
Thor, un superhéroe que ahora llega a la comedia
La tercera entrega de la saga de Marvel apuesta al humor más que a la tradición oscura de este tipo de historias
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Taika Waititi, neozelandés, director de episodios de Flight of the Conchords y otras series, realizador de películas como Boy, Eagle vs. Shark, Casa vampiro (o sea What we do in the Shadows) y Hunt for the Wilderpeople, fue a Hollywood a dirigir una nueva de Thor. Algunos sentimos dudas: ¿iba a sobrevivir la creatividad de Waititi ante una montaña de presupuesto Marvel, ante una película global? ¿Cómo iba a hacer un director amante de la comedia para hacer una de superhéroes? Y Waititi no defraudó: no sólo mantuvo su identidad y su talento vivos, sino que además hizo una comedia protagonizada por superhéroes.
Hasta hace unos días, en la base de datos Imdb Thor: Ragnarok figuraba con los géneros de ciencia ficción, acción y aventuras. Ahora ya dice acción, aventuras, comedia. Es que no hay manera de no aceptarlo: hasta en términos numéricos, hay mucho más tiempo de humor que de acción, y buena parte de la acción tiene chistes de todo tipo. Pero lo de Thor: Ragnarok es además un tono, una actitud, una disposición artística, una marca visible, una mirada propia, un apropiarse de un relato a priori condicionado por la industria para firmarlo, rasgos a partir de los cuales algunos señores de la Nouvelle Vague, cuando críticos, identificaron autores como Alfred Hitchcock y Howard Hawks en la maquinaria de los estudios de Hollywood. Claro que en ese entonces no existía algo llamado Marvel Studios.
Quizá Waititi, como probablemente hizo Shane Black en Iron Man 3, haya sentido que, dado que Marvel es por ahora inmune al fracaso, uno puede probar cosas distintas, ver hasta dónde se estira este universo. Caminos particularmente muy distintos, porque esta tercera Thor viene después de una primera dirigida por Kenneth Branagh en la que -claro- puso al personaje en modo Shakespeare. Y de una segunda dirigida por Alan Taylor que se llamó Thor: un mundo oscuro. En los primeros minutos de esta tercera Thor, Waititi hace una apuesta mayúscula: presenta una situación que va para la conversación solemne y le mete una y otra vez explosivos cómicos, como si estuviera demostrando a qué mundo nos está llevando, no a uno oscuro, sino al de la comedia. Waititi dinamita los antecedentes también desde el afiche, porque la película apuesta por un colorido jamás visto en las de superhéroes contemporáneos, como si les contestara a los mundos oscuros y llegara con su respuestas hasta las intervenciones fundantes de Tim Burton en sus Batman.
Fiesta
Es muy probable que nunca haya habido esta cantidad de luz en una película de superhéroes: mucho día, cielo no tan nublado, colores vivos, mucha visibilidad. Y si esa luz evidencia que esto es una fiesta de disfraces, no lo disimulemos, pero no pongamos distancia: creamos en la fiesta y en el vestuario. Estos actores nos hacen creer en sus disfraces, en sus personalidades, en su decisión de jugar y hacernos partícipes. Y, por supuesto, como Waititi sabe observar, supo hacer lucir las extraordinarias dotes de comediante de Chris Hemsworth, que ya las había demostrado varias veces, por ejemplo en la nueva Cazafantasmas y también en el enfrentamiento de Thor con Hulk en Los Vengadores de Joss Whedon, esos mismos Vengadores que se pusieron más serios en La era de Ultrón. Acá Thor y Hulk vuelven a hacer un dúo cómico directamente slapstick, en una de las vertientes cómicas de las muy diversas que tiene la película de Waititi.
Además, el director neozelandés puso a interpretar a un personaje definitivamente excéntrico -incluso en un universo tan excéntrico como el de Marvel- nada menos que a Jeff Goldblum, uno de los actores más singulares e irreemplazables existentes. Goldblum tiene su propia manera de interpretar a un ser de otro planeta megalómano, tan única que nos hace sospechar que quizá Goldblum ni siquiera sea de este planeta. Los detalles de su comicidad, al igual que la información sobre el montón de grandes chistes hechos de palabras y de golpes de Thor: Ragnarok no deben ser adelantados, deben ser disfrutados con la mayor sorpresa posible.
La comedia es el género más ausente de la cartelera: se estrenan cada vez menos, se hacen cada vez menos y gente que parecía ser una esperanza de renovación -como Amy Schumer- entrega bodrios irredimibles como Snatched (con Goldie Hawn, sin estreno en la Argentina). En este contexto, Waititi se sube al género global del momento, y hace a partir del superhéroe supuestamente más solemne una comedia de altísimo presupuesto. Waititi hace historia de la grande y además interpreta el personaje más cómico de toda la película, Korg, el que carga con un sinsentido directamente marxiano. Un personaje con nombre de sintetizador, como el que usa de manera setento-ochentosa la música de Mark Mothersbaugh.




