Una escenografía impactante, pero una historia muy conocida
Plaza Suite. Libro: Neil Simon. Adaptación: Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Elenco: Osvaldo Laport, Viviana Sáez, María Rojí, Raúl Taibo, Ana María Picchio, Arnaldo André, Kitty Locane y Rodrigo Esmella. Escenografía: Daniel Feijoo. Vestuario: Javier Peloni. Luces: Daniel Gómez Díaz. Sonido: Alejandro Serra. Producción general: Aldo Funes. Dirección: Arnaldo André. Sala: Teatro Santa Fe, Santa Fe 1854, Mar del Plata. Funciones: de martes a domingo a las 21.30 y a las 23.30. Nuestra opinión: regular
MAR DEL PLATA.- La marquesina es un estallido de colores: seis actores de nombres popularísimos, trajes elegantes, vestidos pomposos, risas. A priori, imágenes perfectas para cautivar al público que aprovecha su estadía en Mar del Plata para ver a figuras conocidas del mundo del espectáculo en el marco de una comedia con una gran producción, belleza estética, escenografía impactante. Si ese es el fin, Plaza Suite lo cubre.
Tres parejas protagonizan tres escenas que abordan situaciones de crisis exacerbadas: la primera, una aplaudidísima dupla de quienes son matrimonio en la vida real, Viviana Sáez y Osvaldo Laport, repasa el día en que ella se entera de que él la engaña con su secretaria y lejos de echarlo de la casa intenta retenerlo. La segunda, protagonizada por Raúl Taibo y María Rojí, muestra todas las estrategias de seducción de un hombre para acostarse con una mujer que solamente se interesa por su vida como un "famoso productor de Hollywood". La tercera retrata a los padres de una novia que no quiere casarse por miedo a terminar como ellos y las desopilantes situaciones que ambos personajes, encarnados con frescura por dos actores adorados por el público como lo son Arnaldo André y Ana María Picchio, llevan adelante para convencerla, escena que se resuelve con un par de gritos del novio y sanseacabó.
Escrita por Neil Simon y situada en los años 70, todo ocurre en la misma habitación del Hotel Plaza de Nueva York, un ícono de las apariencias. Las acciones se suceden siguiendo un código de humor que apuesta a las situaciones disparatadas a base de estereotipos. Y aunque la puesta en escena a cargo de André propone elegancia y evita el chiste chabacano tan usual en la cartelera teatral marplatense, con actores de gran oficio y precisos para jugar en este código como lo son Laport, Taibo y André, los galanes históricos de las telenovelas argentinas, la pieza no solo resulta insuficiente a la hora de ofrecer un humor más sutil e inteligente, sino todo lo contrario. Escrito en 1968, el texto de Neil Simon, si bien clásico, resulta añejo ante la enorme lupa que la sociedad actual ha puesto sobre los estereotipos, en general, y de género, en particular. Y, aunque aún ciertos lugares comunes e ironías sobre las parejas y los roles en el matrimonio provoquen risa para algunas generaciones, la pregunta que decanta es qué es lo que suma a la cultura poner en escena obras cuyos discursos están obsoletos: una escena donde el remate indica que la novia que no quería casarse sale corriendo del baño en el que instaló su resistencia porque el novio se lo ordena a gritos no puede seguir siendo tomada en broma una vez que el mundo está hablando de las consecuencias de la naturalización de este tipo de comportamientos de origen machista. Es necesario y urgente que el teatro -comercial, sobre todo- rechace discursos que no solo no suman, son peligrosos.