Un charango al tecno
Jaime Torres se presenta esta noche con el DJ Javier Zuker.
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Jaime Torres está contento. Boca ganó el domingo y el músico le tiene fe ciega al equipo de sus amores para esta noche. Pero en esta parada difícil del superclásico, Torres no podrá acompañar con su aliento a los once jugadores xeneizes, como hace habitualmente. Esta noche, el tucumano será parte de un hecho atípico para la música argentina: en El Anexo, Rivadavia 878, a las 22, unirá su charango a los discos que pinchará el DJ Javier Zuker. Un concierto que podría ser la génesis de una fusión entre el folklore y la música de última generación.
"Todo esto responde a sueños y necesidades que están íntimamente ligados a lo que es mi país -explica Torres, de 62 años-. Que alguien piense que meter un charango puede ser piola es bárbaro. Que hoy el instrumento tenga cierto espacio y una pequeña consideración en la cultura musical argentina responde a un laburo. Porque estoy seguro de que esto, hace treinta o cuarenta años, no se le habría ocurrido a nadie. Era algo pintoresco, no más."
En la habitación-estudio de la casa que Torres posee a cuatro cuadras del parque Lezama, hay todo tipo de instrumentos folklóricos desparramados. Desde las paredes, afiches y fotografías retratan buena parte de la vida y los amores del músico tucumano: Perón, el Che y Neruda son algunas de las caras sonrientes que se mezclan con anuncios de conciertos en Europa y postales del norte del país.
Allí mismo, Torres insiste en subrayar la importancia que se ganaron instrumentos como el charango en la música actual. "Hay una cantidad de bandas de rock en Inglaterra y en los Estados Unidos que en los últimos años agregaron un bombo legüero o un conjunto de quenas. Por ahí ni siquiera saben bien qué son, pero uno, al verlos, los reconoce como pertenecientes a nuestra cultura."
Luego de varios años en el under rockero y, más tarde, en las pistas de las discos porteñas, Javier Zuker saltó hacia la popularidad de la mano de Divididos. El DJ acompañó, con sus bandejas y una mezcladora, al demoledor trío comandado por Ricardo Mollo y Diego Arnedo en el Luna Park. En una de las dos noches, también se hizo presente Jaime Torres, viejo amigo del grupo. Allí comenzó todo.
Cincuenta años de lucha
"Lo que dice Jaime es así -sentencia Zuker-. Hace cincuenta años que lucha para que su música y sus instrumentos se incorporen al rock o a cualquier otra cosa, que sean reconocidos. Y eso sucedió en el show de Divididos."
"Cuando uno aparece con un charango sobre el escenario -cuenta Torres- y los pibes comienzan a gritar Ar-gen-ti-na-Ar-gen-ti-na, me dan la razón acerca de que no es que lo que escuchan los pibes ya no es música. Al contrario, creo que tienen mucha visión de un montón de cosas y un respeto muy grande por la música folklórica. Haber estado en el Luna Park, en medio de toda esa gente, y lograr un matiz, con tanta polenta que tienen estos músicos, alcanzar un pequeño espacio y que, además, hubieran dos rockeros tocando nuestros bombos me parece un hallazgo, una situación muy feliz."
El poco tiempo y los respectivos y múltiples trabajos de cada uno hicieron que los ensayos se dejaran de lado y que la zapada e improvisación fuera la que mandara esta noche. "Más que nada -sugiere Zuker-, lo que mueve todo y genera este encuentro es la música. Se trata de pasarla bien un rato juntos."
"Uno trata de responder al tiempo en que está viviendo -señala Torres-. Tengo curiosidad y necesidad, porque hoy todavía uno sigue generando cosas dentro de muchachos y músicos más jóvenes. Mi generación ha sido tan prejuiciosa que hemos perdido mucho tiempo discutiendo, años polemizando sobre la palabrita rock nacional. Sé que algún gaucho también dirá sobre mí que no sé... Pero yo sigo teniendo el coya, el indio adentro que no va a cambiar. Y seguiré emocionándome con el sonido de las cajas. Pero esto, que está instalado en todo el mundo, tampoco lo puedo desconocer."
Torres ameniza el mediodía de sol con mate y una anécdota de cuando conoció a Eric Clapton en Tokio. "Se interesó mucho por nuestra música y vino al concierto." Esta vez, dice Zuker, puede ser Mollo el que venga.
"El encuentro puede ser más o menos feliz, pero si no llega a ser totalmente feliz, van a aparecer otros Zuker y otros charanguistas que lo harán. Lo bueno es estar en la búsqueda de nuevas cosas. Mis hijos adolescentes siempre se ríen porque parezco el más negado de todos, porque me meto en cuanto rincón de música haya. Me gusta investigar, escuchar, como el que entra en los museos por placer. Hay un montón de cosas que confieso no entender, incluso de la música folklórica, pero sólo el intento ya vale la pena", concluye Torres.






