
Con el sello de El Periférico de Objetos
La directora presentó en Bélgica "Manifiesto de niños"
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A Ana Alvarado la rodean niños por todas partes, la van trepando como hormigas y le toman toda la cabeza. Y no es que el suyo sea el retrato típico de una madre de cinco hijos que criar. A la actriz, escritora, titiritera, directora y cofundadora del grupo El Periférico de Objetos el "tema" niños le ocupa cuerpo y mente. Siempre. Tanto cuando se dedica a escribir obras infantiles como cuando dirige, junto a Daniel Veronese y Emilio García Wehbi, teatro de objetos para adultos, como "Máquina Hamlet", "Monteverdi Método Bélico" o "Zooedipous", por citar sólo algunas de las obras que ya recorrieron un montón de festivales por el mundo.
"Creo que el trabajo que se hace con los objetos es muy cercano a la relación que los niños establecen con los objetos, aunque se trate de una obra pensada para adultos. Yo, en particular, tengo un enorme interés por el tema de la infancia, principalmente por la infancia evocada por el adulto", dice Ana, que, al término de la entrevista con LA NACION, tendrá que supervisar el armado de la obra infantil "Pulgarcito", que se estrenó ayer en el Teatro San Martín, en versión de su hermana Maite y Fernanda Cano. Más tarde tendrá que seguir desmalezando aspectos de la nuevísima instalación "Manifiesto de niños", que ya mostró este año en Bruselas con el grupo y que en octubre llevará al Festival Spielart, de Munich.
Para ver "Manifiesto de niños" en Buenos Aires habrá que esperar al año próximo: "Lo que maduremos en Europa nos va a permitir aplicar luego acá cosas que tienen que ver con la realidad argentina. Los contextos artísticos y sociales son muy diferentes. Por ejemplo, la idea del hambre no imprime de igual manera allá que acá, como no es lo mismo hablar de Teresín en Alemania o de los niños muertos en la guerra europea. Todos sabemos sobre estas cuestiones, pero si uno quiere que haya una movilidad en el espectáculo habrá que tenerlo en cuenta".
Un Gran Hermano a medias
El vínculo entre adulto, objeto y niño esta vez El Periférico lo pone directamente en el título, "y se hace cargo de que está tomando al niño como problemática de su espectáculo", confirma Alvarado. El "Manifiesto de niños" que se verá nuevamente en Alemania consta de una habitación de 6 x 4 dentro de otra habitación en donde por unos cuantos días conviven los actores Emilio García Wehbi, Marisel Alvarez y Blas Arrese, a la "Gran Hermano", rodeados de cámaras (pero, eso sí: cámaras que los actores manejan a su antojo). "El espectáculo tiene un aspecto de instalación o de arte visual muy fuerte, porque el público tiene que ver parcialmente qué es lo que está pasando dentro de la habitación. El suceso ocurre a puerta cerrada. Y el público lo ve a través de pantallas, monitores y ranuras. La narrativa se arma con todo eso, con el criterio de instalación. No hay una lectura que hacer de principio a fin. De algún modo, este espectáculo es teatro y de algún modo también se acerca a las artes visuales."
-Hay un fuerte contenido de denuncia en "Manifiesto de niños".
-Sí, porque también se toma el lugar del adulto y la violencia que ejercen los adultos sobre la infancia. Desde el caso concreto del niño que es sometido a abusos. El espectáculo se mete en esa zona, pero también los actores, por momentos atraviesan la infancia y evocan el modo de relacionarse que establecen los adultos. También hay lecturas de infancia (hay textos de Alejandro Tantanian, Lola Arias, Horacio González), hay dramatización relacionada con la infancia, y hay objetos emblemáticos.
-¿Qué impacto causó en el público europeo?
-Hubo una sorpresa inicial por el hecho de que El Periférico fuera con una instalación, y no con el tipo de espectáculo que habíamos realizado anteriormente. El primer día generó un poco de dispersión. Pero cuando el público supo un poco más de qué iba, el espectáculo empezó a funcionar bien. Allá, lo que más les inquieta de nuestro trabajo siempre es el modo en que encaramos la temática y cómo se trata la violencia. Como allá está todo convertido en símbolo permanente, la carne cruda nuestra les impresiona. Vamos al meollo muy de frente. Y también en cuanto al aspecto tecnológico. Allá está saturando un poco porque está muy trabajado como signo y pierde la tensión. Y en cuanto a este espectáculo, a mí me interesa más la imagen de una cámara de seguridad que una superfilmación que a lo teatral le aporta relativamente.
-¿Cuál fue la dinámica del espectáculo entre los actores que estaban dentro de la casa y los espectadores que los observaban?
-Los actores estaban permanentemente manifestando, pero se abría para el público unas cuatro horas por día. Después se seguían proyectando a la calle, sobre una pantalla, actividades que seguía realizando el grupo dentro de la caja en otras horas del día. Ellos vivieron dentro de la casa los tres días. Tenían una actividad permanente: dibujaban en las paredes; se hacía esténcil; todo el tiempo había una tarea que era considerada parte de la manifestación.
-¿Cuál fue el criterio del uso de las cámaras?
-Es un espectáculo que todavía no tenemos muy en claro cómo comunicarlo y después cómo mostrarlo, porque esas imágenes van a mostrar un pedacito de adentro, otro de afuera, pero no se va a ver el evento, porque el espectáculo no tiene los tiempos del teatro ni las imágenes que uno tiene asociadas al teatro. Para nosotros, lo más importante es la caja cerrada, es decir, la noción de ese objeto en el que están estas personas, las máscaras y los pequeños objetos que representan a cada uno de estos niños. Trabajamos testimonios reales a lo largo de cien años. Así nació el espectáculo. Después, a nosotros nos empezó a inquietar la manera de comunicar y de generar una narrativa diferente de la que veníamos haciendo. Es siempre la manía de este grupo. Nos preocupa encontrar algo nuevo para nosotros, aun cuando a veces sea menos efectivo o no cumpla con las expectativas de los otros.






