
Rimsky-Korsakov y su milagro
"Yo no sabía armonizar un coral, no había realizado nunca un ejercicio de contrapunto y no tenía idea de lo que era una fuga. Desconocía lo que quería decir acorde de sexta y acorde de seis por cuatro. Ignoraba como eran las formas musicales, la técnica de las cuerdas y las posibilidades de cornos, trompetas y trombones. Y en mi vida había dirigido una orquesta", escribió Nicolai Rimsky-Korsakov en su autobiografía.
Con este currículum, en 1872, fue nombrado profesor de Composición Práctica e Instrumentación del Conservatorio de San Petersburgo. Tenía entonces 28 años y, como era oficial de la marina imperial, se le permitió continuar en la Armada y usar el uniforme mientras ejercía la docencia. Muy poco después de este comienzo a ciegas, hizo dos cosas decisivas en su vida: se casó y, para hacer honor a su oficio de marino, tiró todo por la borda y se entregó en cuerpo y alma a la música.
Ni siquiera él mismo pudo explicar bien qué sucedió para lograr el cambio. Pero la historia sabe que fue espectacular. Tan sorprendente como un milagro. El autodidacto se transformó pronto en el teórico musical más importante de Rusia y el más conocido de Europa. Su cátedra adquirió vertiginosa trascendencia y Rimsky-Korsakov se permitió elegir a sus alumnos entre los que se contaron Glazunov, Ipolitov-Ivanov y Respighi. (Más tarde, la lista se completaría con Prokofiev e Igor Stravinsky que, sin lugar a dudas, le debe El pájaro de fuego ).
Su Tratado de instrumentación fue un best seller entre los músicos, con vigencia hasta la aparición del que Ravel dedicara a la orquesta. Casi no hubo género musical en el que no incursionara. Pero la música sinfónica y la ópera ejercieron mayor magnetismo sobre él. Es difícil que en una discoteca de aficionado, falten Capricho español o Scheherazade . Menos populares, aunque no menos atractivas, son sus óperas, entre ellas Sadko , El zar Saltan o El gallo de oro .
El color instrumental es el efecto más contundente en sus obras. Todas ellas están teñidas con los tonos del folklore de las distintas regiones y etnias que conviven en Rusia. Pero si algo las distingue, es la fluidez del relato. Rimsky-Korsakov sabía como contar una historia con música, sin ser un compositor especialmente descriptivo.
Su Scheherazade es el gran ejemplo de un creador de atmósferas y en esto tiene afinidad con Ravel. Ambos fueron seducidos por el personaje de Scheherazade. Ambos fueron grandes orquestadores. Ambos tuvieron una idea precisa de todo lo que la música puede llegar a expresar, incluidas por supuesto, la magia de lo legendario y la sugestión que es capaz de ejercer.
Mañana, 18 de marzo, es el cumpleaños de Nicolai Rimsky-Korsakov, que nació en 1844, hace 169 años.
Hasta el verano próximo.
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