas de las series más exitosas de los últimos tiempos como Yellowstone, sus precuelas 1883 y 1923, además del drama carcelario Mayor of Kingstown y las películas Sin nada que perder y Sicario. “Lo genial del piloto de Taylor es que logra unir dos géneros: el western y la película de gángteres”, explicaba Winter durante la etapa de promoción del programa que logra ampliar las posibilidades de esos reconocidos estilos audiovisuales esquivando el riesgo del pastiche y al mismo tiempo infusionando todo el asunto de cierta liviandad que suele faltar en ambos.
3. Un elenco de excepción. Más allá de que Stallone atraiga todo el interés del espectador desde el momento en que aparece -o se lo oye-, en pantalla, lo cierto es que como muchos otros de los proyectos tanto de Sheridan como de Winter, los personajes secundarios son tan ricos y plenos de matices que ayudan a completar un cuadro que se complejiza con cada nuevo episodio. Del lado de la Costa Este, aparecen los capos que ya no quieren saber nada de Dwight como Chickie (Domenick Lombardozzi), el próximo padrino, temeroso de no estar a la altura, mientras que en el Oeste la galería de personajes incluye a Stacy Beale, la agente antiterrorista que interpreta la comediante Andrea Savage (Veep), una de las presencias más destacadas de la serie que en la que también aparecen Garrett Hedlund (Triple frontera) como un potencial nuevo socio de Dwight y Martin Starr (Silicon Valley), en el papel de Bodhi, el dueño de un dispensario de marihuana que queda atrapado en la red de extorsión y protección que le ofrece el protagonista. Hasta los personajes que apenas tienen unas líneas de diálogo, como Clint, el empleado de Bodhi en permanente estado de intoxicación que interpreta Dashiell Connery -nieto del legendario Sean-, aportan nuevos colores a un relato que no deja de sorprender.
4. Una vuelta por el crimen organizado que se siente novedosa. No hay duda de que la mafia italiana, sus líderes y soldados, aportaron material narrativo para algunas de las mejores películas de la historia del cine. Sus reglas, códigos y elaborados rituales captaron la imaginación de directores como Francis Ford Coppola y Martin Scorsese, el dúo definitivo del género, y ejercieron influencia en la producción audiovisual norteamericana y hasta global. Y por eso mismo, no es muy usual encontrar nuevos recorridos para transitar ese universo. En términos televisivos, lo que logró David Chase con Los Soprano achicó aún más la posibilidad de encontrar un rincón no explorado del género y sin embargo, Tulsa King lo consiguió. Con una fórmula que incluye a un líder en el ocaso de su vida que al mismo tiempo es sapo de otro pozo en el pantano que le tocó en suerte, el relato toma viejos tópicos del imaginario mafioso, los cruza con preocupaciones muy actuales y obtiene como resultado una ficción de espíritu definitivamente nuevo.
5. El atractivo eterno del Viejo Oeste. Dwight quiere tomar un espresso como Dios manda. Es decir en una taza de porcelana que ya no se consigue en ningún café de Tulsa. Pero los viejos hábitos son lo último que se pierde y así pronto está sentado en una mesa sobre la vereda tomando de su propia taza y viendo como un caballo blanco atraviesa una avenida del centro de la ciudad. La secuencia es casi una metáfora del encuentro del personaje urbano estereotípico con los escenarios usuales del western. La distancia no se mide en kilómetros ni millas sino en formas de vida: la enorme diferencia entre Nueva York y Tulsa es parte fundamental del relato. Para que el humor de la trama funcione, las actitudes y costumbres del protagonista tienen que ser tan exóticas en su exilio como su falta de comprensión del mundo después de haber pasado un cuarto de siglo preso. Aunque la historia original escrita por Sheridan transcurría en Kansas City, una vez que Winter se hizo cargo del programa su primera decisión fue mover el escenario a Tulsa, porque la primera locación le parecía demasiado urbana. “Como neoyorquino me puse a pensar: ¿qué me suena como un lugar en medio de la nada? Miré un mapa y la respuesta fue Oklahoma”, explicó Winter. La mudanza no solo transformó la trama sino que modificó rotundamente la puesta en escena, que aprovecha al máximo la arquitectura Art Decó del centro, de sus extensas áreas rurales y de su luz particular, que parece existir solo para reflejar el polvo asentado en el aire y en cada superficie a la vista.
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