
Preguntas eternas que buscan ser respondidas en un banco de plaza
Simplemente sucede / Dramaturgia y dirección: Alejo Beccar / Elenco: Lourdes Isola y Martín Lo Nigro / Diseño de espacio y de luces: Alejo Beccar / Duración: 60 minutos / Sala: La Tertulia, Gallo 826 / Funciones: sábados, a las 21 / Nuestra opinión: Buena.

Un hombre taciturno sentado en una plaza. Una mujer sonriente que se acerca e intenta empezar una charla: una escena miles de veces quizá repetida en la vida, pero que entre estos dos personajes, Lautaro y Fernanda, cobrará la intensidad que se logra en el teatro cuando dos opuestos se encuentran. Apenas un banco y un tapiz de hojas secas en el piso bastan para crear la atmósfera que sugiere que en cualquier lugar puede anidar un gran momento. En esa sencilla profundidad reside el encanto de Simplemente sucede, la obra escrita y dirigida por Alejo Beccar en su sala del barrio del Abasto.
Estrenada en 2013 con los actores Nadia Brom y Damián Padín, este año fue repuesta, interpretada por Lourdes Isola y Martín Lo Nigro en el papel de seres sensibles al límite por razones muy diferentes. Lautaro es un pesimista que perdió interés en continuar sus días y Fernanda espera con mucha fe un trasplante de pulmones para poder seguir disfrutando de cada minuto. El que lo tiene todo quiere morir y la que padece la fatalidad, estar viva: dos modos de afrontar la búsqueda de sentido.
La historia nació en dos hechos reales separados que Beccar eligió unir en la obra: el suicidio de su hermano menor y la muerte de una querida amiga, mamá de una nena, a causa del trasplante que no llegó a tiempo. Pero en Simplemente sucede nada sabremos sobre el destino de estas vidas porque el foco está centrado en la esperanza de derribar barreras.
Si bien la marcación actoral impuesta por el director resulta un poco rígida, los protagonistas Isola y Lo Nigro consiguen transmitir con ternura la inquietud de estos seres cruzados. Nunca decae entre ellos el diálogo, que resuena para el espectador como un duelo a batirse ante cada decisión, ante cada rutina: ¿para qué el esfuerzo, con qué fin, a quién le importa lo que somos? Preguntas eternas desplegadas por la magia del teatro, en el banco de una plaza sin lugar ni tiempo.




