
Dinamitando las fronteras del metal
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¿Que va a hacer System of a Down despues de su extraño, furioso y sorprendente álbum de metal progresivo y multicultural? Un álbum todavía mejor que saldrá en un par de meses. de todas maneras, aun no logran remendar sus corazones rotos...
Las cosas buenas me pasan en la vida cada diez años”, dice Daron Malakian. “Nací en 1975. Mi padre dejó de tomar en 1985. La banda se formó en 1995. Y... –pausa larga y nerviosa– ...creo que algo bueno va a ocurrir este año.”
Daron, de 29 años, es el guitarrista de una de las bandas de rock más logradas musicalmente y políticamente comprometidas de la última década: los armenio-norteamericanos creadores de un metal singular y zarpado, System of a Down. Daron está sentado en su decepcionante casa suburbana en las retiradas colinas de Glendale, California, rodeado de partes de cuerpos. Hay al menos unas cien calaveras, esqueletos y muñecos de películas de terror amontonados en las dos plantas de su hogar. Dos de las calaveras son humanas (una fue un regalo que le hizo su novia, la modelo Jessica Miller, la primera Navidad que pasaron juntos).
“A mi novia le da miedo quedarse sola en mi casa”, dice Daron, sentado en un sillón negro lleno de objetos. “Pero, para mí, estas cosas son casi una forma de protección espiritual.” Abre un frasco con marihuana fresca que sacó de una heladera llena de envases con nombres exóticos. Esta se llama Night Queen [reina de la noche]. “Cuando era chico, tenía muchos momentos oscuros”, dice Daron. “Tuve que hacerme adulto muy rápido. A los 9 años ya tomaba café en las reuniones de Alcohólicos Anónimos.” Lentamente, acomoda la hierba en el hueco de una pipa de vidrio. “Una vez tomé ácido mientras mirábamos El exorcista [William Friedkin, 1973], y todos los demás en la habitación estaban aterrorizados, pero yo sabía cómo manejarlo porque antes ya había estado en el infierno.”
Pero, como para demostrar que no es ni tan gótico ni tan miserable, Daron agrega que le gusta ir a Disneylandia, escuchar Wham!, que aspira escribir una letra tan tonta como la de “Itsy bitsy teeny weeny yellow polka-dot bikini” [era un bikini a lunares amarillos] y que le encanta hablar sobre su mayor influencia, Kareem Abdul-Jabbar.
Además de calaveras, en la casa de Daron hay un grabador. Es un equipo de doble casetera Sharp que sus padres le regalaron cuando cumplió 20 años. Ese equipo es el estudio de Daron; ahí comienzan la mayoría de las canciones de System of a Down. Daron tiene cientos de casetes que grabó desde que recibió el equipo. Ninguno está etiquetado.
“Yo creo que los compositores y los asesinos seriales tienen cosas en común. Porque es algo patológico. No tienen control sobre ello.” Inhala un poco de Night Queen y se relaja en lo que, para él, es la normalidad.
Con su pelo largo y enredado que sale de su frente amplia, los ojos saltones y la postura de un chimpancé, Daron es una atípica estrella de rock. De hecho, como estrellas de rock, los miembros de System of a Down, son lo más atípico que hay. Ninguno está tan arreglado como para ser un sex symbol, ni tan desarreglado como para ser un vagabundo; son cabalmente impredecibles. Sus líderes –Daron y Serj Tankian– están entre los cantantes más gentiles e introvertidos del Top 10 de la Billboard; los otros integrantes –Shavo Odadjian y John Dolmayan– han sido relegados a la sección rítmica.
Los orígenes de la banda fueron en una escuela privada armenia de Hollywood, a la que iban todos los miembros menos John. Serj y Daron formaron una banda de rock progresivo llamada Soil, cuyo mánager era Shavo. Pero después Daron escuchó a los Beatles y decidió ver si podía meter un viaje musical de veinte minutos, lleno de cambios y diferentes estilos, en una simple canción pop de tres minutos. Sumando a eso el compromiso político y humanista de Serj –lograr que el gobierno turco reconozca el genocidio armenio, pacificar la agenda política, abolir las sentencias por tenencia mínima de drogas, criticar la administración Bush, promover el pensamiento espiritual y la vida consciente– se obtiene System of a Down, una banda cuyo nombre surge de un verso de un poema de Daron. Aunque se asomaron a los charts entre colegas como Korn y Slipknot, System es una banda que podría haber surgido en cualquier época. Su bramante hit “Aerials”, del multiplatino Toxicity, puede que sea la mejor canción de rock clásico hecha por una banda no clásica de rock.
