Regalo del cielo: un insulto que abrió una puerta, kilos de hielo seco y mucha camaradería para una comedia que se convirtió en éxito
La serie creada por Alejandro Romay en 1991 tuvo a Pablo Alarcón, Patricia Palmer, Germán Kraus, Cecilia Dopazo, Arturo Bonín y al debutante Pedro Aragona como protagonistas
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Regalo del Cielo fue una comedia fantástica que emitió en 1991 Canal 9, de lunes a viernes a las 19. Con promedios de rating que rozaban los 40 puntos, fue Alejandro Romay el nombre detrás del éxito: fue “El Zar” quien tuvo la idea de contar la tierna historia en la que un niño consigue ver y hablar con su recientemente fallecido padre, quien se empecina en acompañarlo, aconsejarlo y, a través suyo, poner a salvo a su familia.
Con dirección de Hugo Moser y libros de Alberto Alejandro, Miguel Ángel Vega, Andrés Caliendo y Gerardo Galván, la serie estaba protagonizada por Pablo Alarcón, Germán Kraus, Patricia Palmer, Arturo Bonín, Déborah Warren, Cecilia Dopazo, Emiliano Kaczka, María Pía Galiano, Juan Ignacio Machado, María Fiorentino, Raúl Rossi, María Concepción César, Maurice Jouvet y el debutante Pedro Aragona en el rol de Diego, el niño que tenía su propio “ángel” en casa.
Según la trama, Antonio Saldívar (Alarcón) era un exitoso empresario textil que trabajaba junto a su padre (Jouvet). Casado y padre de tres niños, el hombre sufría un misterioso accidente cuando el auto en el que viaja tiene un desperfecto en los frenos, y muere. Cuando llega al cielo hace un pacto con Dios, que le permite volver a la Tierra en forma de ángel, pero la única persona que puede verlo es su hijo pequeño Diego (Aragona). Antonio desea estar cerca de la familia y averiguar cómo sucedió ese extraño accidente. Constantemente es vigilado por el ángel Gaspar (Rossi), que supervisa las travesuras y enredos en los que se mete. Mientras tanto, la viuda de Saldívar (Palmer) se hace cargo de la empresa, ayudada por sus suegros y por otro empleado que termina enamorándose de ella, Pablo (Kraus), al tiempo que debe lidiar con las ocultas intenciones de Fernando (Bonín) de quedarse con el control de la compañía.
Trucos y efectos especiales
“Era un elenco muy sólido, todos primeros actores y el nene que era muy simpático, aunque no sé si tenía vocación de actor: le gustaba el futbol y quería ser deportista”, le cuenta a LA NACION Pablo Alarcón. “Era muy ingenua la parte de los efectos especiales, porque se trataba de un ángel que venía a cuidar a su hijo y no quería que su viuda y su amigo estuvieran juntos, por lo cual hacía lo imposible desde el más allá. Por ejemplo, en el momento en que se estaban por dar un beso, hacía que se caiga un jarrón o una taza de café sobre el pantalón del galán para interrumpirlos. Yo llevaba cocidos varios hilos de diferentes colores en mi traje y, según el fondo de la escena, se ataba el objeto que se iba a mover a uno de esos hilos. El público veía que yo hacía un movimiento con la mano y provocaba que el objeto se cayera. Era muy primario, pero nadie decía nada”, recuerda entre risas.
“Cuando grabábamos escenas en el cielo con el otro ángel, también se usaban cromas, que son esas telas verdes de fondo. No existía todavía la máquina de humo y entonces compraban hielo seco que ponían en tambores enormes de 200 litros, con agua caliente. Empezaba a salir un humo impresionante y era tremendo grabar en ese clima; a veces teníamos que salir del estudio porque estaba demasiado húmedo”, relata el actor.
Patricia Palmer también recuerda la particular forma de hacer efectos especiales: “Trabajábamos mucho, diez o doce horas por día, hasta que se terminaba el capítulo porque grabábamos uno por día. Si pasaban de las ocho horas, te las pagaban extras, pero las tenías que trabajar. Eran jornadas muy largas porque se hacían efectos especiales en una época en que no había computadoras. Todo se hacía con cromas y llevaba mucho tiempo. Era maravilloso porque todos estábamos fascinados. Éramos precursores en eso de los efectos especiales, como siempre era Romay en todo”.
Tiempo compartido
Con tantas horas compartidas, los actores trabaron amistades fuertes. “El recuerdo que tengo es la unión del elenco. Era muy hermoso, de mucho compartir”, rememora María Pía Galiano. Era un tiempo donde lo social se daba creando espacios de encuentro reales mientras trabajábamos, con abrazos, charlas; la palabra estaba muy presente. Muy distinto a la actualidad, porque lo virtual no existía y el resultado correspondía más a lo humano. No era mejor, era diferente. Yo era chica y me encantaba disfrutar desde ese lugar a Pablo Alarcón y María Fiorentino, a quienes más tengo presentes al momento de viajar hacia Regalo del Cielo”.
