
El músculo no alcanza
El cuerpo del deseo , telenovela de origen colombiano protagonizada por Mario Cimarro, Lorena Rojas, Andrés García, Martín Karpan, Vanessa Villela, Jeannette Lehr, Anna Silvetti, Pablo Azar y elenco. Autor: Julio Jiménez. Producción ejecutiva: Aurelio Valcárcel. Producción general: Alicia Avila. Dirección general: David Posada y Danny Gavidia. Una producción de RTI y Telemundo. Por Telefé, de lunes a viernes, a las 15.30.
Nuestra opinión: regular
Es comprensible la expectativa que se despertó en torno de la llegada a la pantalla chica local de El cuerpo del deseo , novela que desde su origen (Colombia, nueva gran estrella productora del género en América latina) y desde su protagonista (el fornido galán cubano Mario Cimarro) aparece a primera vista como portadora del legado de la exitosísima Pasión de gavilanes , que llegó a ser en marzo de 2005 el programa más visto de toda la televisión argentina.
Sin embargo, en su país de origen y en la vastísima audiencia de habla hispana de Estados Unidos (la cadena norteamericana Telemundo tuvo mucho que ver en esta realización) esta telenovela es observada a partir de un antecedente menos conocido entre nosotros, ya que se trata de una actualización o refrito de un gran éxito de los años 90, El cuerpo ajeno , convertido allí en clásico del género y surgido de la pluma del mismo autor, Julio Jiménez.
El atractivo planteo de esta trama melodramática gira en torno de la situación a la que se enfrentan dos personas bien diferentes, un acaudalado empresario entrado en años y un joven agricultor con muchos músculos y poquísimas luces que fallecen el mismo día y a la misma hora de sendos ataques al corazón.
Las honras fúnebres del hombre mayor, llamado Pedro Donoso, se desarrollan tal como todos imaginan, pero cuando el cortejo con el modesto féretro del robusto muchacho se dirige al cementerio, la caja de madera se rompe a golpazo limpio y el joven, hasta allí llamado Salvador Cerinza y recuperado de un aparente ataque de catalepsia, abandona a los suyos y se dirige a la hacienda de los Donoso para cumplir el destino del dueño de esa casa. El espíritu del maduro don Pedro acaba de entrar en un cuerpo más joven y macizo.
Nadie, por supuesto, espera semejante giro de la fortuna. Mucho menos Isabel Arroyo, la bellísima viuda de Donoso, amante de un ambicioso joven y enfrentada a la hija de don Pedro, la candorosa Angela.
Otros personajes secundarios se sumarán a la trama de celos, ambiciones, venganzas y engaños que inevitablemente se ponen en movimiento, pero en este caso la presencia del clásico cuarteto protagónico (dos galanes y dos heroínas jugando con personajes en los que se enfrentan el bien y el mal) acapara casi toda la atención con un juego ambiguo, hábilmente manejado y en el que la intriga prevalece por sobre cualquier descripción social, ya que aquí también están presentes los contrastes entre personas pertenecientes a distintos estratos.
Mucho más cercano al estilo tradicional del culebrón centroamericano que a las innovaciones recientes en materia narrativa y visual propuestas desde Colombia (aquí todo es muy serio, casi solemne), El cuerpo del deseo tiene las suficientes dosis de enigmas e intrigas como para mantener vivo el interés del espectador habitual del género. Tal vez con la intención de fortalecer ese terreno, los realizadores parecen haber descuidado el costado visual de la historia: aquí casi no hay exteriores, la escenografía es muy pueril y abundan los primeros planos.
Pero el déficit mayor no pasa por estas cuestiones casi instrumentales, sino en la casi nula convicción con la que el corpulento Mario Cimarro y el histórico y pomposo galán Andrés García visten a sus respectivos (y espejados) personajes. Es tan pobre el trabajo actoral del cubano, cuyo atractivo sólo depende de una maciza musculatura, como solemnes y huecas las apariciones de García, convertido casi desde el vamos en un espectro que sale a la búsqueda de otro cuerpo para habitar.
Frente a ellos, la adecuada mezcla de sensaciones que exhibe Lorena Rojas, tan bella como expresiva en el papel de Isabel, y el eficaz villano compuesto con acento neutro por el argentino Martín Karpan quedan en segundo plano. Parecen desbordados por una idea equivocada de lo que debe ser un galán.