Daron dice que, salvo su novia, su asistente personal (el técnico de guitarra) y una visita mensual de sus padres, casi nadie viene a su casa. Y él casi nunca la deja, porque se siente incómodo en las situaciones sociales.
“En el espejo yo veo a un tipo distinto del que ve la gente”, dice. “Yo veo a Daron. Y me olvido de que Daron es alguien que toca en esa banda que le gusta a tanta gente.” Sonríe abiertamente para sí mismo. “Por eso, cuando alguien se me acerca, tiene que entender que probablemente le esté hablando a alguien que está diez veces más nervioso que él.” Se frota las manos. “Las manos se me ponen húmedas.” Después se ríe, y sus pupilas recorren la habitación, evitando el contacto visual. Luego, busca la seguridad de su pipa.
De algún modo, System se las arregló para convertirse en una de las más importantes bandas de rock de la última década sin que sus miembros se transformaran en personajes a los que nadie, excepto sus fans, estaría interesado en conocer. Y eso es bueno, porque la música es lo suficientemente sólida como para cargar todo el peso por sí sola, ya que ha esquivado la estructura de estrofa-estribillo-estrofa y la reemplazó por otra en la que nunca se sabe qué viene después. El furioso metal sociopolítico deja lugar a agradables melodías pop, que estallan espontáneamente en el circo norteamericano de la música y luego se desvanecen en rock progresivo, o glam rock, o coros (todos cantados con un acento estremecedor y un estilo Zappa de capricho inteligente), o silencio.
El tercer cd de estudio de System, Mezmerize, en el que Daron se hizo cargo de gran parte de las canciones y de la voz, es uno de los más heterogéneos. Las últimas dos canciones, llenas de vocoder y de estribillos à la Bowie, son tan singulares que suenan casi como si fueran de otro grupo. Aunque el cd contiene sólo once canciones, el resto de los temas destacados de la sesión será lanzado dentro de seis meses como Hypnotize, un disco que muchos cercanos a la banda dicen que es incluso mejor que su ya excelente compañero.
Esta nueva dirección debe de ser extraña para Serj Tankian, quien ha cantado y escrito casi todas las canciones de la banda hasta Mezmerize. Aquí, Daron escribió las letras no sólo para sí mismo sino también para Serj. Además, Daron toca el bajo en gran parte de los temas porque no sentía que Shavo pudiera hacerlo “con seguridad y lo suficientemente ajustado”.
Casi todas las bandas giran en torno de las luchas de poder. Pero a Serj parece no haberle molestado ceder el suyo.
“Nunca vi las cosas como una batalla”, dice mientras busca algo de comida en la heladera de su casa en las colinas de Calabasas, a una media hora de la de Daron. “Cuando alguien escribe la música y tiene una imagen de la letra, hay que respetar eso, hay que dejar que suceda. Lo importante es la canción, no quién la compuso.”
Daron, antes, se había quejado de que Serj no comía nada salvo extraños productos vegetarianos, y en muy poca cantidad. La desértica heladera de Serj parece confirmarlo. En un momento, se prepara una ensalada de remolacha y una hamburguesa de hongos portobello, que pone en el microondas. Justificando la preocupación de Daron, no prueba ni un bocado de la comida.
Serj, de 37 años, tiene puesta una remera gris, el vello de su cara está demasiado crecido y tiene una mancha cutánea en la mejilla izquierda. Su colección de cds no está llena de hard rock sino de jazz: Thelonious Monk, Chet Baker, Miles Davis.
Mientras Daron es introvertido, Serj directamente es callado. Escucha y contesta, siempre con gracia. Habla, se mueve y gesticula con un extraño sentido de la calma, que contrasta completamente con su esquizofrénico modo de cantar.
Sale al balcón. Mirando los robles, escuchando el canto de los pájaros, oliendo la madera del patio y sintiendo la distante brisa del océano, uno se siente alejado del clamor narcisista de Hollywood. Es un grito lejano de los primeros tiempos de System, cuando Serj tenía un gran estudio –en el norte de Hollywood– que también servía como oficina, sala de ensayos, sitio donde parar, lugar para conciertos y salón de fiestas.