Cecilia Dopazo también hace hincapié en la relación con sus colegas: “Fue un año en el que me divertí mucho y creo que todos la pasamos muy bien, la gente tenía buena onda, el elenco era hermoso. Fue un placer. Hugo Moser hijo era el director y un tipo con mucho humor que generaba un clima liviano y divertido, cosa que se agradecía”.
“Yo estaba dando mis primeros pasos en televisión y en la actuación, y a los jóvenes nos mandaban un poco a pagar derecho de piso porque teníamos muchos exteriores a la mañana temprano, y a la tarde íbamos al estudio; trabajábamos el día completo, pero estábamos felices”, continúa la actriz que interpretaba a Claudia, hija del personaje de Palmer y Alarcón en la ficción. “Pancho Fuentebuena era el productor de exteriores y lo volvíamos loco porque quizá nos íbamos a comer y nos buscaba desesperadamente. Claro, nosotros no teníamos la carga y la responsabilidad que tenía él de entregar el material al tiempo. Nos tenía paciencia y a la vez lo hacíamos renegar. Lo mismo que Susana Rudni, que era la productora ejecutiva. Era un programa que tenía gente de todas las edades y eso se agradecía, cada uno ocupaba su lugar”.
Dopazo no duda en recordar a algunos de los actores con los que le tocaba compartir escenas y momentos de espera entre grabaciones: “Recuerdo a Maurice Jovet hacía del abuelo, una persona encantadora, muy agradable, y María Fiorentino siempre con mucho sentido del humor y buena onda con nosotros. Y los personajes de Alarcón, Bonín y Kraus, que se disputaban al de Patricia Palmer, con muchas escenas graciosas; se percibía que los adultos tenían muy buena química. Y Débora Warren con un personaje muy divertido. Recuerdo varias meriendas con Débora y Patricia, hablando de cosas de la vida y me encantaba escuchar atentamente lo que decían. Tengo los mejores recuerdos y la gente también, porque al día de hoy sigue muy vigente: recibo varios mensajes en Instagram comentando la serie. Era para la familia y estaban representadas todas las generaciones”.
También Alarcón destaca su relación con algunos de sus colegas: “Fue todo muy grato, el elenco era muy amigable, gente muy querida entre los que estaba Maurice Jouvet, que era mi ex suegro. Y Germán es todavía un gran amigo, como lo fue Arturo Bonín. Toda buena gente, todos talentosos”. Y Palmer agrega: “El equipo era hermoso, nos hicimos como hermanos porque pasábamos mucho tiempo ahí adentro. Y nos maravillábamos del éxito que teníamos”.
El niño prodigio
Alarcon tiene un párrafo aparte para Pedro Aragona, el niño que hacía de su hijo: “Los padres eran extras en Canal 9 y antes había una especie de elenco estable de extras que esperaban a que algún productor les dijera si los necesitaba en algún programa. Era un matrimonio divino que iban a todos los concursos de Canal 9, y cuando se enteraron que estaban buscando a un nene, trajeron a su hijo, que era amoroso, simpático. Romay se enamoró de ese chico. Tenía un gran ojo clínico, ese don de hacer cosas que daban resultados. Apenas lo vio se dio cuenta que era el protagonista, comió con él en su oficina y salió con el nene en la mano y dijo ‘acá tenemos al protagonista de la serie’. Y fue muy buena elección”.
Pedro Aragona tenía apenas 8 años, pero atesora algunos recuerdos: “Me enteré que buscaban un nene para un programa y le dije a mi papá que quería ir. Salió de mí, no fue que mis viejos me arrastraron. De 2500 chicos que se presentaron quedaron 50. A esos 50 les hicieron una entrevista personal y luego hubo otro casting. Me acuerdo que durante la audición me equivoqué en la letra y golpeé el sillón, y eso les llamó mucho la atención a los productores. Largué una puteada y golpeé, y me pidieron que lo hiciera otra vez. Me dijeron que había quedado para otra entrevista con otros dos postulantes, pero al llegar al canal sólo estaba yo”.
“Esa época fue una locura, me saludaban de auto a auto cuando iba y volvía del canal con mi papá. Haciendo teatro en la República de los Niños lo viví más eufóricamente: iba a comer al restaurant del lugar entre función y función y los chicos hacían cola para que les firmara un autógrafo”, rememora Aragona. “Una vez que fui a Mar del Plata y se metían en el mar para pedir autógrafos, y se les mojaba todo el papel. A veces era un poco tedioso y me molestaba, porque me abrumaba tanta gente. Pero me divertía”, continúa el joven, que se retiró de la actuación. “En la escuela estaban los que me odiaban y los que se aliaban a mí, eran mis amigos y me defendían. Pero no la viví mal. Y no recuerdo haberme cruzado a nadie en la calle que me criticara por generarle una falsa expectativa a algún nene que había perdido a su papá. Al contrario, las madres nos agradecían llorando cuando venían con los nenes que me querían conocer. Me acuerdo que a partir del programa, algún nene que había perdido al papá tenía la ilusión de que se les apareciera de alguna manera, y eso les ayudó a superarlo”.
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