Tres a quererse en "Che madam"
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"Che madam" , de Carlos Pais y Américo Torchelli. Intérpretes: Luisa Kuliok, Pepe Novoa y Roly Serrano. Escenografía: Alejandro Sarmiento. Vestuario: Roberto Martín. Iluminación: Sergio Comas y Pablo Boratto. Coreografía: Doris Petroni. Dirección: Osvaldo Bonet. Duración: 100 minutos. En el Teatro Cervantes.
Nuestra opinión: regular.
Como sucedió con "El hombrecito", Pais y Torchelli recurren al tango para crear un micromundo representativo del ser porteño.
Ese aferrarse a los sueños como faro de un destino mejor, no renunciar a la búsqueda de una felicidad pequeña pero con valores íntimos, no dejarse abatir por una adversidad que a veces muestra su cara más desagradable.
En realidad, la pieza es una composición tanguera que quiere escapar del tono melancólico-depresivo para volcar con humor el drama de un triángulo amoroso que, paradójicamente, nunca quedó registrado en una letra de tango.
Para elaborar la historia, los autores diseñan un sainete donde, curiosamente, la protagonista es mujer. Ella se enfrenta al dilema de ser fiel a sí misma en la conformación de su entorno afectivo.
Rosa es una mujer apasionada que ama profundamente a Fortunato, su marido. No le importa que diariamente tenga que ir a atender un puesto de verdura en el mercado, mientras el hombre de la casa ve pasar las horas esperando que alguien se interese en aprender a bailar el tango en su improvisada academia casera.
Es una mujer apasionada y sensual que no se deja abatir por las penurias económicas. Se siente plenamente satisfecha de su relación matrimonial, pero necesita otro alimento para su alma: la poesía, que llega de la mano de Tito, el vendedor de pescado. Simple y tierno, sólo quiere tener un mayor acercamiento al tango para desentrañar el sentimiento y la poesía que subyacen en sus letras.
Rosa siente que alcanza la plenitud cuando puede alimentar el cuerpo y el alma, y se niega a elegir a uno de los hombres porque sabe que quedaría mutilada en una de sus aspiraciones.
Este es el micromundo pintado, que aspira a reflejar las necesidades de la dualidad humana. En un justo equilibrio, esta plenitud sirve para encontrar un hilo de esperanza en la maraña conflictiva que presenta la realidad nacional.
El contenido y la forma
Hasta aquí es lo que se cuenta, pero también importa cómo se cuenta, porque más allá de la idea original el texto presenta algunos resquicios por donde se diluye el conflicto.
Podría asegurarse, por el tono empleado, que más allá del núcleo dramático se pinta una realidad en forma paródica, recurso que sirve para escapar de lo melodramático para sostenerse en la cuerda del humor. Pero se corre el riesgo -como sucede- de que se desdibuje el perfil peculiar del mundo tanguero y se ofrezca una imagen desinflada de sus personajes.
Además, la presentación del conflicto se demora en un extenso mono-diálogo de Fortunato con un gato imaginario que no beneficia la información. Por el contrario, lentifica el tiempo de la acción, que también se ve afectado por un diálogo divertido por la recurrencia a letras de tango, pero que no hace a la acción.
Esto provoca que el esfuerzo de Pepe Novoa para mantener el ritmo sea mayor, sobre todo porque no cuenta con el respaldo, en este sentido, de la puesta, que se limita a recrear lo conocido, pero sólo con valores ornamentales.
A la lograda composición de Novoa se suma Luisa Kuliok, en una interpretación que condensa emoción y ternura, del mismo modo que lo hace Roly Serrano, en el papel de Tito.
Sobre este trío de actores recae el peso de sostener una pieza con una estructura endeble en la conformación del conflicto dramático.




