
Con la poética de Perla Szuchmacher
Desde México, llegó un unipersonal que habla de esas cosas que a los "grandes" les cuesta decir
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Malas palabras . Autora y directora: Perla Szuchmacher. Intérprete: Haydeé Boetto. Música: Mariano Cossa. Escenografía: Macedonio Cervantes y Leonardo Otero. Festival Internacional de Títeres, Teatro Cervantes, Sala Caviglia, Libertad 815. Sábado 4 y domingo 5 de septiembre, a las 17. Entrada: $ 30
Nuestra opinión: muy buena
El sonido de una cajita de música interrumpe el tecleo de la máquina de escribir. Flor levanta la vista y encuentra en su escritorio objetos que evocan su infancia, los años en que no sólo aprendió a definir palabras con ayuda del diccionario, sino también a redifinirse a sí misma y la relación con sus padres.
El relato de la protagonista transcurre entre saltos constantes a la niñez, cuyo entorno es recreado por los objetos que representan los personajes. Un pañuelo es la madre, que suelta lágrimas cuando no encuentra las palabras para expresar lo que siente. Un par de anteojos, el padre, que lee el diario para disimular su mudez. Un abanico, la tía preferida, que impulsa que se ventile el secreto familiar.
Y la flor en el ojal de Flor se convierte en Pelos, el amigo inseparable. Malas palabras , el unipersonal escrito y dirigido por Perla Szuchmacher e interpretado por la actriz mexicana Haydeé Boetto, se transforma así en una representación de escenas infantiles con múltiples personajes. La eficaz manipulación de objetos explica su presencia en el Festival Internacional de Títeres, que se desarrolla en el Teatro Nacional Cervantes, donde volverá a subir a escena el próximo fin de semana.
Perla Szuchmacher, recientemente fallecida en México, desarrolló en su país de adopción una dramaturgia para niños y jóvenes, que está encontrando desde hace unos pocos años repercusión también entre nosotros.
Las acciones apenas se sugieren, pero logran crear el clima de tensión frente a la situación irresuelta en la infancia de Flor, como cuando dos tiras que evocan las sogas de una hamaca se convierten en serpientes que verbalizan los temores ante lo desconocido: ¿se están por divorciar los padres? ¿están planeando una mudanza?
Nada de eso. Flor es adoptada. La abrupta revelación lleva a nuevos silencios, cargados de enojo, pero que desembocan esta vez en un acercamiento más verdadero con los padres que la adoptaron. La vida adulta de Flor encuentra, así, el sentido de las palabras. Tanto es así que terminó siendo escritora. Ahora sabe que las únicas malas palabras son las que no se dicen.
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