Netflix: 5 razones para ver Ash vs. Evil Dead
Terror en clave de comedia y el esperado regreso de un antihéroe ícono del cine fantástico
Netflix incorporó a su catálogo la primera temporada de Ash vs. Evil Dead, una serie que le permite a Bruce Campbell encarnar nuevamente al mítico Ash y enfrentarlo una vez más contra las fuerzas del mal. Los fans de esta ficción están de parabienes con el regreso de su antihéroe favorito , en una de las propuestas más auténticas que pueda verse actualmente en la televisión. Por este motivo, repasamos las cinco claves por las que nadie debería dejar pasar esta gran serie
1. La vuelta del terror
Frente a una buena película de género es muy común que el primer comentario sea: “ideal para los amantes del terror” o “los fans de las artes marciales se van a divertir mucho”, pero lo cierto es que las películas son buenas o malas, valiosas o no. Y algo de esto sucede con Ash vs Evil Dead, una seria de terror que varios tildaron de manera muy perezosa como “de gran atractivo para los amantes del horror”, mientras que el encanto de esta ficción va más allá. La historia se centra en la batalla de Ash (Campbell) contra todo tipo de demonios. Pero él ya no es el joven héroe que supo ser, su cinismo ganó terreno, su soberbia lo domina y su falta de diplomacia lo lleva muchas veces a mantener enfrentamientos innecesarios. Claro que a pesar de sus excesos, es el único hombre capaz de detener el Apocalipsis y la invasión de “muertotes” que busca aniquilar a la humanidad. Con esa excusa, el director Sam Raimi retoma la historia de este querido personaje en forma de serie televisiva. El exceso de humor absurdo y un terror que coquetea con los Looney Tunes son la combinación que Raimi y su equipo creativo encontraron para darle identidad a su historia.
Con solo dos temporadas en su haber, más una tercera cerca de estrenarse, Ash vs Evil Dead logra revitalizar el horror televisivo para hacerlo atractivo a ojos de cualquier espectador que guste de ver series realmente auténticas (sin que ese espectador sea necesariamente un "declarado fan del terror”).
2. El gran Bruce Campbell
No hay demasiadas estrellas que gocen del estatus de Campbell, un intérprete desconocido para una gran parte del público, pero adorado con devoción religiosa por los que siguen sus pasos. Este actor construyó a base de carisma, cameos de todo tipo y actuaciones estrafalarias una carrera sin parangón dentro de la industria. Debutó en cine con It´s Murder, la (inconseguible) ópera prima de Sam Raimi. Pero su fama no se asomaría hasta la primera película de la saga Evil Dead, estrenada en 1981. Paso a paso, y siempre atento a encarnar héroes inclasificables o historias totalmente atípicas, supo ponerle su firma a todos y cada uno de sus roles, por más pequeños que estos fueran. Él es el epítome de lo que en los noventa se podía definir como un “langa”, o sea, un tipo con alma de perdedor, que se tiene una confianza que no se condice con su talento, pero que sin embargo logra cumplir con éxito su misión. Y Bruce logró una carrera exitosa encontrándole mil aristas a ese molde.
Su camino en Hollywood siempre fue errático (algo que es parte de su encanto, obviamente) y su trayectoria bien puede resumirse en tres puntos: componer personajes secundarios de gran atractivo (Autolycus, en las series Hércules y Xena); hacer cameos o pequeñas participaciones que los fans del actor celebraban con desmesura (como sucedió en The X-Files, en la segunda temporada de Fargoy en muchas películas de los hermanos Coen o de Sam Raimi); y, en tercer lugar, protagonizando series que nunca llegaron a desplegar sus alas y fueron canceladas prematuramente como Las aventuras de Brisco County Jr. o Jack of all Trades.
A lo largo de cuarenta años, Bruce se mantuvo vigente gracias a su carácter de estrella de culto, algo que le permitió no solo llevar adelante una carrera inundada por el cariño de sus fans, sino también traspasar la pantalla para convertirse en un fenómeno pop. Escribió varios libros; tiene sus propios muñecos; su festival de cine de terror e incluso dirigió una película en la cual se encarna a él mismo parodiando el desmedido amor que le tienen sus fans (My Name is Bruce).
3. Los secundarios (y la llegada de Xena)
Uno de los grandes retos con los que se enfrentó la serie fue el de crear una galería de personajes secundarios que estuvieran a la altura del protagonista y su poca ortodoxa manera de luchar contra el mal. Y los guionistas encontraron una vuelta de tuerca interesante: ensamblar un equipo de personajes que puede jugar con el héroe desde distintos lugares. Por un lado, se encuentran Pablo (Ray Santiago) y Kelly (Dana DeLorenzo), dos jóvenes compañeros de trabajo del protagonista, que terminan uniéndose en la lucha contra el mal. En muchos sentidos, Pablo ve a Ash desde un lugar similar al de los fans del personaje: fascinados por su carisma e intrigados por los límites de su ética. En la vereda opuesta, está Kelly, que mira con malos ojos al antihéroe, pero que por fuerza de las circunstancias termina completando el trío central.
