
Aldous Huxley y Ken Russell, en el cable
Hoy se verá "Los demonios", por I.Sat
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A 30 años de su estreno en cines locales, y luego de su prohibición por casi una década; a una del fallido primer intento del cable por incluirla en su programación, y a pocos meses de su pase en una retrospectiva en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, "Los demonios", pieza clave en la filmografía del británico Ken Russell, llegará hoy, a las 23 (con repetición a las 3.15), a la pantalla de I.Sat.
En 1971, el cine vivía un momento de esplendor. Entre esas figuras prominentes que siempre estaban en el foco de la crítica y del público sobresalía Russell, un cineasta que ya había dado muestras de su capacidad para transgredir reglas y convenciones poniendo el dedo en la llaga, una y otra vez, en la historia y sus personajes. El registro va desde las tramas imaginadas por el novelista D. H. Lawrence hasta aquellas en donde la música tiene primer plano, sea de Tchaikovski o Liszt, un musical de Sandy Wilson o una ópera rock de The Who.
Es lo que ocurrió en 1971, cuando el tema que eligió fue uno del siglo XVII, que Alejandro Dumas había aprovechado para una pieza teatral de mediados del siglo XIX y que el escritor británico Aldous Huxley novelizó como "Los demonios de Loudun" en 1952 y una década más tarde fue convertido en tema principal de una nueva pieza teatral de su compatriota John Whiting.
Russell tomó un poco de una y otra versión. También del antecedente cinematográfico del polaco Jerzy Kawalerowicz, autor, en 1961, de "Juana de los Angeles" (según un relato de Jaroslaw Iwaszkiewicz), que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes, y una ópera de Krzysztof Penderecki (cuya versión fílmica dirigió Michael Cacoyannis en 1965).
Todas estas versiones de la misma historia dieron como resultado el film de Russell, una transgresión desafiante que, tres décadas después de su estreno, sigue desatando polémicas.
Un aquelarre
"Los demonios" es, más allá de su recreación histórica, un alegato a favor de la libertad política ambientado en medio de la corrupción, los conflictos religiosos y la tiranía de Luis XIII en la Francia anterior a la revolución.
La acción transcurre en el pueblo amurallado de Loudun, donde el padre Urbain Grandier (interpretado por Oliver Reed) tiene a su cargo el templo de St. Pierre du March. Grandier es un ministro licencioso, sometido a las pasiones humanas más que a su sacerdocio, y, lo que es aún peor para los gobernantes, un férreo opositor al cardenal Richelieu. El clérigo es acusado de desobedecer las leyes de la Iglesia y promover actos de brujería, y las monjas de ursulinas, que aseguran que él poseyó, son sometidas a un exorcismo y, víctimas de la histeria, quedarán atrapadas en un infierno, en el que la madre superiora (interpretada por Vanessa Redgrave), cómplice del cardenal para destruir a Grandier, tiene un papel fundamental.
El resultado es un auténtico aquelarre de 111 minutos en el que Russell recupera un tiempo en el que se mezclaban ansias de poder con fe religiosa y la peste con tormentos ejemplares que incluían la hoguera.
Quienes no conocen el film -y aquellos que lo vieron hace años cuando estuvo programado en el cine Arte de la Diagonal Norte o en la reposición del Auditorio Kraft de la calle Florida, en 1976, cuando el censor Miguel P. Tato decidió llevarse la copia en medio de un operativo policial-, tendrán esta noche una oportunidad de descubrir el talento de Russell para resolver un tema tan espinoso (y polémico incluso por su propuesta estética) en una obra que, a estas alturas, es todo un clásico.
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