
Las distintas caras de Izcovich
Esta noche sube a escena su obra Por favor, sentate , donde esta vez no actúa
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Gabriela Izcovich es de esos teatristas que escriben, adaptan, actúan y dirigen como si se tratara más o menos de la misma actividad. En su quehacer creativo, los límites se desdibujan y cierta ordenada esquizofrenia gana territorio con total naturalidad. Es que esta actriz, dramaturga y directora -¿cómo encerrarla en una sola palabra?- no concibe otra forma de producir.
Lee compulsivamente. Esas lecturas son las que muchas veces se le instalan tercamente en la cabeza y no puede exorcizar, hasta que las adapta y las monta. Así pasó con Nocturno hindú , de Antonio Tabucchi; con Terapia , de David Lodge; con Intimidad , de Hanif Kureishi, y con La venda , de Siri Hustdvedt, entre otras. En Todos hablan , espectáculo que estrenó el año pasado en La Carbonera, que todavía está en cartel, introdujo cierta innovación en su rutina: en lugar de adaptar textos ajenos, se animó a hacerlo con cuentos propios. De esa manera, siete cuentos que nacieron para ser leídos en un libro tomaron cuerpo y se convirtieron en obra.
Y esta noche, a las 21, en Patio de Actores, Gabriela Izcovich volverá a presentar en escena una pieza en la también se anima a innovar. Por favor, sentate no sólo es la primera obra teatral que Izcovich escribe como tal, sino que es la primera vez que no actúa en una puesta propia.
-¿Te pusiste a escribir teatro a falta de estímulos para adaptar a otros autores?
-Para nada; tengo novelas acumuladas en la cabeza que quiero adaptar. No fue que no encontrara material; simplemente, me senté a escribir y surgió una obra de teatro. No sé bien por qué, cuando iba por la mitad del texto me di cuenta de que lo que estaba escribiendo era una obra. Mi proceso de escritura no tiene que ver tanto con una idea previa, sino con una necesidad interna. Tiene algo de catártico.
Y en esa pulsión creativa, Izcovich puso el ojo nuevamente en los vínculos; en este caso, en el de una pareja de entre 30 y 40 años que se forma después de haber roto con otras. El deseo de armar una nueva relación es paralelo al de tener un espacio propio para llevarla a cabo. Y allí empiezan a aparecer detalles y colores de sus vidas pasadas, que interfieren en ese nuevo vínculo y llegan a redefinir quién es cada uno frente al otro y frente a sí mismo. Parte del sello Izcovich se puede descubrir en esta propuesta, en que lo cotidiano y el humor se cuelan en diálogos que tienen mucho de poesía.
-¿No te da un poco de "celo escénico" no actuar esta vez?
-No, porque adoro a mis actores; están muy bien y los disfruto muchísimo. Al contrario: hay algo de extremo placer. Estoy trabajando más objetivamente; estoy más serena; la verdad, actuar y dirigir es muy agotador.
-¿Puede ser una nueva veta?
-Nunca sé cuál es la nueva veta. Actuar me encanta y no estoy cansada de hacerlo ni mucho menos, pero como abarco muchos roles en mis espectáculos, poder descansar un poco me viene más que bien.
El estreno en Barcelona de Intimidad -que en principio ella iba a dirigir, pero finalmente dirigirá Javier Daulte- fue la razón por la que Gabriela dejó su papel en manos de Julia Catalá, no sólo una de sus grandes amigas, sino una actriz en la que confía plenamente. Izcovich no puede separar los lazos afectivos de los profesionales; por eso siempre sus elencos están formados por gente amiga en el más profundo de los sentidos. Esta vez subirán a escena Marina Apat, Federico Buso, Julia Catalá, Luis Herrera, Walter Jakob, Javier Niklison, Alejandro Vizzotti y Carolina Zaccagnini. "A decir verdad, del único del que no era amiga era de Luis Herrera, el protagonista, pero ahora lo soy. Es un ser encantador; trabaja con tanta responsabilidad y entrega como si el trabajo hubiese salido de su cabeza."
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