
Una nueva generación de actores
Los egresados del viejo ex Conservatorio Nacional mostraron su talento. Lo hicieron en puestas de Gallardou y Veronese
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El Departamento de Artes Escénicas del Instituto Universitario Nacional de Arte (el IUNA, ex Conservatorio Nacional de Arte Dramático) presentó en el último año una interesante variante. Los egresados de las carreras de dirección y actuación salieron de la escuela para mostrarle a la comunidad las producciones con las que se graduaron.
Por un lado, el grupo de directores se agrupó en el ciclo “5 autores x 5 directores”, que se ofreció en El Camarín de las Musas, en tanto que los nuevos intérpretes representaron “El chancho burgués” (una versión de “El burgués gentilhombres”, de Moliére) con dirección de Claudio Gallardou, en el Centro Cultural Recoleta, y “Open house”, con dirección de Daniel Veronese, en El Camarín.
Ambas producciones expusieron, si se quiere, cierta irreverencia académica, por cuanto en un principio demostraron un interés de los alumnos-egresados por salir de ciertos esquemas que hacen a una formación más tradicional.
Para conocer en detalle el proceso de estos trabajos, LA NACION se reunió con algunos de los gestores de estos proyectos: Romina Polnoroff, Jimena Latorre y Bernardo Sabbioni, de “El chancho burgués”, y Nayla Pose y Natalia Segre, de “Open house”. Los cinco pertenecen a cursos distintos, pero tuvieron un mismo interés a la hora de buscar un director para concretar un espectáculo: invitar a un creador de la generación intermedia que les posibilitara desarrollar una nueva búsqueda, escapar de ciertos cánones transitados y participar en una creación en la que se impusiera el aprendizaje.
En ambos casos la situación fue la misma. A la hora de elegir confeccionaron una lista de posibles candidatos. En un listado, el primer lugar era para Gallardou; en el segundo, para Veronese. Cuando se comunicaron con ellos inmediatamente aceptaron y se inició una tarea que demandó entre un año y un año y medio de preparación.
Y si bien los espectáculos muestran diferencias técnicas, según aclara Bernardo Sabbioni, en ambos “aparecemos atravesados por una atmósfera actual, dominada por la crisis social y económica”. Nayla Pose destaca que “a muchas personas mayores les sorprende en «Open house» que gente tan joven hable de la soledad y el abandono, en el marco de climas tan densos. Aunque son de Daniel Veronese, fueron producidos por nosotros”.
Dos estilos
“En junio de 2000 propusimos a Claudio Gallardou –cuenta Romina Polnoroff– realizar un trabajo, y aceptó. Buscamos textos, tiramos ideas, hasta que apareció «El burgués gentilhombre», de Molière, y Claudio convocó a Enrique Molina, quien diseñó el trabajo de murga.”
“Claudio definió este proceso como una tesis real de trabajo. Una vez elegido el texto empezamos con ejercicios de clown, de comedia del arte, murga y acrobacia –agrega Jimena Latorre–. Cuando la técnica estuvo incorporada empezamos a realizar la puesta con propuestas nuestras.”
El proceso de “Open house” tuvo otras complicaciones, por no partir de un texto establecido. Veronese propuso algunas consignas y sugirió ciertos textos de la narrativa norteamericana contemporánea. Cada actor tuvo que preparar un número de cinco minutos. El director planteó una pregunta: ¿para qué sirve el teatro?
“Empezamos a ensayar a partir de estos textos y de improvisaciones –dice Natalia Segre–. Nos empezamos a introducir en un concepto, el de máquinas poéticas.”
“La idea –agrega Nayla Pose– era transformarnos en una máquina que elaborara sentidos, creara sentimientos alejados de la lógica y nos reconociéramos como esas máquinas provocadoras de sentidos bellos, extraños, que dieran forma a otra máquina total, el espectáculo. Una primera conclusión de cualquier espectador es que optamos por alejarnos de una supuesta formación tradicional que imparte el conservatorio.”
“Tendríamos que hablar de la crisis institucional, pedagógica, y de nuestra propia crisis –explica Sabbioni–. A partir de ahí se producen nuestras respectivas selecciones y las búsquedas de otros caminos. Creo que en algún momento la escuela tenía una determinada estética teatral, pero desde hace una década está también en una búsqueda. No todos los docentes tienen la misma corriente. De esta necesidad de buscar surgen en nosotros las ganas de hacer comedia.”
“Me he peleado mucho con la escuela durante estos cinco años –agrega Latorre–. Hoy, que terminé, agradezco esa multiplicidad de técnicas, de profesores, de compañeros, de un lugar físico que no se sabe cuándo se va a caer. Creo que los trabajos terminados son muy valiosos y continúan desarrollándose. Esta libertad, esta mezcla, me sirvió para elegir y optar por algo que nos está dando una fuente de trabajo posterior. Ahora estamos vinculados con el medio teatral, sintiéndonos un poco profesionales.”
“De alguna manera nuestra formación nos aportó la necesidad de transitar por cosas nuevas, que conocíamos en teoría –dice Pose–. Sintiendo una fuerte identificación estética con un tipo de teatro más contemporáneo llamamos a alguien que nos pudiera orientar en esa búsqueda. Veronese nos impulsó a ver cuál era nuestra frontera de lo conocido e indagar un poco más allá. Eso implicó una crisis, porque tuvimos que abandonar los caminos habituales. Daniel nos apuntaló y eso nos enriqueció.
–¿Han pensado cómo seguirán sus carreras en un momento tan difícil para el teatro?
Natalia Segre:– Esa es otra crisis. Dejar una institución segura, y ¿ahora qué haremos? Siento que encontré una manera de hacer las cosas y descubrir el trabajo con Veronese. Me hace pensar que quiero ir por ese lado.
Bernardo Sabbioni:– Desde lo económico, laboral y productivo, me parece que no es gratuito que estas experiencias se transformen en compañías que sigan trabajando. En un momento había una oferta laboral más grande. Ahora no, y los pocos elementos de producción contienen para poder hacer teatro.
Ambas experiencias se repondrán en los próximos días y tal vez eso confirme que dos nuevas compañías empiezan a definirse dentro del nuevo teatro porteño.




