
Capusotto no puede escapar a los extremos
Hay momentos en que Diego Capusotto parece rozar la perfección. El debut de Jesús de Laferrère fue uno de ellos. El predicador del conurbano, cuyos apóstoles y seguidores resultan ser los más fervientes devotos de los Rolling Stones, fue anteanoche, por Canal 7, uno de los puntos más altos del regreso a la TV de Peter Capusotto y sus videos . En línea con los mejores personajes del ciclo, este irreverente profeta rinde del principio al fin del sketch: la juguetona parodia a ciertos comportamientos prototípicos de la cultura rockera muestra un timing humorístico perfecto y se nutre de efectos visuales que mejor funcionan cuando más artesanales aparentan.
Algo parecido podría decirse de Consumo, desopilante viaje a nuestro tiempo de un gemelo de Luca Prodan, que adapta socarronamente las letras de "Mañana en el Abasto" y "Mejor no hablar [de ciertas cosas]" a esta actualidad de shopping center en ese barrio porteño.
En su mejor versión, el humor de Capusotto funciona cuando resulta al mismo tiempo agudo, filoso y completamente ingenuo, desarrollando o rematando un sketch con nombres o alusiones que remedan situaciones características de la cultura rockera. Una vez cumplido este paso, parece permitirse la licencia de ir unos cuantos pasos más allá y observar con más acidez que comicidad algunos comportamientos políticos y sociales de la Argentina de este tiempo. El primer sketch de 2010 de Micky Vainilla se orienta a esa dirección, con apuntes nada graciosos sobre ciertas conductas paternalistas hacia los pobres que tranquilamente podrían aplicarse a lo que hacen algunos políticos muy cercanos a nosotros.
Con este doble registro, Peter Capusotto y sus videos sigue su marcha como la única referencia genuinamente humorística de toda nuestra producción televisiva actual. A Capusotto y al inquieto equipo creativo que lo acompaña les cabe, en este sentido, una gran responsabilidad -seguramente no querida ni buscada- porque, a falta de otras referencias en la materia, toda la atención está puesta sobre ellos.
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La marcha y la evolución del humor televisivo en los últimos años parece depender casi exclusivamente de lo que haga el tándem Diego Capusotto-Pedro Saborido. Y, en este sentido, algunas conclusiones saltan a la vista en la apertura de la nueva temporada. Primero, los discretos 2,9 puntos de rating podrían responder en parte a un cambio visible de tendencia: buena parte de los seguidores del ciclo prefieren ver a Capusotto por Internet. Segundo, la casi excluyente referencia de base a la cultura rockera afirma su condición de ciclo de culto, pero a la vez excluye a todos los sectores ajenos a esa materia prima. Tercero, el constante empleo de algunas expresiones en extremo vulgares (de un modo más enfático que gratuito) puede ser motivo de festejo por el grupo de seguidores más incondicional, pero molestar todavía más a quienes no integran esa comunidad.
Peter Capusotto y sus videos , qué duda cabe, es un hito de la TV de estos tiempos. Pero a su principal artífice se le asigna hoy el título de capocómico más por omisión que por acción. Lo que hace resulta para algunos un enigma cifrado, difícil de descifrar. Y para otros es motivo de felicidad, a veces rayana en la perfección.
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