
Tres veranos felices con final amargo
"Tres veranos" (Idem, Argentina/1999, color). Producción hablada en español presentada por Punto & Aparte. Basada en un guión de Julio Acosta y Raúl Tosso. Intérpretes: Esteban Prol, Gonzalo Rey, Nicolás Scarpino, Fabián Gianola, Facundo Saltarelli, Alberto Busaid, Cristina Murta, Roberto Carnaghi, Mónica Santibáñez, Emilia Mazer, Pompeyo Audivert, Eugenia Grifero, Carolina Papaleo y otros. Música: Daniel Gitelman. Fotografía: Carlos Torlaschi. Escenografía: Rodolfo Papatico. Montaje: Darío Tedesco. Dirección: Raúl Tosso. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: regular.
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Se comprende que una evocación nostálgica de los años juveniles esté dominada por el sentimiento y hasta cargada de cierta exaltación romántica. La época de la camaradería adolescente, del futuro sin límites, de la vitalidad inagotable y los sueños defendidos a capa y espada suele instalarse en un territorio mítico, glorificador. Aun cuando no se olviden -no puedan olvidarse, como en este caso- los momentos de dolor, la funesta tiniebla que marcó el final de aquel período equívocamente luminoso.
Los tres veranos que evocan dos cuarentones de regreso en el escenario de aquellas temporadas -Mar de Ajó- comienzan, y no por casualidad, en un día clave de nuestra historia reciente: el 25 de mayo de 1973. Mientras la euforia peronista se adueña del país, el trío protagónico se encamina a la costa para alquilar un local que aspira a convertir en el templo de la diversión juvenil de los próximos tres veranos. Todo lo que viene a continuación transcurre en esos tres capítulos: la incorporación al grupo de Pimpi -el convencido militante que pronto ocupa el centro de la escena- y la de un extravertido bañero local que dará una mano en la animación de las noches del flamante Ajó Ajó.
La referencia a la situación política es constante, incluso a través de recursos que se reiteran: hay superabundancia de altavoces, transmisiones de radio y noticieros de TV. Y cada conversación de los chicos -no importa con cuál pretexto- incluye alguna alusión partidaria: el mundo que el film dibuja es un mundo juvenil donde no había desacuerdos: todos se encolumnaban, con mayor o menor compromiso, detrás del peronismo, aun después del famoso día del abandono de la plaza.
Nostalgia y parcialidad
La melancólica visión de los años juveniles se ajusta, al fin, a la evocación de los episodios políticos que condujeron al país a su capítulo más sombrío. Pero bajo esa mirada nostálgica el retrato del fenómeno histórico reduce sus alcances y se hace inconsistente por su parcialidad y por su ausencia de perspectiva crítica.
El sentimiento que anima a los responsables del film y que conduce a la cuasi glorificación de Pimpi -y por extensión, de todo militante- se aprecia sincero, pero el fenómeno de la juventud peronista es demasiado complejo como para que se lo vuelva a explicar mediante unas cuantas consignas conocidas y reiteradas. La escena del acuerdo entre el justicialista histórico que intervino en viejas luchas por los frigoríficos (otro impecable trabajo de Roberto Carnaghi) y el joven luchador por una imprecisa patria socialista que mezcla a Evita con el Che Guevara -rubricada con un "patria sí, colonia no" exclamado a dúo- parece responder a la misma visión simplista, salvo que se trate de una aislada muestra de perspicacia.
Sin embargo, el film no carece de valores. Los hay en la pintura de personajes, a los que el juvenil elenco enriquece con su naturalidad; en la descripción de algunos ambientes; en los creíbles diálogos, que recurren con frecuencia -aunque sin ánimo crítico- al llamado folklore peronista; en más de un acierto expresivo de Raúl Tosso: la foto tras el rescate en el mar, las imágenes de Pimpi flotando en el agua, las del alambre de púas en torno del faro. También en la banda sonora -es destacable la música de Daniel Gitelman- y en el desempeño de los actores.
"¡Cómo nos va a ir mal a nosotros!", se convencen los chicos al principio, cuando están en pleno preparativo del boliche. La alusión a la cándida fe de muchos militantes parece prometer una visión más aguda del asunto. Pero después el film se entrega a la nostalgia y termina rememorando un momento crítico de la historia del país casi como si estuviera evocando los días felices de un viaje de egresados que concluyó en tragedia.




