
Y comieron perdices
Ayer, en el Gran Rex, 3300 fans aplaudieron el final de la telenovela “Amor en custodia”, el ciclo más exitoso de la temporada
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Pasadas las 16.30, nadie se va. Nadie quiere irse. Hace rato ya que el último minuto del último capítulo de "Amor en custodia" dejó la pantalla y, sin embargo, las más de 3300 personas que llenaron el teatro Gran Rex para ver la conclusión de su telenovela favorita no quieren irse. Se agolpan a un costado de la puerta del teatro papelitos, biromes y cámaras de fotos en manos para saludar a sus ídolos.
Parece difícil despedirse después de 210 tardes compartidas con Paz Achaval Urien (Soledad Silveyra), Juan Manuel Aguirre (Osvaldo Laport), Nicolás Pacheco (Sebastián Estevanez), Victoria (Carolina Papaleo) y Franco (Raúl Taibo), entre tantos otros personajes. Si el final de una tira vista en la privacidad del hogar puede generar la agridulce sensación de la etapa concluida con final feliz y el adiós para siempre, ese mismo sentimiento parece multiplicarse por la cantidad de butacas que tiene el Gran Rex.
Pocas veces los seguidores de las telenovelas de la tarde tuvieron tanta influencia en el rating de un canal y nunca antes una novela del mediodía consiguió un promedio de rating general de más de 22 puntos.
Pero lo cierto es que ayer a la tarde poco importaban los números. Lo esencial era ver cómo terminaba la historia del custodio y la custodiada que entre un peligro y otro se enamoraron y con ellos todos los personajes de alrededor. Quienes esperaban suspenso hasta el último minuto quedaron satisfechos, quienes esperaban sorpresas también y quienes esperaban parejas felices no tendrán nada que reclamarle al brillante guión que crearon Quique Estevanez y Marcela Citterio.
Así, hasta la última escena quedaba por descubrir cómo los protagonistas habían sobrevivido a la explosión de su bote y casi hasta el mismo momento los televidentes (los del teatro y los de las casas) tuvieron que esperar para ver si Pacheco finalmente conseguía que Bárbara (Melina Petriella) regresara a su lado. Cuando lo hizo, y no fue fácil ya que Petriella había dejado el elenco hace semanas, la sala se llenó de gritos y aplausos, como cada una de las veces que el personaje de Estevanez aparecía en pantalla.
...Y comieron perdices
Hasta el más malo de los personajes de "Amor en custodia" logró redimirse. El padre golpeador, el marido infiel, la amante intrigante y hasta la malvada madre que volvió de la muerte (una participación especial de Irma Roy) tuvieron un buen cierre. No quedó historia sin conclusión y hasta se supo qué sería de la vida de los hijos pequeños de los protagonistas.
En un capítulo más largo de lo habitual y repleto de homenajes y guiños (ver aparte), todos los personajes que lograron atrapar al público vivieron felices y comieron perdices. Mediante una serie de flashbacks grabados con una imagen virada al sepia todo se resolvió entre la emoción, a veces cercana al sentimentalismo, y el humor casi absurdo que caracterizó a la novela. Cómo explicar si no a la pareja central disfrazada de Mickey y Minnie en la fiesta de cumpleaños que reunió a todos los protagonistas por última vez o la escena en que el personaje de Estevanez tira botellas al río con la intención de que las reciba su amada esquiva.
Pero claro, ésta es la misma tira que dejó ciego a su protagonista masculino, que le sumó una gemela a la femenina, que le quitó la memoria a un personaje central y nunca se la devolvió y hasta bromeó con el tema en el último capítulo.
"Ay, no quiero que se mueran", decía una de las tantas fanáticas del ciclo sentada al borde de la butaca. Sin pudor, casi como en el living de sus casas, todas suspiraban, comentaban y sufrían por la incierta suerte de sus personajes favoritos. Es que al inicio del capítulo todo podía pasar. Salvo los personajes principales, todos los demás parecían al borde de la muerte. Por envenenamiento, accidente de coches, un tiro, asfixia, por una bomba y ahogado en una pileta, el muestrario de posibles muertes violentas apareció completo para resolverse por el lado del milagro en todos los casos. Claro que nadie lo sabía. Al menos en la platea que seguía atenta cada giro de la trama. Detrás del escenario, en cambio, todo el elenco sabía lo que sucedería después y de todos modos miraba con lágrimas en los ojos y sonrisas en la boca cada una de las escenas del capítulo.
Vestida de gala para la grabación del especial "Amor en custodia en el Gran Rex", que se verá pasado mañana a las 19, Soledad Silveyra se secaba las lágrimas, cuchicheaba con Laport, sentado a su lado, y se reía como nadie de las escenas más cómicas. Entre chistes internos y constantes viajes para espiar detrás del telón al público que miraba fascinado las pantallas gigantes instaladas en el escenario, el equipo completo de la tira disfrutaba de la despedida. Y mientras tanto Leo Montero animaba al público, que no necesitaba incentivos. Cantaban las canciones de la telenovela, tanto la de los títulos como el tema de Paulinho Moska, que fue leitmotiv del romance entre Aguirre y Paz, "Pensando em voce", gritaban los nombres de los personajes y esperaban ansiosos el momento de ver a sus ídolos de cerca.
Al tiempo que Claudio Villarruel asumía por un rato su antiguo oficio de productor de piso, detrás del escenario ya nadie podía quedarse quieto por la ansiedad de mirar cara a cara a quienes escuchaban llorar, suspirar y gritar del otro lado del telón. Cuando terminó la última escena con Paz y Aguirre saliendo del agua y despidiéndose de cara (y cola en el caso de ella) a la cámara, se abrió el telón y allí estaban todos.
Personas y personajes mezclados por los gritos del público, que se avalanzó sobre el escenario como si se tratara de estrellas de rock.
Más tarde llegarían los bloopers de los actores, los agradecimientos y los bailes pedidos por la platea femenina (no quedó un personaje masculino sin "mover la colita", para delirio de las chicas).
"Después de todo lo que pasamos somos una pareja de novela", le dijo Aguirre a Paz Achaval Urien segundos antes de los títulos finales. Y la despedida que no termina nunca. Al menos para quienes llenaron el Gran Rex en representación de los televidentes que se quedaron en casa, pañuelos en mano, para decir adiós a la historia de un amor maduro que desde la poco glamurosa franja del mediodía se transformó en el ciclo más visto de la TV modelo 2005.




