
Como 60 minutos, pero risueño
Con similar impronta, 6 7 8 se transmite en el mismo canal y hora que el noticiero procesista
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Del cada vez más acrecentado aparato de comunicación gubernamental -diarios pagos y gratuitos, revistas, periódicos, radios, canales de TV, sitios de Internet-, lo único que provoca algún tipo de repercusión, aunque más no sea por la irritación que produce, es el programa, de irregular frecuencia, 6 7 8 .
Desde que comenzó, en marzo de 2009, como una suerte de símil diario de TVR , pero con un sesgo claramente hiperkirchnerista, ha conseguido más centimetraje y comentarios que todo el resto del conglomerado mediático oficial junto, lo que no es poco mérito en un momento en que la incondicionalidad exigida genera tan famélico rebote.
Así las cosas, la relación costo-beneficio lograda por un gobierno que dilapida millones en publicidad oficial, en la cada vez más deficitaria expropiación de las transmisiones del fútbol local y en las toneladas de papel que gasta en los pasquines que regala o que casi nadie compra, en el caso de 6 7 8 al menos logra provocar cierto ruido.
A la productora PPT (Pensado para Televisión), de Diego Gvirtz, Canal 7 no le paga por mes, sino por emisión, unos veinte mil pesos. Y si bien el ciclo aumentó últimamente en duración (de hora a hora y media) y en frecuencia (pues agregó una emisión dominical hacia fines del año pasado), debido a los crecientes compromisos de la emisora oficial con el fútbol (y los que sumarán pronto distintos mundiales deportivos y las celebraciones del Bicentenario), en la práctica su concreta puesta en el aire es mucho más azarosa y esporádica. Por eso, la factura mensual del 7 no se encarece tanto y, en cambio, preocupa al productor Gvirtz, que sí tiene una estructura permanente de unas cincuenta personas que alimentan las fauces del provocador magazine ultra-K.
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La asumida esquizofrenia de 6 7 8 lo vuelve, si se quiere, más original que TVR y Duro de domar (los otros dos ciclos de Gvirtz, no tan intensamente políticos, que parodian la realidad con humor continuo, y que volverán esta temporada, pero por la pantalla de Canal 9).
En cambio, 6 7 8 alterna humor y seriedad sin ningún conflicto ni pudor. En efecto, es francamente chacotero y lúdico en sus aviesas ediciones, suerte de entretenidas ensaladas donde todo se puede mezclar y malversar, aunque sin perder nunca el tono festivo o irónico, con la pretensión de descubrir las supuestas "conspiraciones" de la "corporación mediática". Pero cuando la acción vuelve al piso (el único papel de la tribuna es aplaudir en ese momento), sus panelistas e invitados afines suelen mostrarse con gesto adusto y ligeramente escandalizados o compungidos, según la ocasión.
Más allá de los aportes risueños de Cabito, y ahora también de Carlos Barragán, cada uno de los integrantes de la mesa cumple un papel bien diferenciado: Sandra Russo es la más ortodoxamente ideológica, en contraste con Carla Czudnowsky, algo más emotiva y atolondrada, en tanto que Luciano Galende (atildado columnista, devenido conductor, que Jorge Guinzburg promovió en sus muy vistas Mañanas informales ) explica con mejores modales lo que el ex director del diario menemista Extra , Orlando Barone, cuenta invariablemente de manera panfletaria.
En PPT piensan que María Julia Oliván declinó la conducción a fin de enero porque no se avinieron a subirle el sueldo (aparentemente ganaba 15.000 pesos, y no los 90.000 que esparció una sonada versión).
La verdad es que la periodista se fue cuando el alto e imparable voltaje K comenzó a incomodarla. En varias ocasiones, habría tratado de incidir para bajar el tono que el programa iba adquiriendo, pero a pesar de las promesas que le hacían en tal sentido, las cosas no sólo no se modificaban, sino que iban para peor. Cuando se fue, alegó públicamente que no quería quedar tan expuesta en un programa diario. Ahora, las autoridades de Canal 7 piensan en ella para ponerla al frente de un nuevo programa. Oliván, mientras tanto, prefiere bocetar otro proyecto televisivo que giraría en torno de los adolescentes.
Si bien Diego Gvirtz se ufana de hacer "el único programa que piensa distinto de la TV argentina", el formato de risueño libelo audiovisual encolumnado sin fisuras con el gobierno actual lo emparienta con algunos pocos programas de otras épocas. Así, entre los memoriosos, hay quienes se acuerdan, por el mismo canal, pero en tiempos de Menem, de una de las tantas ediciones de Polémica en el bar (aunque a favor de Gerardo Sofovich, por entonces capitoste de la emisora oficial, hay que decir que, al menos, sentaba a la mesa a un "contreras" de la época como Hugo Gambini).
También en la Argentina de Alfonsín supo haber cantidades de programas oficialistas, siendo el más aplicado en esa materia De bueyes perdidos (que conducía Mario Monteverde por el todavía estatal Canal 11) y, asimismo, se recuerda la maratón del Noticiero nacional , del entonces ATC, en la agitada Semana Santa de 1987, con consignas a favor de la naciente democracia amenazada por los carapintadas.
Sin embargo, tanto por la frecuencia y el horario central que 6 7 8 ocupa en la pantalla del canal público, como por su desbordada obsecuencia con el poder de turno, el parangón se ajustaría más a 60 minutos , el noticiero procesista por excelencia (al que también se parece por jugar en su título con otra apelación al reloj). José Gómez Fuentes, el áspero conductor de aquel vistoso y controvertido magazine informativo, se aplicaba casi con tanto ahínco a defender la disparatada aventura bélica de Galtieri en las Malvinas, como hoy Barone pone el pecho a las balas anti-K.
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Kirchner conoció Canal 7 hace menos de un mes gracias a la invitación de 6 7 8 (por donde pasaron Aníbal Fernández, Julio De Vido y otros altos funcionarios y amigos del poder que no suelen prodigarse en otros medios). Pronto le cursarán una invitación a la Presidenta y quizá concurra dado lo confiable que resulta esa tribuna.
La diferencia entre 60 minutos y 6 7 8 es que aquél defendía a una dictadura y éste, a un gobierno democrático en baja. Pero el indigesto plato que se sirve es idéntico en sus sabores fuertes: sólo busca satisfacer al paladar del poder de turno. Ambos deberían ser motivo de estudio en las escuelas de periodismo de aquí en más.
psirven@lanacion.com.ar
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