The Good, The Bad and The Queen
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Al frente de una súper banda, Damon Albarn registra su desencanto en una especie de debut solista encubierto.
Al tercer tema del disco de The Good, The Bad and The Queen, el nuevo ¿grupo? de Damon Albarn, es imposible dejar de preguntarse: ¿cuándo fue precisamente que le atacó esta depresión al –¿ex?– líder de Blur? La respuesta es que esa visión sombría del mundo siempre estuvo ahí, y la cuestión es que hay distintas formas de expresarla… También es inevitable pensar que algún díavamos a tomar conciencia del talento y la personalidad de muchos de los tipos que a mediados de los 90 quedaron pegados a la incómoda etiqueta del brit pop. Esto no va a pasar porque el tiempo esté de su lado. Ni tampoco porque el rock inglés de los últimos años se haya convertido en un pobre almanaque donde los grupos son meras postales de los diferentes meses que pasan. No. Esto ocurrirá porque ciertos músicos de la generación y la aldea de Albarn dejaronuna marca, y tarde o temprano se va a notar que no se borra así nomás.
Albarn, por si fuera poco, viene con un plus. Su derrotero post brit pop resultótan interesante como las joyas de la corona del pasado. ¿Alguien esperaba ese extraño engendro llamado Gorillaz? ¿Alguien apostaba un peso por sus caprichos de mezclar hip hop, melodías, ritmos africanos y orientales? ¿O alguien pensaba que el sarcasmo hiriente de los 90 iba a mutar en este sentidodesencanto hecho música de The Good, The Bad and The Queen? La respuesta es que Damon Albarn siempre tiene un presente y, además, algunas cosas para decir. Esta vez hizo otro rejunte cuasi imposible: el ex bajista de los Clash Paul Simonon, el legendario baterista africano Tony Allen –compañero de aventuras de Fela Kuti– y el guitarrista Simon Tong, de paso fugaz por The Verve. Para completar, el productor es el hypeado Danger Mouse. Pero es evidente que la batuta la lleva Albarn, hasta el punto de convertir el álbum en un cd solista encubierto.
De entrada, "History Song", anticipa el clima general del disco: un tono sombríoy cansino, una atmósfera medio narcotizante. Desde esa perspectiva, es una tentación (ya desde Gorillaz) presentar a Albarn como un saboteador de suhabilidad para la canción ampulosa y emocionante. Pero sería incorrecto. De golpe, la voz quemada del rubio se vuelve cristalina y la melodía más simple te puede hacer caer un lagrimón ("80’s Life"). Y algunos temas que en principio suenan como simples bocetos de canciones después se convierten en adicción ("Kingdom of Doom", "Herculean"). Eso sí, acá los hits à la Gorillaz son bastante improbables…
Los ecos del último Blur se perciben enseguida, aunque reducidos a los tonos menores, y los primeros recuerdos del grupo se presentan como memorias muy lejanas, pero felices hasta en la tristeza. Hay canciones que parecen haberse esparcido después de que a Modern Life Is Rubbish le cayera una bomba atómica ("Northern Whale" o "The Bunting Song"). Y "Green Fields", con mucha humildad, puede conmover tanto como el clásico "Chemical World".
Más allá del conocido rechazo de Albarn por la Guerra de Irak, el tema de la guerra (cualquier conflicto armado) se repite como una obsesión en la mitad de las canciones, como sinónimo de muerte, miedo o catástrofe ecológica. Lejos de la elaborada conceptualidad de Modern Life… o Parklife, Albarn parece haber vuelto por un rato al barrio que mejor conoce: el de su país natal, con la mirada menos afilada pero la sensibilidad intacta. Por supuesto que otra vez está todo podrido, arruinado y perdido. Sin embargo, en medio de tanto bajón, se da el lujo de bajar la línea más optimista que se haya escuchado en años: "Nosotros seguiremos cantando que no es demasiado tarde para vos".
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