Hablando suave y despacio, como el profesor de filosofía del secundario del que todos los principiantes se enamoran, discute la afirmación del compositor John Cage que dice que el sonido ambiental es música. “Hay una frase en la que siempre pienso, y no sé si alguien la escribió”, dice. “Pero yo quiero oír más allá de mis oídos, ver más allá de mis ojos, tocar más allá de mi piel, saborear más allá de mi boca y oler más allá de mi nariz. Y eso me hace sentir que esa ilusión de separación, al menos por un tiempito, va a desaparecer.”
Le pregunto si siempre fue tan equilibrado, y él me contesta como cualquier persona equilibrada: dice que no. “No sé si ahora soy equilibrado. Pero cada día aprendo cómo manejarme. A veces, en los últimos años, corrí el riesgo de ser demasiado calmo en algunos aspectos, demasiado pasivo.”
Un error acerca de System of a Down es pensar que porque su música es agresiva y sus creencias radicales, sus miembros sienten odio. “Yo no estoy enojado”, insiste Serj. “Sólo porque eleves la voz eso no implica que sientas odio. Pero, definitivamente, en los comienzos de la banda había más bronca.”
Si no fue odio lo que motivó los nuevos cds, al menos fue dolor y frustración. Aunque tienen una política general de no hablar en público de sus vidas personales, se sabe que cada miembro atravesó una ruptura difícil: Serj dice haber sufrido incontables heridas del corazón; John dice que le llevó cuarenta y nueve dolorosas separaciones darse cuenta de que estaba con la mujer equivocada; Daron tiene miedo de ir al centro de compras más cercano porque teme encontrarse con su ex; y Shavo es el único miembro de la banda que sigue soltero desde que se separó.
Detrás de los corazones, está la cabeza. Y la guerra en Irak y las elecciones de 2004 golpearon fuerte en la conciencia de la banda, particularmente porque los abuelos de Daron siguen viviendo en Irak y no piensan irse, a pesar de los esfuerzos de la familia por convencerlos de lo contrario. No es divertido abogar por el cambio social cuando uno siente que su país se mueve en la dirección contraria. El primer tema de Mezmerize, “b.y.o.b.”, que es un falso pop europeo con el estribillo “Everybody is going to the party/ Have a real good time” [todo el mundo va a la fiesta/ pásenla muy bien], es una parodia de las propagandas de reclutamiento de la Armada, que hacen que enrolarse como voluntario para luchar en una guerra de invasión parezca como unirse a una fraternidad.
Serj me toca dos canciones del próximo cd de la banda, Hypnotize. Lo único que se detiene a señalar es un solo de guitarra de Daron, que según él es lo mejor que hizo su compañero de banda hasta ahora.
“Escribir rock progresivo extenso en un formato de canción de tres minutos... ése es el truco”, se entusiasma Serj.
Después, se dirige a una habitación de huéspedes convertida en un impresionante estudio insonorizado en rojo y negro. Estuvo trabajando en un cd para Buckethead, el guitarrista enmascarado y experimental que tocó en la fallida reencarnación de Guns n’ Roses. Buckethead le mandó a Serj un puñado de temas instrumentales a los que Serj les dio cuerpo con una variedad de cantantes diferentes, desde el poeta Saul Williams hasta una vecina suya que canta ópera.
Cuando le pregunto si la tercera canción que toca es la del dúo con su vecina, la cantante lírica, responde: “No”. Hace una pausa. “Esa mujer soy yo.” Sonríe.
A veces parece como si la banda tratara de no ser cool. Eso se nota en la visita al baterista John Dolmayan, en el galpón del norte de Hollywood en que guarda su colección de revistas de historietas, muñecos y videojuegos.
Cuando conozco a John, de 31 años, me da la impresión de que es el miembro más fuerte y más seguro de System. Pero cuando comienza la entrevista, él dice: “Amigo, a mí me gusta el cómic. ¿Cuán cool puedo ser? Dungeons and Dragons es tremendo. Si encuentro a alguien que juegue bien, me pongo a jugar”.
A su alrededor, dos asistentes ordenan las revistas y meten algunas en cajas de cartón para que John pueda vender las repetidas en Comic-Con, en San Diego. “Si fuera por mí, ni siquiera aparecería en los videos”, continúa. “Sólo me siento cómodo detrás de la batería. En el primer video tengo puesta una máscara. En el segundo sólo salgo dos segundos, porque yo quise. La banda se enojó.”
