Cuando Bradbury estrenó en Buenos Aires
Días atrás, mientras revisaba los cajones de un mueble mucho tiempo olvidado, en el intento de poner un orden improbable en la marejada de papeles acumulados a lo largo de muchos años, encontré algo que no recordaba: una carta de Ray Bradbury, fechada en 1997, donde me agradece una representación de su cuento The Fog Horn (algo así como La sirena de la niebla ) en el San Martín, en aquel año. Bradbury había venido para la Feria del Libro, y Francisco "Paco" Porrúa, el "descubridor", cuando trabajaba en la editorial Sudamericana, de García Márquez, luego radicado en Barcelona y responsable del sello Minotauro, que estaba también en Buenos Aires, me invitó a comer con el autor de Crónicas marcianas y su mujer, en un restaurante hindú de la calle Arenales.
Había una historia previa. En noviembre de 1967, la revista Primera Plana me mandó a Los Angeles, a Hollywood, al cumplirse los cuarenta años del cine sonoro. Quise aprovechar el viaje también para entrevistar al admirado Bradbury: le pedí una entrevista y me la concedió de inmediato, fijando día y hora. Pero cuando fui a gestionar mi regreso a la Argentina, en la aerolínea (ya no recuerdo cuál) me informaron que si no tomaba el avión que partía ya -mañana, digamos-, después me sería muy difícil encontrar un asiento, pues en esas fechas volvían al Sur hordas de "hispanos" para pasar las fiestas de fin de año con la familia. No tuve más remedio que cancelar la entrevista con Bradbury; y así quedaron las cosas hasta treinta años más tarde, cuando Porrúa nos juntó en el restaurante hindú.
Al enterarse de que yo dirigía en ese momento el San Martín, el famoso escritor, apasionado por el teatro, me propuso montar una de sus obras. Le expliqué que lo haría con el mayor gusto pero al año siguiente, porque ya no quedaba espacio en la programación. Porrúa sugirió: "¿Por qué no hacen una lectura de uno de sus cuentos, en alguna de las salas?" Comenté al día siguiente esta posibilidad con dos miembros del consejo asesor, actores y directores ambos de probada eficacia, Jorge Petraglia y Daniel Ruiz (ya fallecidos hoy), quienes acordaron leer y representar un texto que les pareció adecuado, The Fog Horn . No sé en cuál de los libros de Bradbury se encuentra: es la conmovedora historia de un enorme animal prehistórico, preservado en lo más hondo del mar, que confunde el bramido de la sirena de un faro -que, además de luz, usa el sonido para prevenir a los barcos en una costa peligrosa- con el llamado de amor de una hembra de su especie, y surge del océano para aparearse con ella. Tiene ribetes casi cómicos, y otros patéticos; tanto, que a su modo me recuerda algo a Chéjov (un Chéjov que cultivase el género fantástico), hábil malabarista con ambos sentimientos. Lamento reconocer que el espectáculo -excelente- no tuvo la repercusión debida, por falta de promoción adecuada y también, supongo, por el horario: tuvimos que hacerlo a las cinco de la tarde, para no interferir con las funciones habituales.
En una hoja de papel artesanal y con el curioso membrete de la Bradbury Foundation (una ilustración, a modo de historieta, que muestra los interiores de una casa que es, a la vez, oficina -la casa, imagino, del matrimonio Bradbury-), el célebre escritor me agradece "el grato momento pasado", hace votos por que pudiéramos emprender juntos otra andanza teatral y felicita "a los notables actores y adaptadores". Me parece oportuno recordarlo cuando Ray Bradbury acaba de morir.
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