Las seis temporadas de la ficción están disponibles en HBO Max
¿Cómo calificar ese sentimiento que combina la nostalgia con el espanto? ¿Cómo separar la emoción de los recuerdos de una época plena de inocencia con los efectos negativos que esa ingenuidad engendró? ¿Y cómo puede ser que la foto de Sarah Jessica Parker en pleno rodaje de la segunda temporada de And Just Like That, luciendo el vestido de su casamiento -fallido- con Mr. Big, retratado en el primer film de la saga neoyorquina, provoque una crisis existencial para muchos de los fanáticos de Carrie Bradshaw?
Parece imposible encontrar alguna respuesta satisfactoria en los primeros diez episodios del spin off de Sex and the City que estrenó HBO el año pasado. Tampoco conviene buscarlas en las dos películas surgidas de la serie porque después de todo, allí comenzó este problema. Tanto se extrañaba al programa que sus productores decidieron retomar los personajes en dos films tan espantosos que casi anularon el valor del fenómeno surgido de la TV. Ese que ahora, de regreso en la pantalla chica con nuevo título, una mosquetera menos y unas cuantas canas más, provoca a sus fanáticos con la imagen del vestido de Vivienne Westwood y ese tocado aviar que invadió pesadillas cuando se estrenó la película.
Tal vez el mejor-el único- antídoto para los sentimientos encontrados que provocó la foto de Parker en las grabaciones de la próxima temporada de And Just Like That, que llegará en 2023, sea volver a la nave nodriza, los episodios originales de Sex and the City, la serie que, entre otras cosas, le puso irreverencia y color -rosa Cosmopolitan- a la hasta entonces sombría TV de fines de siglo XX.
1. Recuerdos de los años 90. Antes de las chicas de Girls, de las otras chicas de The Sex Lives of College Girls (ambas disponibles en HBO Max, junto a las seis temporadas de Sex and the City) y de las chicas locales de El fin del amor, estuvieron las pioneras Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte. Con el nuevo milenio y todas sus apocalípticas predicciones, la adaptación televisiva del libro de Candace Bushnell, publicado en 1996, trajo a la pantalla lo que nadie había visto antes: cuatro mujeres adultas disfrutando de sus vidas a pleno, que por primera vez hablaban de sus experiencias sexuales y sentimentales con toda la honestidad de cualquier reunión de amigas. A 24 años del estreno de la serie, muchos la revisan solo para intentar aplicarle al programa -estrenado en 1998- la vara con la que se miden las transgresiones culturales en la ficción actual. Un ejercicio fútil, que solo sirve para resaltar su falta de diversidad racial o ocasional feminismo mal entendido. Falencias que instigaron las peores decisiones de casting y de guion de And Just Like That, que se produjo pensando que los buenos modos de hoy podrían borrar los traspiés del pasado, pero que dejaron de lado muchos de sus innovadores aciertos.
2. NYC, la ciudad que nunca duerme. Cuando el productor Darren Star decidió adaptar el libro de memorias de Bushnell, que reunía sus columnas publicadas en el semanario New York Observer, muchos pensaron que nada bueno podía salir de esa sociedad. Después de todo, hasta ese momento Star era conocido por haber creado Beverly Hills 90210 y su spin off Melrose Place, dos relatos de pura cepa californiana que parecían estar en las antípodas de las aventuras en Manhattan de la autora. Las dudas se concentraban mayormente en cómo la ficción retrataría a la Nueva York que describe el libro, un personaje tan importante de la historia como las cuatro amigas protagonistas. Pero ya desde el primer episodio quedó claro que la idea del programa era mostrar a la Gran Manzana como una fantasía, un espacio aspiracional en el que todas las mujeres eran fabulosas amazonas cruzando Manhattan a bordo de sus Manolo Blahnik. Un mundo de ricos y no tan famosos que iban de brunch en brunch y de galería en galería buscando el amor en los lugares equivocados. Una ciudad que, como se vio tantas veces en el cine, es más ilusión que realidad y a la que la serie le agregaba un poco más de glamour de lo habitual.
3. Su irremplazable protagonista, Sarah Jessica Parker. Aunque ahora es imposible imaginar a otra actriz como Carrie, lo cierto es que Parker estuvo a punto de rechazar el proyecto que cambiaría su carrera y su vida. Star había escrito el piloto del programa con ella en mente, pero Parker contó en más de una oportunidad que hacer TV no estaba en sus planes. Formada en el teatro y con una discreta pero satisfactoria carrera en el cine, la actriz sentía que el contenido de la historia no iba con ella. “Me reuní con Darren y mis dudas continuaban porque temas como la desnudez que requería el papel y el modo en que se expresaba no me representaban”, recordó Parker para explicar algunas de las características de su personaje. Si Carrie nunca aparecía desnuda en sus escenas de alcoba ni insultaba con la enjundia del resto del elenco fue por expreso pedido de la actriz, quien, irónicamente, sin buscarlo ni quererlo se convirtió en el símbolo sexual de toda una generación.
4. El casting perfecto. Más allá de que el centro del universo de Sex and the City siempre fue Carrie, lo cierto es que con el correr de las temporadas, el protagonismo de sus amigas fue creciendo. Así, Miranda (Cynthia Nixon), Samantha (Kim Catrall) y Charlotte (Kristin Davies) fueron evolucionando desde los arquetipos que eran en el principio hasta convertirse en personajes con matices, profundidad y vida propia. Eso claro, sin abandonar sus costados más absurdos. Antes de la famosa disputa entre Parker y Kim Catrall que separó al grupo, la actriz británica había logrado transformar al personaje más desenfadado de la serie en una presencia tan cómica como dramática. Y no es casualidad que entre tanta fantasía y diálogos chispeantes, uno de los episodios más recordados por los fanáticos es “My Motherboard, My Self” que retrataba las consecuencias emocionales que tenía en todo el grupo la muerte de la madre de Miranda, una trama que le dio oportunidad de lucimiento a las cuatro protagonistas.
5. La moda de Patricia Field. Durante un tiempo el secreto mejor guardado de Sex and the City fue Patricia Field, la diseñadora y vestuarista que decidía qué se ponía cada uno de los personajes de la ficción. Aunque la serie no transcurría en el mundo de la moda sí estaba lo suficientemente cerca de esa industria para que cada prenda usada por sus protagonistas tuviera importancia y significado. Y llamara la atención. Misión cumplida con creces. Field no solo logró que los espectadores tuvieran el mismo entusiasmo por la ropa que usaban los personajes que por sus romances sino que logró además poner en primer plano a uno de los rubros “técnicos” de la producción audiovisual. A pesar de que en más de una oportunidad Field haya minimizado su aporte al rumbo de la moda de comienzos del siglo XXI, lo cierto es que ella sumó un ingrediente fundamental en la receta que transformó a Sex and the City en una serie imprescindible.
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