Por otro lado, está Amanda (Jill Maria Jones), una policía que debe hacer a un lado su escepticismo inicial para comprender que la lucha contra la llegada del Apocalipsis es algo muy real. La última pieza, otra actriz de culto y una intérprete nacida en la cantera de producciones de Sam Raimi: Lucy Lawless, eternamente recordada por su personaje de Xena, la princesa guerrera. En la serie, ella interpreta a Rybu Knowby, una misteriosa mujer que tiene cuentas pendientes con Ash y que no le teme absolutamente a ningún demonio.
Otro guiño a los fans, indudablemente, fue el de permitir que Bruce y Lucy, que ya habían cruzado camino en Xena, volvieran a trabajar juntos en una aventura de corte fantástico.
4. La trilogía original
Si bien Ash vs Evil Dead puede disfrutarse sin conocer el pasado de su protagonista, la serie es el esperado cuarto capítulo de una saga fílmica que Sam Raimi hizo a comienzos de los ochentas y con la que renovó el cine de terror de ese período. La historia comienza con Evil Dead, una película de muy bajo presupuesto que Raimi escribió y dirigió en 1981. Producida entre amigos y con actores y actrices de muy poca experiencia, el realizador hizo una gran pieza de terror que suplía con talento la falta de presupuesto y que tenía un nervio que muchos films de gran presupuesto no lograban. Por otra parte, aunque Evil Dead heredaba una estructura de terror clásico (con la cabaña como contexto), no por eso temía retocar aspectos de esa estructura. Al momento de su estreno, el film fascinó a una joven generación de cinéfilos e incluso se llevó el honor de ser caratulada por Stephen King como “la película más terrorífica del año”.
Con el tiempo la popularidad de la película creció y, en 1987, a Raimi le ofrecieron la posibilidad de dirigir una secuela -nuevamente con Bruce Campbell al frente-. El director planteó una nueva entrega que repitió el mismo esquema de su antecesora, pero haciendo un terror con fuertes toques de comedia absurda. De esta manera, su protagonista se convirtió en una especie de Wile E.Coyote que combate el mal mientras sufre golpes dignos de cualquier dibujo animado . El éxito y estatus de culto que rápidamente obtuvo Evil Dead 2 le permitió al cineasta volver a ese universo en 1992 con el estreno de El ejército de las tinieblas, historia en la que Ash viaja a un pasado medieval para combatir nuevamente a una horda de muertotes. Para esa última parte de la trilogía, Raimi hizo una comedia fantástica con toques de terror, homenajes a Ray Harryhausen y una fuerte dosis de humor físico.
En el final oficial (el alternativo, mucho más divertido, puede verse en YouTube), El ejército de las tinieblas culmina con el antihéroe regresando a su trabajo, solo para enfrentarse nuevamente a un demonio. Se trataba de un cierre sencillo, pero que materializaba el deseo de los fans por seguir viendo más aventuras de Ash. Y ese pedido que el público esperó sin jamás perder las esperanzas, finalmente se concretó con la llegada de Ash vs. Evil Dead.
5. La mirada de Raimi y el terror subversivo
El protagonista viaja en auto junto a Pablo. Mientras el joven está nervioso, el veterano guerrero se muestra confiado y seguro, entusiasmado por enfrentarse nuevamente a los muertotes. Todo transcurre con normalidad hasta que del asiento trasero aparece un monstruo al que Ash debe matar, mientras su compañero procura mantener el vehículo sobre la ruta. El héroe toma la base de una botella de cerveza cortada y se la clava a su rival unas catorce o quince veces en el cuello, una estrategia que si bien le permite matar al muerto (valga la redundancia), también lo deja bañado en sangre de pies a cabeza. Es una escena veloz, frenética, que no permite sacar el pie del acelerador y que marca en muchos aspectos el tono rebelde del que hace gala Ash vs Evil Dead.
La mirada que Raimi tiene del terror es el de un género liberador y detrás de las matanzas absurdas y de la excesiva truculencia, se esconde una necesidad por sacudir al status quo. En esta serie, la violencia está más cerca de Tom y Jerry que de Game of Thrones, las actuaciones son desaforadas, los conflictos se resuelven a golpes de motosierra y el Apocalipsis parece más la promesa de una fiesta que del fin de los tiempos. Y en ese caos de golpes inspirados en Los tres chiflados, el realizador encontró las piezas necesarias para fabricar una serie inmejorable, que puede reírse de tanta ficción solemne y de esas historias que recurren a muertes inesperadas y vueltas de tuercas forzadas. Ash vs Evil Dead demuestra su grandeza al prescindir de esos recursos para coronarse como una de las más interesantes propuestas de la pantalla chica. O como lo diría el propio Ash: Hail to the King, Baby.
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