Más que cualquiera de sus compañeros de banda, John es franco sobre lo imperfecto de la dinámica del grupo. Parece ser que con el paso fuerte de Daron hacia el liderazgo en este cd, y con Shavo distraído por sus problemas personales, hubo cierta tensión. “Tenemos nuestras discusiones”, admite John. “Pero no al punto de que eso sea frustrante y todos nos vayamos. A veces nos peleamos. Pero después de un par de horas de gritarnos por teléfono, lo resolvemos. De todos modos, nunca discutimos sobre música. Siempre son cuestiones estúpidas, como por qué la remera de alguno fue aprobada.”
Toma un cómic que está cerca de su videojuego Dragons Lair ii y dice que la banda ahora está más unida que nunca. En el pasado, Daron y John iban en un micro mientras Serj y Shavo iban en otro. Ahora viajan todos juntos y hasta salen a divertirse. “Durante mucho tiempo no nos vimos fuera de System”, dice John. “Después de estar de gira tanto tiempo juntos, ya no nos aguantábamos. O nos separábamos o nos uníamos más. Ahora hay una nueva camaradería.”
Tal vez, la sección rítmica de System está tan ajustada porque sus miembros comparten obsesiones. Los placares y los estantes en la casa del bajista en Woodland Hills, a veinte minutos del galpón de John en el norte de Hollywood, están llenos de muñequitos. En su garaje hay juguetes para grandes: cuatro autos, entre los cuales hay un Corvette de 1966 perfectamente restaurado y un Plymouth Fury de 1968. Las tapas de los discos junto a su equipo de música hablan del ecléctico gusto que comparte con sus compañeros: Madonna, Lionel Richie y Kiss.
Sentado en un sofá, con su dosis de marihuana medicinal, Shavo, de 31 años, es un entrevistado cauteloso; cualquier comentario sobre mujeres o drogas es off the record. Cuando más se apasiona es hablando de la prensa, y de cómo exagera ciertos episodios.
“Eso no es lo que ocurrió”, dice cuando le pregunto si su bajo fue reemplazado por otro en los cds. “Yo no soy Peter Criss, o un borracho como Ace Frehley, que tienen que ser reemplazados. Yo fui tres semanas al estudio y toqué mi parte de bajo. Y Daron fue un día y nada más tocó unas partecitas.”
Shavo es el que parece más rocanrolero de la banda, con la cabeza rapada y una trencita en la chiva. Sobre el escenario, es el que tiene más energía. Tal vez por ser tan socialmente adaptado, culturalmente conectado y relativamente normal, es el más raro de todos. Arma un porro para entrar en un espíritu más comunicativo. “Para mí, System es como una pintura abstracta”, comienza después de unas pitadas. La hierba está funcionando. “Por eso tuvo sentido que el padre de Daron hiciera el arte de tapa.”
Además de la política, el otro tema importante en el nuevo cd de System es Hollywood. Mucho de la fuente de inspiración fue la vida de Daron. De nuevo en su casa llena de calaveras, él habla de eso.
“Lost in Hollywood” es acerca de crecer cerca de Santa Mónica y Vine, frente a un motel en el que paraban proxenetas y prostitutas. “Old School Hollywood” es sobre un partido de básquet de famosos que se jugó en el Dodger Stadium, un sueño de toda su vida. Pero allí se sintió tan fuera de lugar entre toda esa gente de plástico que quiso colapsar y morirse. “Soldier Side” está inspirada en el recuerdo de cuando visitó a su familia en Irak a los 14 años y vio a su tío yéndose de su casa para unirse a la armada iraquí. Y el estribillo de “Radio/Video” nombra a dos de sus mejores amigos de la infancia, Danny y Lisa.
“No los veo desde que tenía 10 años”, dice Daron mientras camina hacia el cuarto del frente de la casa buscando a su asistente personal. “Le tengo cariño a este álbum, de alguna manera porque en él hay momentos de mi infancia. No son grandes revelaciones, sino algunas imágenes que hay en mi cabeza y que veo cuando canto las canciones. Ni siquiera podría decirte bien de qué se tratan.”
“A veces las canto como canciones alegres, pero no lo son”, continúa, tirándose en otro sofá, donde un esqueleto de plástico lo acompaña de un lado y su asistente del otro. “Hacemos eso seguido. Muchas de nuestras canciones más divertidas son acerca de los momentos más tristes de mi vida.”




